Resumen:
Antes de subirse al autobús que la llevará a su primer día de escuela, Isabel le da a Esperanza algunos consejos de último momento acerca de los cuidados de Pepe y Lupe. Por primera vez, Esperanza es responsable del cuidado de los bebés, así como de preparar la cena para todos los miembros de la familia que están trabajando. Esperanza comienza a cocinar mientras da de comer unas ciruelas a los gemelos, y a ellos les encanta. Todo va bien, y Esperanza se siente segura de sí misma, hasta que los bebés se descomponen a causa de las ciruelas y Esperanza quema la comida que había olvidado en el fuego. Más allá de sus errores, Isabel felicita a Esperanza por saber curar a los bebés dándoles arroz, y nadie menciona la terrible cena.
Mientras tanto, la temporada de cosecha de uvas va llegando a su fin. Todos los adultos deben trabajar los siete días de la semana para poder recolectar la mayor cantidad de uvas posible antes del otoño. Esperanza comienza a pasar más tiempo con sus vecinas, Irene y Melina. Esta última parece joven e inocente, pero es en verdad una mujer madura que cuida a su hijo y a su marido.
Una tarde, mientras los hombres trabajan en los campos y las mujeres en el cobertizo, una tormenta de viento desciende hasta el valle. Melina e Irene le sugieren a Esperanza que se quede en casa, siempre alejada de las ventanas. Esperanza piensa en su familia y amigos mientras el polvo se inmiscuye en la cabaña.
Isabel vuelve de clases sin problemas, pero preocupadísima por su gata, Chiquita. Afortunadamente, Esperanza la llevó adentro para protegerla de la tormenta. Poco después llegan las mujeres, que no tenían más que algunas cajas para protegerse del viento imparable. Al rato regresan los hombres, totalmente cubiertos en barro.
Cuando ya están todos limpios, Alfonso explica que la tormenta de polvo ha demorado los planes de realizar la huelga. Esperanza sabe que nadie de su círculo cercano participará de la huelga, ya que necesitan el dinero, y se alegra al ver que todos pueden retomar su trabajo al día siguiente como si nada hubiera pasado.
Transcurre un mes desde el suceso de la tormenta. Esperanza nota que Mamá está más pálida que de costumbre y le pide que se acueste por rato. Su madre, cansada y desgastada, cae enferma. Un joven médico explica que Mamá ha contraído la llamada Fiebre del Valle como resultado de haber inhalado partículas de polvo que luego se asentaron en sus pulmones. Esta noticia conmociona a Esperanza: su madre deberá reposar durante seis meses para recuperarse, y quizá no le quede mucho tiempo de vida.
Análisis:
La tormenta detiene la huelga de los trabajadores, probando que la naturaleza sigue teniendo control sobre la vida del hombre (y sobre un valle entero de cultivos). Como Alfonso le explica a Esperanza, la tormenta revela el impredecible poder de la Madre Naturaleza, en contraste con la cuidadosa planificación necesaria para preparar la huelga.
La implacable naturaleza sigue irrumpiendo en la rutina de Esperanza cuando Mamá cae repentinamente enferma. Esperanza ya perdió a su padre y tuvo que dejar a Abuelita en México. Ella logra adaptarse a su nueva situación gracias al apoyo de Mamá. Pero ahora deberá ser responsable por ella misma y por su madre, para lo que será necesario armarse de más fuerza que antes.
Aunque algunos aspectos de la vida de Esperanza están cambiando constantemente, ella desarrolla confianza en sí misma. Y a pesar de que su primer día sola en la casa no resulta tan exitoso como ella hubiese querido, se demuestra a sí misma que puede ser más independiente de lo que todos hubieran imaginado.
Con este fin, la voz de Esperanza dentro de la narrativa comienza a sonar más como la de una mujer que como la de una niña. En lugar de preocuparse por su vestimenta o sus muñecas, ella se concentra en cuidar de la gente que forma parte de su vida. Meses atrás, la idea de estar sucia era una de las mayores preocupaciones de Esperanza, pero durante la tormenta de polvo solo piensa en el bienestar de sus familiares y amigos.
Además, Esperanza empieza a observar el mundo que la rodea de manera más astuta. Puede ver a su vecina Melina como una joven parecida a ella, y también como una mujer responsable de su familia. Esperanza se identifica con Melina: las dos están en el medio de dos realidades mientras transitan su crecimiento.