"-El Gringo viejo vino a México a morirse.
El coronel Frutos García ordenó que rodearan el montículo de linternas y se pusieran a escarbar recio. Los soldados de torso desnudo y nucas sudorosas agarraron las palas y las clavaron en el mezquital".
En esta cita encontramos el momento en el que los hombres de Frutos García, por orden de Pancho Villa, se encuentran desenterrando el cuerpo del Gringo Viejo. El objetivo es devolver el cuerpo a su país, Estados Unidos, diciendo que murió bajo la Ley, y no asesinado por Arroyo. La novela comienza, de esta manera, mostrándonos el desenlace de una historia que a partir de entonces comenzará a desplegar detalladamente, desde la llegada del Gringo a México.
"-¡Soy responsable! -exclamó Harriet Winslow hinchada de orgullo-. El señor Miranda me pagó un mes por adelantado. Yo me encargaré de que su propiedad sea respetada durante su ausencia. ¡Le digo que soy responsable!
-¿De manera que no piensa regresarse a casa, señorita?
[...]
-¡Claro que no! ¡Después de lo que he visto aquí hoy en la noche".
En este diálogo podemos apreciar el momento en que Arroyo, hijo ilegítimo del señor Miranda, toma la hacienda de su padre, obligando a dicha familia a huir y esconderse. Por su parte, la institutriz Harriet, que había sido contratada para cuidar de los niños de la familia, decide quedarse a custodiar la hacienda en ausencia del señor Miranda. Si bien el Gringo Viejo intenta cuidarla e impedirle que se meta en la fiesta que están haciendo los usurpadores, ella insiste en que es su deber proteger el lugar.
"El viejo pensó que estaba en México buscando la muerte y
¿qué sabía del país? Anoche le citó al desierto una frase recordando que su padre había participado en la invasión de 1847 y la ocupación de la ciudad de México".
Este fragmento resulta ser una importante muestra del telón de fondo histórico que contiene la novela. El Gringo Viejo, escritor y periodista estadounidense llamado en realidad Ambroce Bierce, parece estar en contra de las luchas entre México y su país. Por eso, y por encontrarse solo en el mundo, se dirigió a estas tierras que solo había conocido de niño, en pos de colaborar con su lucha. Sin embargo, en medio de su viaje, recuerda que su propio padre ha participado de la invasión mexicana. Este hecho brinda una gran complejidad al entramado histórico de una novela que intenta poner en escena la trivialidad de las fronteras y la violencia que se pone en acción para defenderlas en nombre de intereses políticos.
"La miró caminando a su lado, ahora, al mismo paso que él, capaz de mantenerle su paso de gringo, largo y silencioso, no taconeado y rápido y corto como en el mundo de los hijos de
España. Miró a esta mujer veloz y segura y de gusto elegante y treinta y un años de edad que le recordaba a su hija y a su propia mujer cuando era joven".
En más de la mitad de la novela, apreciamos el punto de vista del protagonista, el Gringo Viejo, reflexionando acerca de la consciencia política y sus contradicciones. Al mismo tiempo, camina al lado de Harriet, sintiendo que esta mujer parece una mezcla entre su hija y su esposa. Le tiene gran cariño y valora que se haya quedado a defender los intereses de su empleador mexicano, siendo ella misma norteamericana.
"-Tomás Arroyo creyó que podía regresar a su casa. Pero nadie tiene derecho a eso hasta que triunfe la revolución. La revolución es ahora nuestro hogar. ¿Tomás no lo entendió?
Si cada uno se me va quedando en su casa cuando pase por ella, se acabó la revolución. Ahora el que sienta ganas de quedarse en su casa, se acordará de lo que le pasó a Tomás
Arroyo. Este es un ejército, doña, y a veces hay que romperse el corazón para dejar bien plantado el ejemplo".
Luego de las muertes del Gringo Viejo y de Tomás Arroyo, Pancho Villa, el líder revolucionario mexicano, se encuentra con la viuda de Arroyo y con Harriet. Estas palabras aquí citadas son las que Villa dirige a la viuda, dando a entender que durante la revolución los afectos familiares y el hogar pierden su prioridad, siendo más importante la lucha en todo momento.