Resumen
Costumbres de los famas
El primer relato de la sección introduce a los tres tipos de personajes que la protagonizan: los cronopios, los famas y las esperanzas; seres imaginarios que presentan una inclinación a la libertad, la conformidad y la volatilidad, respectivamente.
El texto narra la ocasión en la que un fama se puso a bailar frente a un almacén lleno de cronopios y de esperanzas. Las esperanzas se enojaron porque el fama está bailando un tipo de danza que solo ellos conocen y una sale a pedirle que deje de bailar. El fama ignora el pedido y se ríe. Las esperanzas no se contienen y lo atacan. Los cronopios, por su parte, no participan de la pelea, sino que se acercan al fama herido y se compadecen de él.
El baile de los famas
Este poema habla del baile y el canto de los famas, y como parece que son dueños de la calle porque nadie interviene cuando las ocupan.
Alegría del cronopio
Aquí se narra el encuentro entre un cronopio y un fama. El fama prefiere que estén solo ellos dos y que no haya ninguna esperanza a la vista. El cronopio tiene ilusión de que el fama lo invite a subir a su automóvil.
Tristeza del cronopio
Afuera del Luna Park, una sala de conciertos en la ciudad de Buenos Aires, un cronopio nota que su reloj se atrasa. Se compara con los famas que caminan con relojes que marcan la hora adecuada y piensa en que su reloj tiene “menos vida, menos casa, menos acostarme” (p. 476).
Análisis
Esta sección es la que le da el nombre a toda la colección y se centra en tres seres fantásticos inventados por Cortázar: los famas, los cronopios y las esperanzas. En cierto modo, esta sección es una historia natural sobre los usos y costumbres de estos tres seres. Al igual que en “Manual de instrucciones”, Cortázar crea una disonancia al utilizar como título un tipo de texto identificable para el lector, para luego utilizar unas pocas convenciones del género y ofrecer otras enteramente nuevas. Las historias naturales son textos que recogen los hallazgos de una disciplina dedicada a recopilar y examinar la diversidad del mundo que incluye, no solo el estudio de animales, plantas y otros fenómenos, sino también el de artefactos, prácticas y otros aspectos de las diferentes culturas humanas. No obstante, lo que ofrece Cortázar solo apenas remite a este tipo de textos. Esto quiere decir que en la cuarta sección no nos vamos a encontrar con lo que esperaríamos en un tratado sociológico. De todas maneras, hacia el final del libro tendremos una idea bastante clara de las costumbres de cada uno de estos seres. Si bien los lectores e incluso críticos literarios han tratado de sistematizar las características de los famas, cronopios y esperanzas, la tarea resulta inútil debido a que Cortázar no crea categorías fijas y cerradas, ni encasilla a sus personajes en un solo modo de ser.
Como decimos, Cortázar no introduce a los protagonistas de la cuarta sección de su libro. De hecho, el primer texto entra de lleno en una escena de conflicto entre los famas, las esperanzas y los cronopios, sin antes darnos un marco. Como si eso no fuera suficiente para descolocar al lector, incluye también toda una serie de neologismos. Pronto, el lector deja de buscar referentes fuera del texto e ingresa a este mundo donde el balance entre lo descifrable y lo inteligible es tan fino que permite el disfrute. Incluso al leer toda la sección, si bien podemos determinar ciertos rasgos generales de los cronopios, poco podemos decir acerca de cómo se ven físicamente. Se dice de ellos que son “verdes, erizados, húmedos objetos” (p. 474). Las esperanzas, por su parte, están “siempre asistidas de peces de flauta” (p. 473) y son “microbios relucientes” (p. 475). Por último, de los famas sabemos mucho en cuanto a su perfil psicológico y su comportamiento, pero nada acerca de su aspecto.
Cortázar crea un mundo que es parecido al nuestro, resulta familiar y reconocible. No obstante, ese mundo está poblado por elementos fantásticos, absurdos y sin sentido, que no son compatibles con nuestra realidad. A pesar de esa disonancia, ingresamos a un universo estable, definido, con reglas constantes que nos permiten empatizar y relacionarnos con los personajes y sus absurdas tribulaciones. En su artículo acerca de la obra, Manuel Durán muestra como la combinación entre lo lógico y racional con lo absurdo y fantástico está presente desde el título del primer texto. “Costumbres de los famas” incluye una palabra conocida que nos permite anticiparnos a lo que encontraremos allí. Según el crítico, la palabra ‘costumbres’ anuncia un texto sobre sociología, tal cual fueron concebidos este tipo de textos durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, la lógica de lo fantástico acecha desde la extrañeza que producen los nombres de los personajes, ‘los cronopios’, ‘los famas’ y ‘las esperanzas’; nombres que desconciertan e inquietan al lector.
Veamos, entonces, el modo en que se combina lo conocido con lo imaginado en los relatos de esta sección. La sección “Historias de cronopios y de famas”, que da su título a toda la colección, está dividida a su vez en dos partes: “Primera y aún incierta aparición de los cronopios, famas y esperanza. Fase mitológica” y otra parte que lleva el mismo título de la sección: “Historias de cronopios y de famas”. Dentro de la subsección “Fase mitológica”, el primer relato presenta una asombrosa cantidad de neologismos —o palabras conocidas, pero corridas de su significado usual— si tenemos en cuenta lo acotado que es el texto, que apenas ocupa media carilla. Así, Cortázar incluye las siguientes palabras, que cobran un significado particular en el universo que crea: ‘fama’, ‘tregua’, ‘catala’, ‘cronopios’, ‘esperanzas’, ‘espera’, entre otros. A pesar de lo opaco de sus significados, la anécdota narrada es inteligible para el lector: se trata de un conflicto entre vecinos que termina con una pelea, y luego un gesto de amistad y empatía. En este primero relato encontramos un uso reiterado del adverbio ‘siempre’ que ayuda a construir la idea expresada en el título “Costumbres de los famas”: si bien este texto narra una situación que termina en una pelea, las actitudes de los famas que exasperan a los esperanzas son una verdadera costumbre, puesto que suceden siempre. Con este primer texto, entonces, empezamos a percibir ciertos esbozos de estos tipos sociales inventados por el autor: las esperanzas son seres volátiles; los famas, obstinados; y los cronopios, sensibles.
Cabe también observar el modo en que están construidos los diálogos en esta sección. Cortázar utiliza en forma frecuente el recurso de la elipsis, pero deja suficientes referentes en el texto para que el lector pueda completar el sentido de lo que lee. Por ejemplo, en “Costumbres de los famas”, los cronopios apenas si pronuncian “Cronopio, cronopio, cronopio”(p. 473) en forma reiterada mientras rodean al fama golpeado. Si bien eso es todo lo que dicen, el contexto le permite el lector entender que estos se están compadeciendo y sienten empatía por el fama herido. En el desgraciado desenlace de la pelea de los famas con las esperanza, el cronopio se pone en el lugar del otro y ofrece su empatía.
Algo parecido sucede en “Alegría del cronopio”: los diálogos de este relato son apenas comprensibles, pero, al final del texto, terminamos por comprender que hay un grado de camaradería entre los cronopios y los famas, quienes se complementan en su forma de ser. El corazón de los cronopios se nos figura bondadoso, pero el fama también da muestras de ser empático, además de que “le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio” (p. 475).
El último texto de la “Fase mitológica” muestra la sensibilidad del cronopio ante las cuestiones existenciales. Aquí, este personaje se entristece por la noción del tiempo. Sin embargo, la realidad es que confunde el reloj con el tiempo en sí mismo, por lo su angustia cuando su reloj se atrasa demuestra cierta ingenuidad.
En “El baile de los famas” tampoco se dice todo sobre el motivo por el cual es más escandaloso que se deje salir a los famas a cantar y a bailar que a los cronopios. Incluso hacia el final, el narrador —que parece ser uno de estos observadores indignados con las costumbres de los famas— deja sin completar su argumento en contra ellos. En ese momento, el texto le permite al lector reponer su línea de pensamiento: “Si todavía los cronopios […] Pero los famas” (p. 474).
Salvo por los neologismos, la “Fase mitológica” tiene un lenguaje llano y fácilmente reconocible para el lector. Asimismo, la mención de lugares conocidos como el Luna Park, una sala de conciertos en la ciudad de Buenos Aires, contribuye a la sensación que estamos ante algo familiar. En suma —y como bien induce a pensar el título de la sección—, Cortázar construye aquí una mitología del espacio porteño, aunque este no tenga un correlato directo con la ciudad de Buenos Aires. Al igual que los cronopios, los famas y las esperanzas, este espacio combina elementos fácilmente identificables en la vida real con otros completamente fantasiosos, pertenecientes al absurdo y a la fantasía. Con esta mitología, entonces, el vaivén de lo reconocible y lo fantástico nos prepara a los lectores para la sección que sigue.