Resumen
I
Ignatius escribe en su cuaderno lo que considera que son “las semillas de un majestuoso estudio de historia comparada” (2015:41). Escribe sobre la rueda de la fortuna, una idea acuñada por el filósofo Boecio, que supone que una diosa griega determina la suerte de los hombres haciendo girar esta rueda. Ignatius recuerda con nostalgia el período medieval, en el que, según él, había “orden, tranquilidad, unidad y unicidad” (2015:40). Describe la degradación de la sociedad moderna y piensa que la máxima perversión es el trabajo. Se encuentra acostado en su cama y tiene dolores de panza por la hinchazón, producto del estrés del choque.
II
Jones ingresa a Noche de Alegría y le pide a Lana Lee, su dueña, que le dé un empleo como portero. Al principio Lana se niega, porque no quiere tener empleados con problemas con la policía. Pero luego se da cuenta de que podría pagarle menos que el salario mínimo porque Jones necesita ese empleo para no ser arrestado por cargos de vagancia. Lana le ofrece solo veinte dólares a la semana (muy por debajo del salario mínimo) y Jones se ve obligado a aceptar.
Darlene llega al bar y conoce a Jones. Lana la reta por haber recibido a Ignatius y a su madre la noche anterior, y Darlene le dice que siente pena por esa mujer maltratada por su hijo. Jones escucha la conversación y relaciona a estos personajes con los que ha nombrado el viejo en la comisaría. Lee se va del bar.
III
El patrullero Mancuso se dirige a la casa de Ignatius para actualizar a la señora Reilly sobre el accidente. Viste una camiseta de manga corta y bermudas, “el atuendo que el sargento había elegido para aquel día” (2015:47) y una larga barba roja falsa. Mancuso y la señora Reilly se sientan en el living a conversar y escuchan a Ignatius que, en la otra habitación, mira la televisión y grita ofendido. Mancuso le dice a la señora Reilly que debe veinte mil dólares por los daños ocasionados en el edificio por el choque. Ella comienza a llorar de desesperación, porque su única fuente de ingreso es la pensión de su marido. Piensa que terminará en la cárcel. En ese momento, Ignatius ingresa a la cocina y se muestra indiferente frente a la problemática. La señora Reilly se queja de que su hijo tiene un “corazón de hielo” (2015:55) y no se preocupa por la posibilidad de que su madre sea encarcelada. Mancuso intenta consolarla y le ofrece ir a jugar a los bolos.
Cuando el patrullero se va de la casa, la señora Reilly ingresa al cuarto de Ignatius para hablar de su problema financiero. Se sorprende por el feo olor y el desorden que tiene la habitación. Le pide a su hijo que busque un trabajo porque no encuentra otro modo de pagar la deuda. Ignatius se escandaliza por el pedido y dice que los empleadores no lo contratan porque no entienden su forma de ver el mundo. Como la señora Reilly insiste, Ignatius se rinde y concluye que “no tenía sentido oponerse a la Fortuna hasta que terminase el ciclo” (2015:63).
Análisis
El segundo capítulo hace foco en las características medievalistas de Ignatius. El medioevo es un período histórico de la sociedad occidental que transcurre entre los siglos V y XV. Ignatius, aunque vive en el siglo XX, pone en práctica conceptos acuñados por Boecio, un filósofo romano de la Edad Media. De este pensador Ignatius saca la idea de la “rueda de la fortuna”. En lugar de considerar que él decide cómo avanza su vida y hacerse responsable de las consecuencias de sus acciones, Ignatius cree que el curso de su existencia depende del capricho de una diosa ciega, Fortuna, que elige si enviarle una rueda ascendente (buena suerte) o descendente (mala suerte). Además, considera que “nuestra suerte se presenta en ciclos” (2015:42). Estas ideas tienen que ver con un personaje idealista, irreflexivo y también irresponsable.
Luego del accidente, Ignatius se encierra en su cuarto y presenta hinchazón en su vientre a causa del estrés. Sumado a su sensación de impotencia frente a la vida, podría pensarse que expone síntomas de depresión. Además, carga con la idea de su madre de que ha fallado en su vida profesional. Como la señora Reilly repite varias veces, Ignatius ha recibido educación pero no la ha puesto en uso. Enfatiza que su hijo es un fracaso y una desgracia por desperdiciar su educación.
Este capítulo profundiza en la excentricidad de Ignatius. Su indiferencia se desprende de su modo de ser idealista e irracional. Cuando su madre llora de preocupación porque no sabe cómo afrontar la deuda del accidente del auto, Ignatius muestra profunda indiferencia. Su madre le dice: “te da igual que me metan en la cárcel. Todo te da igual” (2015:56). Luego, cuando le expresa la necesidad de conseguir un trabajo, Ignatius responde escandalizado. Dice que los empleadores le tienen miedo porque descubre que él rechaza sus valores: “sospecho que se dan cuenta de que me veo obligado a actuar en un siglo que aborrezco” (2015:61). Nuevamente se destaca su inadecuación con el contexto social: Ignatius vive en un siglo que lo incomoda y, por lo tanto, se mantiene en los márgenes (por fuera de la población económicamente activa).
Por otro lado, el tono general de la novela es muy cómico. El narrador plantea varias situaciones risibles. Por ejemplo, cuando el señor Mancuso llega a la casa de la señora Reilly, pregunta: “¿le importa que deje la barba en la mesa? Es que hace mucho calor aquí y me pica la cara” (2015:50). Es ridículo que un patrullero utilice disfraces y una barba, pero aún más que pida permiso para retirarse la barba postiza.
Luego, hay un uso sarcástico en una conversación entre Darlene y Jones que contribuye al tono cómico de la novela. Cuando Lana Lee, dueña de Noche de Alegría sale del bar, Jones pregunta: “¿Qué ha ido a compra? ¿Un látigo?” (2015:46). Utiliza el sarcasmo para comparar a su empleadora con una ama dueña de esclavos. Utiliza una ironía cruel para insultar a su empleadora y buscar complicidad con su compañera de trabajo, Darlene. Luego compara su contratación con el sistema esclavista: “fue como si me comprara en una subasta” (2015:46). El tema de la esclavitud moderna se vuelve muy evidente en la contratación de Jones en Noche de Alegría. Como Lana sabe que Jones necesita ese empleo para no arriesgarse a enfrentar cargos por vagancia, le ofrece un salario muy por debajo del mínimo que este debe aceptar. El narrador incluso explicita los motivos de Lana: “Tendría un mozo cautivo que trabajaría para ella por casi nada. Qué maravilla” (2015:44). Es decir, aunque la población negra no puede ser comprada o vendida como una mercancía, su situación en el sur de los Estados Unidos durante la época de Jim Crow (entre finales del siglo XIX y principios del XX) muestra algunas continuidades respecto del sistema esclavista. Jones gana menos de la canasta básica de alimentos, sufre abuso constante por parte de su empleadora y no tiene escapatoria.
Por último, este capítulo tematiza la cuestión de la sexualidad y el sexo. Ignatius mira la televisión y va al cine aunque desprecia los programas de entretenimiento; solo busca catalogar los productos como abominaciones y ofensas al verdadero gusto y la decencia. Se escandaliza por lo explícito que es el contenido erótico de la televisión: “—¡Oh, cielo santo! —gritó una voz desde la sala—. Esas chicas ya son prostitutas, no hay duda. ¿Cómo pueden ofrecer semejantes horrores al público?” (2015:55). Esta postura está en línea con sus ideales medievalistas que van en contra de, por ejemplo, la libertad sexual, un concepto muy moderno. Del mismo modo, cuando va al cine, se retira de la sala en las escenas de sexo: “cuando pareció iniciarse una escena de amor, se levantó de un salto del asiento y salió ruidosamente pasillo adelante hasta el bar” (2015:67). Ignatius se siente atraído con frecuencia por las cosas que lo repugnan. Aunque se escandaliza por el contenido erótico, nunca deja de mirar la televisión y de asistir al cine. En este sentido, este capítulo incluye una escena de masturbación en la que Ignatius fantasea con su perro muerto Rex. Para excitarse piensa en una idea muy triste y expone cierta ambigüedad sexual.