Los poderosos marcianos mueren por infecciones bacteriales, mientras que los humanos, inferiores, son resistentes a las bacterias. (Ironía situacional)
La ironía más significativa en la novela es comprendida por el hecho de que los marcianos, a pesar de sus avances tecnológicos y de su armamento militar, mueren a causa de las infecciones bacteriales, la forma más básica de vida en la Tierra. Las armas humanas se mostraron prácticamente inútiles contra los invasores, pero las bacterias fueron capaces de destruir al invasor de forma invisible e inesperada.
Algunas personas terminan muriendo por detenerse a salvar su dinero en medio de una invasión que lo vuelve inservible. (Ironía situacional)
Cuando trata de escapar de Londres, el hermano del narrador observa una escena dramática:
Luego llamó la atención de mi hermano un hombre barbudo y de rostro afilado que llevaba un maletín de mano. El maletín se abrió en ese momento y de su interior cayó una masa de soberanos de oro, que se diseminó al dar en tierra. El hombre se detuvo y miró estúpidamente las monedas. En ese momento le golpeó la vara de un coche y le hizo trastabillar. Lanzó un aullido, volvió hacia atrás y la rueda de un carro le pasó rozando el cuerpo. -¡Paso! -gritaron los que marchaban a su alrededor-. ¡Abran paso! Tan pronto como hubo pasado el coche, el individuo se arrojó sobre la pila de monedas y comenzó a llevarlas a puñados a sus bolsillos. Un caballo llegó hasta él y un momento después el hombre se levantaba a medias para ser aplastado luego por los cascos. -¡Cuidado! -gritó mi hermano, apartando del paso a una mujer esforzóse por asir las riendas del animal. Antes que pudiera lograrlo oyó un grito bajo las ruedas y vio por entre el polvo que la llanta pasaba sobre la espalda del pobre desgraciado (...). El hombre se debatía en el polvo, entre su dinero, e incapaz de levantarlo, porque la rueda habíale quebrado la columna vertebral y sus piernas no tenían movimiento. Mi hermano se irguió entonces, gritándole al conductor del coche. (pp. 104-105)
Incluso frente a una situación de vida o muerte, la gente tiende a dejarse llevar por su codicia. El hecho es irónico, puesto que el dinero no va a tener ningún valor tras el colapso de la humanidad, por lo que tendría mucho más sentido preocuparse, en primer lugar, por sobrevivir, y luego por obtener comida o medicamentos.