Resumen
Capítulo 1: La víspera de la guerra
El libro comienza con la afirmación ominosa de que hay vida inteligente observando a la humanidad. La ignorancia que parece mostrar la humanidad ante esta amenaza no puede sostenerse por más tiempo. El narrador, de nombre desconocido, ilustra la relación entre la inteligencia de los seres extraterrestres y la de los humanos equiparándola a la distancia que existe entre la inteligencia humana y la de los animales. Luego, describe el planeta Marte y sugiere que la vida debe haber comenzado allí antes de que el planeta Tierra se enfriara; esto se debe a que Marte es más viejo, y a que la civilización que surgió de allí es mucho más avanzada que la humana. También indica que los cascos polares del planeta rojo se están encogiendo y que su atmósfera está debilitándose. Por todo ello, presume que los marcianos pusieron su atención en las riquezas de la Tierra.
El narrador indica que la humanidad debe parecerle a los marcianos algo primitivo, y que seguramente no dudarían en exterminarla, tal como los europeos no dudaron en exterminar a otras “razas menores” (p.13), como sucedió con los tasmanios.
Años antes de la invasión de la Tierra, los astrónomos habían notado luces peculiares en la superficie de Marte que, como indica el narrador, debían haber sido producidas por los cañones que lanzaron los cilindros hacia la Tierra. Sin embargo, estos hechos reciben poca atención en los periódicos. Una noche, el astrónomo Ogilvy invita al narrador a contemplar el planeta rojo a través de su telescopio para ver aquellas luces por sí mismo. El narrador contempla el planeta y, aunque no puede ver ninguna de aquellas “cosas” que son enviadas hacia la Tierra, sí logra ver un estallido de gas que Ogilvy también ha notado, aunque ambos desconocen la destrucción que producirá aquello en la Tierra. Ogilvy piensa que aquellas nubes de gas se deben a una lluvia de meteoros que causa explosiones sobre la superficie del planeta, y descarta la idea de que la vida haya podido desarrollarse de forma similar en dos planetas tan cercanos.
Eventualmente, la población termina por percatarse de las explosiones en Marte y los periódicos cuentan muchas historias al respecto. Sin embargo, nadie está particularmente preocupado por el fenómeno, y la humanidad continúa como si nada sucediera. El narrador, por ejemplo, está aprendiendo a andar en bicicleta. Una noche idílica, le señala las constelaciones y los planetas a su mujer, totalmente ignorante de lo que está por llegar.
Capítulo 2: La estrella fugaz
Una noche, una estrella fugaz llama la atención de muchos astrónomos y de la población en general. Parece caer a unas 100 millas de donde vive el narrador, y Ogilvy está determinado a encontrar el meteoro. Cuando llega al lugar, queda totalmente sorprendido por la presencia de un cilindro enorme, de unos 30 metros de diámetro, que está todavía extremadamente caliente por la fricción contra la atmósfera en su caída. De pronto, se da cuenta de que se trata de una estructura vacía, y parece haber alguien adentro tratando de salir.
Ogilvy corre hacia el pueblo en busca de ayuda, pero todos parecen pensar que se trata de un hombre que ha perdido el juicio. Al final, logra llamar la atención de Henderson, el periodista, quien lo acompaña nuevamente hasta el cilindro. Al llegar, los ruidos internos han cesado y los personajes golpean su superficie, pero nadie devuelve el llamado, por lo que asumen que los tripulantes deben estar muertos. Henderson telegrafía entonces la noticia a Londres. Durante todo el día, la gente comienza a acercarse al cilindro, para ver a “los hombres muertos de Marte”. El narrador queda sorprendido cuando lee el artículo sobre el cilindro en el periódico y se acerca a investigar por sí mismo.
Capítulo 3, En el campo comunal de Horsell
Cuando el narrador llega al cilindro, descubre que una multitud de pueblerinos ya se ha reunido en torno a él, y algunos jóvenes incluso le arrojan piedras. Al observarlo de cerca, aquel cilindro le parece un tanque de gas oxidado o alguna pieza de chatarra similar. Sin embargo, nota que el metal del que está hecho aquel objeto no se parece en nada a ningún metal de la Tierra, por lo que rápidamente se convence de que debe provenir de Marte, aunque supone que está vacío.
Los periódicos continúan expandiendo la noticia sobre el objeto marciano encontrado en el pueblo de Woking, y más personas llegan a observarlo. Algunos trabajadores comienzan a desenterrarlo, aunque esto no es tarea fácil.
Capítulo 4, Se abre el cilindro
Cuando el narrador regresa al cilindro, descubre que la multitud que lo rodea ha estado creciendo. De hecho, un pobre hombre, a quien el narrador reconoce como el empleado de un negocio de Woking, ha caído en el cráter y no puede salir. De pronto, la tapa del cilindro comienza a desenroscarse desde dentro y cae al suelo en cuestión de segundos.
De la oscuridad del interior del cilindro emergen unos tentáculos grises, seguidos por un cuerpo con poca forma, del tamaño de un oso, en el que se pueden reconocer dos enormes y luminosos ojos y una boca similar a un pico. A los ojos del narrador, la criatura es horrorosa y desata en él un profundo miedo que lo empuja -como a muchas otras personas -a alejarse de aquel lugar y refugiarse en un monte cercano, desde el cual llega a observar toda la situación.
Con horror, el narrador ve un objeto redondo y negro que se asoma desde el cráter y comprende que es la cabeza del hombre que aún no ha podido salir. Repentinamente, la cabeza del hombre desaparece, y el narrador cree escuchar un grito terrible que se apaga brutalmente.
Capítulo 5, El rayo calórico
Al narrador lo apresan el terror y la curiosidad al mismo tiempo y, finalmente, es el interés lo que gana la batalla: decide volver a asomarse al pozo. Mientras tanto, un grupo de personas, Henderson y Ogilvy entre ellas, se acercan al cráter haciendo ondear la bandera blanca de la paz. Repentinamente, un destello ilumina el atardecer y un gran objeto con la forma de un domo se eleva desde el pozo. A continuación, un flash de luz incandescente ciega al narrador y todos los miembros de la delegación son devorados por intensas llamas. Algunos tratan de correr, pero pronto caen, transformados en inertes cuerpos chamuscados. Alrededor, los árboles estallan en llamas, alcanzados por lo que el narrador llama “rayo calórico”.
Tan pronto como apareció, el objeto se esconde y la noche cae sobre el campo. Todo el lugar recupera la calma y se sume en un silencio que al narrador le causa un terror mucho más profundo. Cuando puede volver a moverse, huye despavorido del lugar.
Análisis
Como se hace evidente desde el comienzo del relato, La Guerra de los mundos plantea un escenario hipotético en el que la Tierra, hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX, es invadida por extraterrestres provenientes del planeta Marte. Con dicho argumento de fondo, esta novela inaugura un enorme y complejo género literario -y cinematográfico -que sigue desarrollándose hasta nuestros días y que se conoce como ciencia ficción.
Muchos teóricos y críticos han estudiado el género de ciencia ficción y hay quienes han encontrado obras de la literatura que de alguna forma lo predicen durante el siglo XVII y el XVIII (hay incluso un texto del siglo II D.C.) pero, en su sentido más amplio y general, existe cierto consenso en considerar a Julio Verne como uno de sus grandes precedentes -el abuelo, por ponerlo en términos familiares- y a H.G. Wells como el primer gran escritor de ciencia ficción -el padre, si continuamos con la misma referencia familiar-. Sin adentrarse en su gran diversidad, puede considerarse la ciencia ficción como una matriz genérica -esto es, como un enorme género literario dentro del cual pueden considerarse una gran cantidad de subgéneros más específicos- que ha intentado dar cuenta de su entorno a partir de una mirada hacia el futuro. Es por esto que se ha constituido en una forma narrativa que busca lanzar una mirada hacia los grandes retos del hombre en la modernidad, especialmente relacionado con la ciencia y los avances tecnológicos, pero sin dejar de lado las grandes preocupaciones que de igual forma aquejan al ser humano: la ecología, la sobrepoblación, los miedos, los retos, los éxitos.
La literatura de ciencia ficción, a la par de los avances científicos –y es eso lo que le da presencia–, expresa los deseos del ser humano y sus temores en relación con estos avances, al igual que su visión en torno a estos. Es esta la razón por la que estalla como una narrativa propia del siglo XX y se extiende al siglo XXI: porque los vertiginosos avances tecnológicos del último siglo han dado al ser humano posibilidades nunca antes imaginadas, como viajar a la Luna o explorar con sondas y robots el planeta Marte. Así, la ciencia ficción se caracterizó en sus inicios por ser una forma de especular sobre el futuro de la humanidad. Sin embargo, a pesar del interés puesto en un futuro hipotético y especulativo, en la ciencia ficción el pensamiento de lo inmediato no se pierde, pues tiene vigencia aún en esa perspectiva de lo futuro. La ciencia y la tecnología acompañan al ser humano y se convierten en tema de la escritura.
La guerra de los mundos es famosa por ser una de las primeras novelas dentro del género de la ciencia ficción, y por ser la primera historia popularizada sobre la invasión de la Tierra por criaturas venidas de otro planeta. A su vez, es importante recordar que la novela fue escrita antes del desarrollo tecnológico que permitió, de hecho, un progreso sustancial en el estudio del espacio. En la mente de los lectores contemporáneos a Wells existía, entonces, una posibilidad real de que Marte estuviera habitado.
La ciencia ficción propone muchas veces un cruce entre los géneros de la literatura y el discurso científico, y esto puede observarse con claridad en el estilo de La guerra de los mundos. Al iniciar la novela, se le presentan al lector extensos párrafos de carácter explicativo que utilizan un lenguaje objetivo, depurado de adornos innecesarios y de marcas de subjetividad. Este lenguaje, propio de los textos expositivos, busca transmitir al lector información clara y precisa, por lo que todos los recursos que se ponen en juego tienen como objetivo que el lector comprenda un determinado concepto o un proceso.
Por ejemplo, en el capítulo 1 el narrador explica al lector algunas características propias del planeta Marte, que funcionan como la base del conocimiento científico necesario para comprender la naturaleza de los hechos que se van a presentar en la novela:
Casi no necesito recordar al lector que el planeta Marte gira alrededor del Sol a una distancia de ciento cuarenta millones de millas y que recibe del astro rey apenas la mitad de la luz y el calor que llegan a la Tierra (...). El hecho de que tiene apenas una séptima parte del volumen de la Tierra debe haber acelerado su enfriamiento, dándole una temperatura que permitiera la aparición de la vida sobre su superficie. Tiene aire y agua, así como también todo lo necesario para sostener la existencia de seres animados. (p.12)
Como puede observarse, en el fragmento citado el objetivo del narrador es transmitir sus ideas con claridad y objetividad, sin atravesarlas por sus propios pensamientos o consideraciones. Incluso el agotamiento del planeta Marte, que resulta en la invasión de la Tierra, está dado como un hecho, y así se presenta al lector:
El enfriamiento que algún día ha de sufrir nuestro mundo ha llegado ya a un punto muy avanzado en nuestro vecino. Su estado material es todavía en su mayor parte un misterio; pero ahora sabemos que aun en su región ecuatorial la temperatura del mediodía no llega a ser la que tenemos nosotros en nuestros inviernos más crudos. Su atmósfera es mucho más tenue que la nuestra, sus océanos se han reducido hasta cubrir sólo una tercera parte de su superficie, y al sucederse sus lentas estaciones se funde la nieve de los polos para inundar periódicamente las zonas templadas. Esa última etapa de agotamiento, que todavía es para nosotros increíblemente remota, se ha convertido ya en un problema actual para los marcianos. (pp. 12-13)
Aunque en este pasaje comienzan a aparecer algunas marcas del propio narrador, como el “ahora sabemos” o “que es para nosotros”, el discurso sigue siendo eminentemente de carácter objetivo y su función es explicar un proceso físico: el enfriamiento del planeta Marte.
Sin embargo, La guerra de los mundos es una novela relatada en primera persona, y los bloques expositivos que dan inicio a la obra pronto abren paso al relato testimonial del narrador. Así, en el primer capítulo hay un transición marcada desde el texto explicativo y de carácter más técnico o científico hacia el texto narrativo y totalmente subjetivo. Las marcas de estilo que señalan este pasaje tienen que ver con el espacio y el protagonismo que tiene el narrador en la historia; el relato expositivo se quiebra para dar lugar a las percepciones del personaje, que son introducidas por verbos que indican recuerdos, conjeturas y opiniones personales: “Recuerdo que me quedé sentado en la mesa (…) sin recelar el significado del resplandor que había descubierto y de todo el cambio que traería a mi vida” (p.16); “Paréceme ahora casi extraordinariamente maravilloso que con ese peligro sobre nuestras cabezas pudiéramos ocuparnos de nuestras tacañas cosillas” (p.17).
Estas marcas que hacen emerger la subjetividad propia del narrador se vuelven cada vez más frecuentes e importantes para marcar la dimensión experiencial del relato. En el capítulo 3, por ejemplo, ante la contemplación del cilindro que ha caído desde el cielo, hay un párrafo que contrasta totalmente con el estilo objetivo y explicativo del inicio de la novela:
Al mismo tiempo me hice cargo perfectamente de que el objeto había llegado desde el planeta Marte, pero creí improbable que contuviera seres vivos. Pensé que la tapa se desenroscaba automáticamente. A pesar de las afirmaciones de Ogilvy, era partidario de la teoría de que había habitantes en Marte. Comencé a cavilar en la posibilidad de que el cilindro contuviera algún manuscrito, y en seguida conjeturé lo difícil que resultaría su traducción, para preguntarme luego si no habría dentro monedas y modelos u otras cosas por el estilo. No obstante, me dije que era demasiado grande para tales propósitos y sentí impaciencia por verlo abierto. (p. 23)
Este fragmento está regido por la subjetividad del personaje en cuanto al procesamiento que hace de la situación, y está marcado por verbos que refuerzan la idea de hipótesis: pensar, creer, cavilar, conjeturar. En este sentido, la naturaleza especulativa del relato pasa del plano argumental al plano de la estructura y el estilo: a través de los ojos del narrador, el lector descubre ese nuevo mundo que se despliega primero como una hipótesis y que paulatinamente irá concretándose de forma catastrófica. La posibilidad de una invasión marciana, tema que explora la novela, se plantea desde lo hipotético y especulativo hasta lo concreto, y se la sostiene con los datos científicos que presenta el protagonista al inicio de su relato.
Por otra parte, la novela utiliza con profusión el recurso del presagio: el narrador adelanta al lector los eventos que referirá con un lenguaje ominoso y cargado de pesimismo. Un ejemplo de dicho procedimiento puede comprobarse en las frases que dan inicio a la novela: “En los últimos años del siglo diecinueve ninguno habría creído que los asuntos humanos eran observados penetrante y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él” (p.11). El presagio crea en la mente del lector una idea de anticipación y duda o vacilación que lo empuja a seguir leyendo.
A pesar de que el narrador anónimo cuenta la historia mucho después de la invasión, y por eso puede recurrir a cierta información de carácter científico que no hubiera estado en su poder en otras circunstancias, la narración se concentra principalmente en los detalles de su periplo por el interior de Inglaterra tratando de sobrevivir al ataque marciano. Más adelante, el foco narrativo cambiará a la perspectiva de su hermano, anónimo también, para permitir al lector conocer los eventos que tuvieron lugar lejos del alcance del narrador. Sin embargo, gran parte de la novela está narrada por este inglés sin nombre que tiene cierta conexión con las comunidades científicas y literarias de su época.
En los primeros capítulos de la novela, Wells recupera la idea de hybris de la antigüedad clásica: la idea de que el orgullo, la arrogancia y los excesos de una persona pueden ser su condena. Los seres humanos creen en su supremacía sobre la Tierra y sobre el cosmos, y no son capaces de ver el peligro que acecha justo ante ellos. Incluso cuando caen los cilindros, el primer instinto de la gente fue tratar la intromisión alienígena como un espectáculo; las personas se reúnen, aparecen vendedores que ofrecen comida y bebida, y los más jóvenes incluso arrojan piedras contra el objeto desconocido. Esto demuestra que, o no están mentalmente preparados para aceptar el cambio drástico de todos los paradigmas que implica la llegada de vida extraterrestre, o simplemente rechazan todo cambio posible.