Mills cuestiona las tendencias burocráticas de la academia diciendo que “confía” en los jóvenes investigadores que obtienen cargos sin expresar ideas originales (Ironía verbal)
En su crítica, Mills postula que los practicantes del empirismo abstracto suelen tener tendencias burocráticas. Son eficientes a la hora de producir mucha investigación, pero no son capaces de tener ideas originales. Los considera emprendedores, aspirantes a empresarios más que a académicos. Y esto se debe, según Mills, a que las universidades recompensan ese tipo de trabajo, adjudicándoles cargos titulares. Es por esto que los académicos no se molestan por tener grandes ideas. Esta situación lleva a Mills a hacer esta afirmación irónica: “Uno solo puede esperar que cuando un número suficiente de estos jóvenes llegue en sus carreras al nivel de profesor adjunto llegarán, por alguna mutación intelectual, a saber que ya no dependen de ningún emperador sin ropas” (pp.121-122). Mills refiere aquí al cuento tradicional del rey a quien se hizo creer que iba vestido cuando en realidad estaba desnudo. De esta forma, al decir que “espera” que estos jóvenes académicos lleguen algún día a pensar por sí mismos, revela con sarcasmo que él no cree que sean aptos, como el rey que andaba desnudo, para los cargos que obtuvieron.
El aumento de la razón de un individuo debería aumentar su libertad, pero la racionalización de la burocracia la ha disminuido (Ironía situacional)
Mills afirma que, según los pensadores de la Ilustración, se suponía que la razón y la libertad estaban conectadas: cuanta más razón tuviera la gente, más libertad tendría. Desde esta perspectiva, resulta irónico que en el siglo XX haya aumentado la razón en desmedro de la libertad. Esto se debe, según Mills, a que la burocracia utiliza la racionalización para controlar a las personas, limitando su libertad en vez de aumentarla. Por lo tanto, la ironía de la burocracia es que más razón equivale a menos libertad.