Inquietudes vs. problemas
Un tema recurrente a lo largo de La imaginación sociológica es la diferencia entre inquietudes y problemas. Ambos tienen que ver con una percepción de peligro y amenaza en medio de una crisis, pero las inquietudes tienen que ver con las crisis en la vida personal, lo que le ocurre a un individuo, mientras que los problemas se asocian con las crisis públicas que afectan a instituciones.
La sociología, según Mills, es capaz de conectar ambos aspectos, y así ayuda a los individuos a ver cómo sus inquietudes personales están relacionados con los problemas sociales. Por ejemplo, un matrimonio puede tener dificultades y eso es una inquietud personal. Pero los problemas sociales también pueden estar imbricados con la crisis matrimonial, si esta se explica por los factores que indican una mayor tendencia al divorcio en la sociedad. En este sentido, la sociología debe ser capaz de ofrecer un relato que explique la relación entre las inquietudes personales y los problemas sociales.
Medio vs. estructura social
La distinción entre medio y estructura está relacionada con la distinción entre inquietudes y problemas. Un medio es la situación social inmediata de una persona; en el caso del divorcio, el medio es el matrimonio o la familia en la que se desarrollan los problemas matrimoniales. Una estructura es una formación social más amplia en la que se integran varios medios. Se podría pensar en la estructura de Estados Unidos, por ejemplo, que organiza diferentes instituciones, incluida la familia, pero también la economía, los partidos políticos, etc. La sociología tiene que formular preguntas que relacionen medio y estructura, de modo tal que las experiencias individuales –que Mills identifica como biografías– se expliquen en términos de las estructuras más amplias que ordenan y moldean la sociedad.
Teoría vs. empirismo
Mills critica dos grandes tendencias o escuelas de investigación de las ciencias sociales de su tiempo. La primera, que llama “gran teoría”, es excesivamente teórica, lo que significa que habla vagamente de generalidades en lugar de explicar fenómenos sociales concretos o las acciones y comportamientos de personas reales. La segunda, el “empirismo abstracto”, es excesivamente empírica, demasiado apegada a la recolección de datos, por lo que deja de lado la búsqueda de patrones o tendencias más amplias en la vida social.
Mills afirma que es necesaria una sociología que reúna ambas tendencias. Una buena ciencia social plantea preguntas que son simultáneamente teóricas y empíricas. Este tipo de síntesis la realizaba la ciencia social clásica, y, por eso, Mills afirma que se debe recuperar este tipo de ciencia, que trabaja integrando la abstracción de la teoría y los datos del empirismo.
La libertad y la razón
Mills piensa que la Modernidad se caracteriza por el ideal de la Ilustración de que la razón conduzca a la libertad. Si la gente pudiera saber más y pensar con detenimiento, se liberaría para vivir vidas más plenas y justas. Pero, para Mills, esta relación entre razón y libertad se ha roto en su actualidad. Cada vez más la razón conduce a menos libertad, porque se utiliza para estandarizar el comportamiento, aumentar la eficiencia de los trabajadores y vaciar a la gente de individualidad. Mills cree que le corresponde a los científicos sociales reintegrar la libertad y la razón, mostrando cómo la ciencia puede liberar a las personas al ayudarlas a comprender su rol en la sociedad. Una buena ciencia social puede transformar la sociedad aumentando la capacidad de razonar del individuo, para que este pueda liberarse a sí mismo.
La historia
Según Mills, la historia es uno de los tres pilares de la buena ciencia social, junto con la biografía y la estructura social. La historia nos ayuda a comprender las particularidades del presente al compararlo con lo que ha habido antes. Mills sostiene que podemos formular preguntas históricas sobre el presente, que respondan a por qué las cosas son como son y a cómo podrían ser. De esta manera, el sentido histórico del presente nos permite hacer mejor ciencia social, al liberarnos de la idea de que el presente es inevitable y permitirnos, así, imaginar un futuro diferente.
La burocracia
A lo largo de La imaginación sociológica, Mills cuestiona la creciente estandarización de la vida que produce la burocracia. El mecanismo que nos obliga a ir a una institución o un departamento, rellenar formularios, marcar casillas y tomar exámenes para obtener una licencia o certificación constituye el sistema burocrático que, para Mills, disminuye la libertad humana. Se encuentra en todas partes, desde las empresas hasta el gobierno y la economía, y, de a poco, se va apoderando de la educación y las universidades, que cada vez se gestionan más como empresas en lugar de como instituciones de enseñanza superior.
Además, los propios científicos sociales son a menudo cómplices de este proceso, cuando su trabajo se utiliza para ayudar a las organizaciones a ser más eficientes, lo que normalmente significa extraer más trabajo de sus empleados. Mills hace un llamamiento a los científicos sociales para que dejen de ser cómplices de los sistemas burocráticos de dominación y para que asistan, en cambio, al incremento de la democracia.
El hombre común vs. la élite gerencial
En relación con el problema de la burocracia, está la tensión entre el hombre común y la élite gerencial. El hombre común es el que va a su trabajo y vuelve a su casa con su familia, pero no tiene mucho que decir sobre las decisiones que condicionan su vida. En cambio, la élite gerencial es la que toma las decisiones en la sociedad, ya sea en el gobierno o en las empresas. El problema es que las élites están obsesionadas con la burocracia y con explotar al hombre común, por lo que la burocracia es un sistema que se parece más a una aristocracia que a una democracia.
Por eso, Mills sostiene que las ciencias sociales deben responsabilizar a las élites de los problemas sociales, en vez de asistirlas en su aplicación burocrática de la racionalización. Si los sociólogos asumen esta tarea, contribuirán a avanzar hacia una sociedad más democrática, en la que todas las personas participen de las decisiones que afectan sus vidas.