Lo que necesitan, y lo que ellos sienten que necesitan, es una cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo y de lo que quizás está ocurriendo dentro de ellos.
Esta es, en pocas palabras, la afirmación de Mills sobre la urgente necesidad de la “imaginación sociológica”, que es la "cualidad mental" a la que se refiere aquí. Con “ellos” el autor alude a la gente común y corriente, que se siente impotente debido a la rutina y a la falta de control que tienen sobre las decisiones importantes que toman en su vida. Lo que la imaginación sociológica puede proporcionar es una forma de comprender cómo las experiencias personales están moldeadas por factores sociales, de modo que se pueda aprender también a cambiar esos factores. Por lo tanto, la imaginación sociológica no solo es una forma de pensar, sino también un medio para la liberación.
Esa imaginación es la capacidad de pasar de una perspectiva a otra: de la política a la psicológica, del examen de una sola familia a la estimación comparativa de los presupuestos nacionales del mundo, de la escuela teológica al establecimiento militar, del estudio de la industria del petróleo al de la poesía contemporánea.
Después de exponer por qué es importante la imaginación sociológica, Mills define en qué consiste. En general, se caracteriza por unir lo pequeño y lo grande, lo personal y lo social, lo privado y lo público. A lo largo de La imaginación sociológica, Mills explica cómo funciona esto en el análisis social, en el que siempre es importante formular preguntas de investigación que se refieran simultáneamente a las cuestiones macro y micro del entramado social.
La causa fundamental de la gran teoría es la elección inicial de un nivel de pensamiento tan general, que quienes lo practiquen no puedan lógicamente descender a la observación.
Esta es la crítica fundamental de Mills a la gran teoría, característica del pensamiento de Talcott Parsons. La gran teoría, dice Mills, funciona a una notable distancia de la vida de la gente real, porque habla de generalidades en lugar de especificidades. Así, no puede explicar los problemas que tiene la gente ni cómo solucionarlos. Este es uno de los polos de lo que Mills considera que está funcionando mal en la sociología de su tiempo.
El armazón de dichos estudios ha sido la simple clasificación de preguntas: ¿Quién dijo qué a quién en qué medios y con qué resultados?
En el capítulo 3, Mills explica el otro polo de lo que considera que está mal en la sociología actual: la corriente del “empirismo abstracto”. Tal y como lo describe, este tipo de trabajo sociológico consiste básicamente en hacer encuestas. Es un trabajo que no responde a ninguna pregunta sociológica urgente, porque solo informa sobre lo que la gente dice sin teorizar por qué lo dice. En este sentido, el empirismo abstracto carece de toda comprensión sistémica de la estructura social o de las fuerzas sociales que influyen en la vida personal de la gente.
Lo que se llamó “públicos” en los siglos XVIII y XIX se está convirtiendo en una sociedad de “masas”. Por otra parte, la importancia estructural de los públicos va desapareciendo a medida que los hombres en general se convierten en “hombres masa”, atrapados en medios totalmente impotentes.
En esta cita, Mills diagnostica un problema esencial de la sociedad de su tiempo que, a su criterio, la sociología empeora en lugar de remediar. Se trata del problema de que las personas se someten a una estandarización que les hace perder su individualidad. En vez de reunirse en lugares públicos para discutir problemas de la vida social —como cafés, plazas públicas, etc.—, van directamente de la fábrica a sus casas, y viven vidas enajenadas. No es de extrañar, entonces, que los hombres se sientan “atrapados”, confinados en los límites de sus experiencias personales. La sociología tiene que remediar esto ampliando la conciencia individual, para que incluya la comprensión de los problemas públicos además de los privados.
Aunque no sea más, [los partidarios del empirismo abstracto] proporcionan empleo a técnicos semi-expertos en una escala y de una manera antes desconocidas; les abren carreras que ofrecen la seguridad de la antigua vida académica sin exigir el antiguo tipo de logros individuales. Este estilo de investigación, en resumen, va acompañado de un demiurgo administrativo importante para el futuro del estudio social y para su posible burocratización.
En este fragmento, Mills prosigue su crítica al empirismo abstracto y a su método de realizar encuestas. Aquí señala que, aunque las encuestas no responden a ninguna pregunta científica social importante, dan trabajo a la gente: hay que tener mucha gente para encuestar a una muestra lo suficientemente grande como para hacer afirmaciones estadísticas. Lo irónico es que convierte la investigación en una labor de hacer números, que abandona el planteo de preguntas importantes. En lugar de eruditos y pensadores, los científicos sociales son meros “técnicos”. De esta forma, la investigación se torna en un sistema burocrático que intenta ser racional y eficiente, cuando debería asistir a derrocar la burocracia aliada con el poder. Por eso, dice Mills, la sociología se ha convertido en cómplice de los sistemas de dominación.
La confusión en las ciencias sociales es moral tanto como “científica”, política tanto como intelectual.
Este es el núcleo de la preocupación de Mills sobre el estado de las ciencias sociales. Él entiende que la ciencia social contemporánea tiene una crisis en su moral y en sus valores además de en sus métodos. Más concretamente, Mills cree que las ciencias sociales han perdido de vista los importantes valores de la libertad y la razón, porque en vez de interesarse por mejorar la vida en sociedad, contribuyen a que los sistemas burocráticos controlen a la gente, lo que Mills identifica con una tendencia antiliberal. Por eso, pide a las ciencias sociales que vuelvan a su compromiso liberal de reformar o transformar la sociedad. Para ello, tienen que volver a invertir en cultivar la razón entre los hombres corrientes para que puedan liberarse y encontrar su libertad.
La ciencia social clásica, en resumen, no “construye” con estudios microscópicos ni “deduce” de elaboraciones conceptuales. Quienes la practican procuran construir y deducir al mismo tiempo, en el mismo proceso del estudio, y hacerlo mediante la formulación y re-formulación adecuada de los problemas y de sus adecuadas soluciones.
Tras detallar dos caminos, a su criterio equivocados, de las ciencias sociales –la gran teoría, demasiado general, y el empirismo abstracto, demasiado obsesionado con los datos–, Mills nos recuerda cómo la ciencia social clásica solía hacer teoría y recopilación de datos de forma simultánea. “Construir” es trabajar desde los datos hacia la teoría, y “deducir” es trabajar desde la teoría hacia los datos. Mientras que la mayoría de las ciencias sociales actuales solo hacen una cosa, la ciencia social clásica hacía ambas al mismo tiempo. Y lo que es más importante, no lo hacía a través de un método específico, sino formulando las preguntas adecuadas. Estas preguntas, para Mills, tienen que referirse, al mismo tiempo, a las inquietudes privadas de la gente común y a los problemas públicos de una sociedad. Solo formulando preguntas que remitan a estas dos esferas de la vida individual y social pueden las ciencias sociales alcanzar sus objetivos.
La ciencia social trata propiamente de la diversidad humana, constituida por todos los mundos sociales en que han vivido, viven y podrán vivir los hombres.
Esta cita nos da la definición de Mills sobre la diversidad del objeto de estudio de las ciencias sociales. Las personas son diferentes dentro de una sociedad, las sociedades son diferentes entre sí, y la sociedad en un momento de la historia es diferente de sí misma respecto de otro momento de la historia. Según Mills, este amplio sentido de la diferencia es de vital importancia, porque les permite a los investigadores comprender la complejidad y especificidad de los problemas que estudian. Los científicos sociales deben comprender otras culturas y otras historias para entender mejor su propia cultura y su sociedad.
Quiero decir también que nuestras principales orientaciones —el liberalismo y el socialismo— se han desplomado virtualmente como explicaciones adecuadas del mundo y de nosotros mismos.
Aquí, Mills postula la transición de la sociedad a una “Cuarta Época”, un período histórico posmoderno que, en el momento en que escribe, aún no se ha definido. La Modernidad estaba ligada a los ideales de la Ilustración, que concebían la razón como conductora de la libertad. Mills, que escribe durante la Guerra Fría –la que se percibe como una batalla entre los Estados Unidos, capitalista, y la URSS, socialista– postula aquí que ni el liberalismo ni el socialismo son capaces de explicar el mundo actual. La razón tampoco conduce a la libertad, porque se ha puesto al servicio de una racionalización burocrática que encarcela al hombre. Por eso, les corresponde a los científicos sociales recuperar una comprensión de la sociedad en la que la razón pueda tener, de nuevo, un efecto liberador.