Resumen
Mills comienza su crítica de la sociología contemporánea dirigiendo su atención a lo que denomina “gran teoría”. Lo grande de este tipo de teoría es su alcance: trata de explicar todas las estructuras en todas las sociedades y, para ello, crea conceptos muy abstractos. En lugar de explicar una interacción social concreta, ofrece descripciones generales de todas las interacciones sociales. Esta descripción general es lo que Mills llama “Concepto”, con “C” mayúscula. La gran teoría está obsesionada con los Conceptos y con cómo se comporta hipotéticamente la gente, en vez de interesarse por las interacciones y los comportamientos de la gente real.
Su principal ejemplo de gran teoría es la obra de Talcott Parsons, a la que Mills se dedica a criticar en la mayor parte de este capítulo. Parsons fue uno de los sociólogos estadounidenses más importantes de principios del siglo XX. La parte “grande” de la teoría de Parsons puede verse en algunos de sus títulos más importantes, como The Social System ('El sistema social') y Toward a General Theory of Action ('Hacia una teoría general de la acción'). Parsons habla de el sistema social, lo que implica que todas las sociedades funcionan de la misma manera. También piensa en una teoría general de la acción: esto significaría que toda acción humana puede explicarse con una sola teoría. Es este tipo de enfoque general y universal el que Mills rechaza, porque es demasiado amplio como para responder a problemas sociológicos concretos. Al ser tan general, este tipo de trabajo pierde de vista a las personas reales que viven vidas reales.
Mills también cuestiona que la escritura de Parsons sea demasiado densa y difícil de entender. Así, sostiene que The Social System podría tener 150 páginas en vez de 555, si estuviera escrito en inglés de uso cotidiano, con frases directas y palabras sencillas. Parsons, sostiene Mills, escribe ideas abstractas en una prosa demasiado enrevesada. Esto no quiere decir, necesariamente, que su pensamiento sea erróneo, sino que a veces ni siquiera se entiende lo que dice, porque no se comunica con claridad.
Mills asume como tarea una “traducción” de la obra de Parsons, de modo que sus ideas también puedan ser comprendidas y luego criticadas. Según la "traducción" de Mills, Parsons teoriza sobre la relativa estabilidad de la sociedad, a la que llama “equilibrio social”. Este equilibrio social se caracteriza porque las personas tienen valores similares, como la caridad o la virtud, y roles relativamente estables, como el rol de obrero o el de jefe. Estos roles se mantienen, de acuerdo con Parsons, gracias a la socialización o al control social. La socialización es el proceso por el cual se nos enseña a comportarnos correctamente en sociedad, ya sea a través de la instrucción de nuestros padres y profesores, o imitando a otros. El control social es la imposición de este comportamiento mediante la violencia o la amenaza de violencia por parte de las figuras de autoridad. Debido a la socialización y al control social, Parsons se pregunta cómo es posible que alguna vez se produzca un cambio social. Si la sociedad siempre se conserva a través de la socialización y el control, ¿cómo podrían cambiar los roles sociales?
Mills considera que el de Parsons es un planteo equivocado. Para empezar, ignora el hecho de que las sociedades nunca están perfectamente unificadas. Mientras que Parsons piensa que la sociedad está cohesionada porque la gente tiene los mismos valores, Mills señala que, en la mayoría de las sociedades, los grupos de personas tienen, en realidad, valores diferentes. En todos los países hay partidos políticos enfrentados con valores diferentes –liberales o conservadores, por ejemplo– y, sin embargo, el país sigue existiendo como tal. Las familias también tienen miembros que discrepan o no se llevan bien, pero no por eso dejan de ser una familia; puede haber muchas peleas alrededor de la mesa cuando se habla de política o de moral, pero todos permanecen alrededor de la mesa. Por lo tanto, la experiencia nos dice que no es necesario tener los mismos valores para permanecer unidos. Los valores no unifican a la sociedad, como tampoco unifican a las familias.
Además, suponer que los valores unifican a una sociedad difumina otras dinámicas más interesantes dentro de ella. El ejemplo de los partidos políticos enfrentados pone de manifiesto que existen diferentes sistemas de valores vinculados al poder. La explicación que da Parsons pasa por alto la lucha por los valores dentro de la sociedad, que en muchos casos produce desequilibrios de poder y estructuras de dominación. Si un niño no está de acuerdo con su padre, no se trata de un desacuerdo neutral; es probable que el padre tenga más poder que el niño para imponer sus valores. Así, Mills considera tres formas en las que esta imposición del poder puede ocurrir en la sociedad. En primer lugar, los hombres pueden ser dominados por la violencia o la amenaza de violencia; esto se llama “coacción”. En segundo lugar, los hombres pueden ser persuadidos sutilmente por la ideología, o las imágenes e ideas que están disponibles en los medios de comunicación; esto se llama “autoridad”. Y tercero, los hombres pueden ser dominados sin saber que lo están siendo; esto se llama “manipulación”.
Para explicar mejor la complejidad de la sociedad, con sus diferentes sistemas de valores, desequilibros de poder y comportamiento de la gente en la vida cotidiana, Mills les pide a los sociólogos que reflexionen sobre los niveles de abstracción de sus teorías. En lugar de escribir una gran teoría que explique todas las acciones en todos los contextos, los sociólogos podrían dejar claro el contexto específico que examinan. Por ejemplo, se han dado los casos de familias y partidos políticos como contextos específicos de desacuerdo social. Según Mills, es necesario ser lo más específicos posible sobre el contexto del que estamos hablando. Si hablamos de economía, no basta con describir una economía como “capitalista”; tenemos que ser más específicos sobre qué tipo de capitalismo estamos abordando, si es el de libre mercado o el de la propiedad privada, por ejemplo.
Por otra parte, Mills pide que, en lugar de una gran estructura social cohesionada por valores universales, se considere una variedad de tipos de integración social que coordinan órdenes institucionales. Para Mills, las instituciones son agrupaciones de roles sociales. La iglesia, por ejemplo, reparte roles como obipos, sacerdotes y fieles; y la familia, como institución, contempla en su estructura los roles de padres, madres, hijos y niñeras, entre otros. Los órdenes institucionales agrupan estas instituciones en categorías más amplias: la iglesia pertenece al orden de la religión y la familia, al del parentesco. También se puede pensar en el orden económico, con instituciones como bancos y tesorerías, y en el orden político, con instituciones como los partidos políticos. Lo que la sociología debería averiguar, dice Mills, no es cómo una sociedad entera comparte un conjunto de valores, ya que la mayoría de las sociedades no comparten valores de forma generalizada, sino cómo estos diferentes órdenes se integran o funcionan juntos.
La cuestión es que no existe un solo modo de integración. Por ejemplo, Mills cree que en los Estados Unidos del siglo XIX las instituciones eran relativamente iguales, si bien estaban separadas; entonces predominaba un modo de integración por correspondencia. Por otro lado, en la Alemania nazi, el modo de integración era la coordinación, en la que una institución puede controlar a las otras; es lo que ocurre cuando un partido político utiliza una economía centralizada para subordinar otros órdenes institucionales, como la familia y la religión.
Mills cree que la sociedad estadounidense se está moviendo de la integración a la coordinación. La cuestión principal, sin embargo, es que diferentes sociedades en diferentes épocas tienen distintas formas de integración, y ninguna gran teoría podría describir adecuadamente estas diferencias. Por eso sostiene que, en lugar de ser grandiosos, debemos ser específicos y, en lugar de intentar explicarlo todo con un único Concepto, debemos intentar explicar algo en todos sus matices.
Análisis
Talcott Parsons es un referente de la sociología estadounidense en la época en que escribe Mills. Es quien lleva a Estados Unidos muchas de las ideas de sociólogos europeos como Max Weber, a quien tradujo. Esta es una de las razones por las que Mills se detiene particularmente en Parsons en La imaginación sociológica. Todo este capítulo está dedicado a analizar y criticar su teoría.
Al cuestionar y dedicar tanto tiempo a criticar a Parsons, Mills también resalta su importancia y muestra respeto por una figura destacada en su campo, al mismo tiempo que se destaca a sí mismo, afirmando su propia autoridad. Si Parsons es un modelo de sociólogo ejemplar, y Mills puede demostrar que es mejor que Parsons, entonces tendrá derecho a reclamar un prestigio similar o superior. De este modo, Mills cumple con la obligación de tratar con seriedad y extensión las ideas de un sociólogo de primera línea, revelando en simultáneo su propósito de colocarse en una posición similar.
Una vez más, el estilo de Mills se presenta como un recurso para conseguir este objetivo. En este caso, Mills emplea la ironía y el sarcasmo para cuestionar la escritura enrevesada de Parsons, cuando dice, al parafrasearlo, que está realizando una traducción de sus ideas al inglés. Así, se burla del estilo de Parsons al mismo tiempo que se lo toma lo suficientemente en serio como para presentar sus argumentos en lenguaje cotidiano. Parsons comenzó su carrera traduciendo a algunos de los grandes sociólogos europeos del siglo anterior, por lo que Mills le copia el gesto de traducir a su antecesor, inaugurando así la siguiente generación de sociólogos, que irá más allá de lo que postula Parsons.
Los ejemplos que utiliza Mills en este capítulo vuelven a ser reveladores para situar La imaginación sociológica en un momento histórico concreto. Como escribe apenas una década después de la Segunda Guerra Mundial, su análisis de la Alemania nazi es particularmente impactante. Mills sugiere con este ejemplo que la sociología puede dar respuestas a los grandes problemas del siglo XX, ya que el nazismo –y las naciones totalitarias en general– estaban muy presentes en la mente de sus contemporáneos. Cuando advierte que su país podría ir en una dirección similar –al sostener que “el último siglo de la historia de los Estados Unidos muestra una transición de una estructura social ampliamente integrada por correspondencia a otra mucho más sometida a coordinación” (p.65)– Mills se posiciona políticamente, cuestionando las formas autoritarias de poder. De esta manera, propone que la sociología no solo puede ayudar a entender el pasado y el presente, sino que también puede advertirnos sobre el futuro.
Una cuestión importante de este capítulo es la importancia del desacuerdo. No se trata solamente de estar en contra de Parsons; Mills también piensa que el desacuerdo es una parte esencial de la vida democrática. Las naciones tienen partidos políticos que discrepan, así como las familias tienen parientes que discuten. Esto, para Mills, no es un motivo de preocupación, sino un sello distintivo de relaciones sanas. Así, al escenificar este capítulo como un desacuerdo con Parsons, sugiere hasta qué punto el desacuerdo es también clave para el progreso del conocimiento. Mills volverá sobre la importancia del desacuerdo y el debate en el capítulo final de La imaginación sociológica. Desde su perspectiva, el papel del sociólogo es fomentar los desacuerdos sanos para que la gente use la razón y haga avanzar la democracia, evitando someterse al totalitarismo.