Escrito en la década de 1950, La imaginación sociológica es un polémico ensayo de C. Wright Mills sobre cómo se debe hacer ciencia social. El libro consta de 10 capítulos y se divide en tres secciones. La primera, que constituye la mayor parte del libro, ofrece una crítica a la sociología contemporánea. La segunda aboga por un retorno a la “ciencia social clásica” y expone los principios de lo que implicaría aquel retorno. La última sección explica la política de esta ciencia y por qué es urgente en el momento en que escribe.
Según Mills, la imaginación sociológica es una forma de pensar que conecta las inquietudes privadas de las personas con los problemas públicos de la estructura social. Bien empleada, la ciencia social utiliza esta imaginación para formular preguntas históricamente específicas sobre cómo los sentimientos y las acciones de los individuos se conectan con las instituciones y con la estructura social en la que viven.
Mills considera que la sociología contemporánea no ha llevado a cabo esta labor adecuadamente. Su crítica se focaliza en dos grandes escuelas. La primera se denomina “Gran Teoría” y se asocia principalmente con Talcott Parsons y la sociología de Harvard. Esta escuela piensa en términos demasiado abstractos y universales, elaborando grandes teorías sobre la naturaleza humana o sobre la forma de la sociedad que no le permiten ahondar en la diversidad de los seres humanos ni en la variedad de las sociedades. De acuerdo con Mills, esta escuela es demasiado teórica, por lo que no sirve para explicar lo que las personas hacen en la vida real.
La segunda escuela, que Mills denomina “empirismo abstracto”, tiene el problema contrario. Esta escuela se basa en la recolección de datos –principalmente, en encuestas– y está obsesionada con sondear a la población e identificar la opinión pública. Pero estas encuestas rara vez producen teoría que explique por qué la gente piensa como piensa. Los sondeos pueden indicar la opinión de una persona en particular, pero no lo que la motiva a tener esa opinión en la esfera de lo social.
Además, Mills cree que el método de las encuestas es excesivamente burocrático, porque trata de sistematizar la investigación, buscando la eficacia y la ejercitación en una habilidad –el sondeo– en vez de indagar la verdad y entrenar a la gente a formar un pensamiento crítico. Como consecuencia, el empirismo abstracto, en el mejor de los casos, convierte la sociología en una burocracia y, en el peor, ayuda a otros sistemas burocráticos a explotar mejor a sus empleados o ciudadanos. En lugar de desbaratar el poder, esta corriente de la sociología le dice a los sistemas de dominación cómo ser más poderosos.
Mills sostiene que la sociología no fue siempre así, porque empezó en el siglo XIX como un movimiento libreal y reformista. La sociología, entonces, indagaba inquietudes personales –como la pobreza– y las trataba como problemas públicos –como el desempleo generalizado–. La ciencia social clásica combina la atención a la biografía, la estructura social y la historia. La biografía se refiere a los problemas de las personas en su entorno social inmediato, o lo que Mills llama su “medio”. La estructura social se refiere a instituciones, como la familia, el lugar de trabajo y los partidos políticos, y a cómo se relacionan entre sí. La historia se refiere a cómo se diferencian las sociedades en función de cuándo, dónde y cómo se formaron. Para Mills, una buena ciencia social plantea preguntas que incorporan estos tres aspectos de la sociedad, vinculando lo pequeño con lo grande, lo privado con lo público, lo local con lo global.
Si se emplea correctamente, la sociología puede ayudar a las personas a comprender su lugar en el mundo y a transformarlo. Si el empirismo abstracto es funcional a la burocracia, la ciencia social clásica debe servir a la democracia. Su propósito es liberar a las personas para que piensen sobre su mundo y para que adquieran una perspectiva que les permita transformar sus condiciones de existencia. En el sentido en que lo plantea Mills, la sociología no solo estudia la historia, sino que también puede hacer historia.