"El rostro del marqués es como esta tinta; ha palidecido mucho desde que me ocupo de él" (p.10) (Símil)
En este ejemplo de símil podemos observar cómo Antoine Roquentin establece una comparación entre el rostro de M. de Rollebon y la tinta con la que está escribiendo el estudio justamente sobre el marqués. En este caso, la similitud que encuentra es la capacidad de empalidecer que tienen tanto el rostro de Rollebon como la tinta; empalidecer en el sentido de perder ese brillo que define la vitalidad de las cosas. De esta forma, Antoine expresa que tanto la imagen que tenía de M. de Rollebon como la tinta con la que está escribiendo el estudio sobre él han perdido la vitalidad que tenían al comienzo.
"Me gustaba tanto el cielo de ayer, un cielo estrecho, negro de lluvia, que se apretaba contra los vidrios como un rostro ridículo y conmovedor" (p.11) (Metáforas y símil).
En este símil, Antoine hace referencia al cielo del día anterior y lo compara con un rostro ridículo y conmovedor. Este rostro, al mismo tiempo, se apreta contra los vidrios, lo que nos da una sensación que algo se le viene encima, lo acecha, como, por ejemplo, la tormenta. Así y todo, le gusta ese cielo, lo que también nos lleva a pensar que a Antoine le agradan las cosas ridículas y conmovedoras, como la herrumbre del depósito o las tablas podridas de la empalizada, a las que hará referencia apenas una línea más abajo.
"Mis recuerdos son como las monedas en la bolsa del diablo: cuando uno la abre, solo encuentra hojas secas" (p.26) (Símil)
En esta cita, Antoine compara sus recuerdos con las monedas en la bolsa del diablo, que se transforman en hojas secas cuando uno la abre. A partir de este símil, está claro que se busca asociar los recuerdos a algo frágil e intrascendente. Por otro lado, también se desprende que estos recuerdos son traicioneros, es decir, no son lo que parecen. La memoria, en ese sentido, para Antoine es una trampa, como la bolsa del diablo, en el que el pasado se desdibuja.
"Mi cabeza domina las dos columnas, y veo sombreros, un mar de sombreros" (p.36) (Metáfora)
Antoine Roquentin utiliza la metáfora "un mar de sombreros" para hacer referencia a la gran cantidad de personas que pasean por la calle Tournebride los domingos por la mañana. Luego, Roquentin también hablará de "sombrerazos" para hacer referencia al acto de saludarse entre los hombres y que, según él, es una de las razones primordiales por la que las personas deciden ir a pasear a la calle Tournebride los domingos. Esta metáfora hace referencia al carácter indiferenciado del conjunto, y funciona como una crítica de la falta de individualidad de las personas que lo componen.
"Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza..." (p.82) (Metáfora y símil)
En este ejemplo de símil, Antoine Roquentin compara sus pensamientos con un vértigo, y utiliza la metáfora para otorgarles la cualidad de nacer, característica propia de los seres vivos. Esta cita se da en el contexto en que Antoine confiesa que él es su pensamiento, que no logra detenerse, y que si él existe como persona es porque piensa. De esta forma, podemos deducir que su existencia es vertiginosa y que sigue el ritmo frenético de sus ideas. Existir, de alguna manera, es estar naciendo permanentemente sin sentido; se trata de un brote constante de existencia gratuita, sin un propósito claro que la justifique. Es evidente que, con este símil, Antoine busca recalcar el carácter omnipresente e incontrolable de su propia existencia.