La existencia
Jean Paul Sartre fue uno de los máximos exponentes de la corriente filosófica del existencialismo. Esta corriente estaba orientada al análisis de la existencia humana, la libertad, la responsabilidad individual y el sentido de la vida. La náusea, primera novela filosófica de Sartre, toma como eje central el tema de la existencia para luego, a partir de él, explorar otras cuestiones humanas.
Para Antoine Roquentin, protagonista de La náusea, la existencia es un problema, algo que necesita ser resuelto, o sea, explicado. La falta de certezas respecto de su condición humana le produce esta sensación de náusea, de repulsión hacia la vida. A lo largo de su diario, Roquentin reflexiona permanentemente sobre la existencia, y lo hace a partir de lo cotidiano, de la descripción minuciosa de las cosas simples que le ocurren en el día. Este ejercicio introspectivo de escritura parece posicionarlo cada vez más cerca de esa definición de existencia que busca.
Ya hacia el final de la novela, Antoine dice: "Todo lo que me queda de real es existencia que se siente existir" (p.142). En otro momento de reflexión al respecto, afirma: "Existencia es estar ahí (...) la contingencia es lo absoluto, en consecuencia la gratuidad perfecta" (p.109). De esta forma, Roquentin va terminando de delinear su definición de la existencia: exisitir es estar, y todo lo demás es definido por la contingencia, es decir, por la propia circunstancia insólita de estar.
Sartre, como todos los filósofos existencialistas, consideraba que la existencia precedía a la esencia. Esto quiere decir que una persona se define por su capacidad consciente de actuar de forma libre y responsable, y no por una categoría preestablecida relacionada con roles o estereotipos. Dicho de otra manera, es la vida real de una persona, sus decisiones y acciones, las que definen su esencia. La esencia, entonces, no un concepto preconcebido; no hay una esencia arbitraria que se puede aplicar a toda la humanidad por igual, borrando los atributos particulares de cada persona.
Por otro lado, la existencia es un fenómeno que se impone, que está por encima de todo. "Los árboles flotaban (...) No tenían ganas de existir, pero no podían evitarlo; eso es todo" (p.111), dice Roquentin, recordando un momento de contemplación en el jardín público de Bouville. La existencia, entonces, es una condición que no se elige y con la que hay que convivir a pesar de no entender su propósito o, incluso, como en el caso de los árboles, de "no tener ganas" de poseer. En relación con esto, es de la opinión del protagonista que "(...) la existencia es un lleno que el hombre no puede abandonar" (p.111).
El absurdo
El absurdo es, sin lugar a duda, otro de los temas más importantes de La náusea. Si la existencia es tan gratuita y, al mismo tiempo, tan ligada a la vida real de las personas, esto significa que no hay un propósito o sentido de existencia concretos que el ser humano pueda utilizar para justificar su propia vida. De esta forma, tiene que coexistir con la ausencia total de un sentido inherente a su existencia: existir es absurdo e inevitable, y las personas debemos transitar nuestra existencia soportando esta paradoja.
A propósito de la pareja de jóvenes que está en el café mientras almuerza con el Autodidacto, Roquentin afirma: "Después de todo, hay que matar el tiempo (...) Cuando se hayan acostado juntos, habrá que buscar otra cosa para ocultar el enorme absurdo de la existencia" (p.92). Hay que matar el tiempo porque la existencia es absurda, porque nada tiene sentido y es necesario distraernos de esa falta de propósito que tiene nuestra propia existencia.
Por otro lado, Roquentin, luego de una extensa y caótica reflexión sobre la raíz del árbol del jardín público, siente haber encontrado la clave de su Existencia, la clave de sus Náuseas, la clave de su propia vida: "Todo lo que pude comprender después se reduce a este absurdo fundamental. Absurdo: una palabra más (...) Pero quisiera fijar aquí el carácter absoluto de este absurdo" (p.107). A partir del análisis de lo cotidiano, Antoine Roquentin llega a la conclusión de que el absoluto es lo absurdo o viceversa. La ausencia de sentido es la dimensión en la que la humanidad si inserta y, por lo tanto, cualquier intento de hallar un propósito que justifique la propia existencia, además de inútil, será frustrante y angustioso.
La soledad
En el marco existencialista que propone la novela La náusea, el sentimiento de soledad es inevitable. En el caso de Roquentin, es justamente esa angustia de una vida sin sentido la responsable de su soledad. Durante el almuerzo con el Autodidacto, ya harto de su humanismo, Roquentin sentencia: "Considero (...) que no es posible odiar a los hombres, del mismo modo que no es posible amarlos" (p.98). Si, como afirma Antoine, no se puede amar ni odiar a los hombres, ¿qué tipo de vínculo puede existir entre las personas? El absurdo infecta la existencia y conduce a la apatía, a la falta de voluntad respecto de las relaciones humanas. Y esta apatía conduce indefectiblemente a la soledad.
Más tarde, Roquentin acusa al Autodidacto de amar no a los hombres, sino a los símbolos que encarnan los hombres. Antoine considera que el Autodidacto está tan solo como él, "Solo que no se da cuenta de su soledad" (p.101). Esta sensación de "haber sido arrojados" al mundo sin un propósito definido, según el existencialismo, despierta en las personas una sensación de desamparo y de soledad. Sin importar cuánto intentemos negarla -como en el caso del Autodidacto- ese sentimiento de soledad es inherente al ser humano, ya que nacemos y morimos solos, y todo aquello que nos ocurre en la vida es consecuencia de nuestras decisiones en pleno ejercicio de nuestra libertad. En ese sentido, nos sentimos solos porque toda la responsabilidad de nuestra existencia recae sobre cada uno de nosotros y debemos cargar con él durante toda una vida, sin tener la menor idea de para qué existimos.
El aburrimiento
Son varios los pasajes en los que Antoine Roquentin confiesa estar aburrido. "Me aburro, eso es todo (...) Es un aburrimiento profundo, profundo, el corazón profundo de la existencia, la materia misma de que estoy hecho" (p.131), confiesa el protagonista de La náusea. El tema del aburrimiento se relaciona directamente con la cuestión del absurdo de la existencia. Dicho de otra forma, si fuimos arrojados al mundo sin ningún propósito, ¿qué sentido tendría hacer cualquier cosa? Cada pequeño acto cotidiano es vano e inútil, ya que no va en ninguna dirección específica, no nos acerca a ningún objetivo trascendental. El absurdo de la existencia lleva a un inevitable aburrimiento.
Por otro lado, Roquentin también confiesa que M. de Rollebon, el aristócrata sobre el que está escribiendo el libro, y quien desde hace tres años representa la única justificación de su existencia, ha comenzado a aburrirlo. Dicho de otra forma: Antoine ha comenzado a aburrirse de su propia existencia, de lo absurdo de ella, y este aburrimiento lo está conduciendo indefectiblemente hacia la apatía.
Más adelante, Roquentin vuelve a hacer referencia al aburrimiento, aunque esta vez se lo atribuye a la conciencia: "La conciencia existe como un árbol, como una brizna de hierba. Dormita, se aburre. La pueblan pequeñas existencias fugitivas (...)" (p.142). Es la conciencia de estar de más lo que aburre, el hecho de no tener un propósito, de no hacer ninguna diferencia.
El tiempo
El tiempo es un tema recurrente en los textos existencialistas y La náusea no es la excepción. Teniendo en cuenta que las personas son arrojadas a una existencia sin sentido, el tiempo se convierte en un problema, en un multiplicador de ese absurdo, en un factor de aburrimiento que hay que pasar lo más rápido posible.
Mientras almuerza con el Autodidacto, Roquentin contempla una pareja de jóvenes que está sentada en la mesa de al lado y afirma: "Después de todo, hay que matar el tiempo (...) Cuando se hayan acostado juntos, habrá que buscar otra cosa para ocultar el enorme absurdo de la existencia" (p.92). Hay que matar el tiempo porque nada tiene sentido y es necesario distraernos de esa falta de propósito que tiene nuestra propia existencia.
Por otro lado, Antoine también utiliza el concepto de tiempo para explicar lo que él llama el "sentimiento de aventura": "El sentimiento de aventura sería, simplemente, el de la irreversibilidad del tiempo" (p.47). Entonces está claro que el tiempo, por un lado, es cómplice del absurdo de la existencia, en tanto lo vuelve más evidente; pero, por otro lado, la irreversibilidad del tiempo, es decir, su transcurrir incesante, produce en Roquentin ese "sentimiento de aventura". "Quizás no haya nada en el mundo que me interese tanto como este sentimiento de aventura" (p.46), afirma.
Asimismo, para Antoine Roquentin la existencia es simplemente una acumulación de tiempo:
"Por momentos -rara vez- se hace el balance, uno advierte que está pegado a una mujer, que se ha metido en una historia sucia. Dura lo que un relámpago. Después de esto, empieza de nuevo el desfile, prosigue la suma de horas y días. Lunes, martes, miércoles. Abril, mayo, junio. 1924, 1925, 1926 (...) Esto es vivir" (p.32).
El tiempo es la dimensión del aburrimiento, algo que hay que matar, pero también algo incontrolable, que sucede mecánicamente, ajeno a nuestros deseos o sentimientos. "He querido que los momentos de mi vida se sucedieran y ordenaran como los de una vida recordada. Tanto valdría querer agarrar el tiempo por la cola" (p.33), dice Roquentin a propósito de la ingobernabilidad del tiempo.
El individualismo
La náusea es una novela filosófica que no solo expone los fundamentos más importantes del existencialismo, sino que además propone una reflexión sobre el hombre contemporáneo, perdido en una existencia sin sentido. Una de las características predominantes de este hombre contemporáneo es el individualismo. De alguna forma, podemos decir que el existencialismo tiene una tendencia individualista desde el momento en que establece que son las decisiones individuales de cada persona las que constituyen su verdadera esencia.
El hombre contemporáneo sobre el que reflexiona la novela acaba de vivir la Segunda Revolución Industrial (o Primera Globalización), es testigo de las dos guerras mundiales y se rige por las reglas de un sistema capitalista cada vez más consolidado. Por otro lado, la religión ha dejado de ser un factor de contención como lo era antes del siglo XX. Este conjunto de circunstancias provocan en el hombre contemporáneo una sensación de vértigo, de "sálvese quien pueda" que se refleja en su posicionamiento frente a la vida. Este posicionamiento es individualista y bastante superficial.
Bouville, entonces, se convierte casi en un objeto de estudio sociológico para Roquentin, en el que va analizando diferentes aspectos de la sociedad a partir de su cotidiano. En su paseo de domingo, por ejemplo, dice: "(...) me basta situarme entre mis semejantes y veré cómo cambian sombrerazos los señores" (p.34). Antoine aquí hace referencia a la necesidad de los habitantes de Bouville de pasearse por la calle Tournebride para saludarse, para ser vistos, para lucir sus vestidos: todas cuestiones más bien superficiales y que buscan la consolidación de una imagen propia, un estatus, dentro del sistema social de la ciudad.
Por otro lado, tenemos al Autodidacto, hombre solo, que se dedica a estudiar por orden alfabético los libros de la biblioteca, y a Anny, de quien, hacia el final del libro, descubrimos que en estos años que pasaron sin verse con Antoine encontró a un hombre viejo que la mantiene y le permite viajar y hacer lo que quiere. Todos los personajes que aparecen en la novela reflejan, en mayor o menor medida, este aspecto individualista del hombre moderno. Pero sin lugar a dudas, el personaje más individualista de La náusea es Antoine Roquentin. Solo se concentra en sus propios intereses, siente repulsión hacia la idea de relacionarse con las personas y, muchas veces, en sus interacciones con los demás, notamos un gran nivel de cinismo y una ausencia total de empatía hacia los sentimientos o necesidades de los otros. Así y todo, el individualismo de Roquentin no sería negativo en términos de Jean Paul Sartre, quien postulaba: "El hombre no es otra cosa sino lo que hace de sí mismo".
La Historia
La Historia no solo es un tema que atraviesa toda la novela, sino que, además, funciona como sostén de la trama. En principio, Antoine Roquentin está escribiendo un libro sobre el Marqués de Rollebon, un aristócrata del siglo XVIII con una historia tan fascinante como difusa. Es decir, es la historia de este personaje lo que impulsa a Antoine a irse a Bouville a escribir sobre él y lo que, en sus propias palabras, termina siendo "la única justificación" de su existencia. En buena medida, esto representa un problema, porque los documentos que posee Roquentin sobre M. de Rollebon son imprecisos; incluso, por momentos, contradictorios. Antoine varias veces siente que ese pasado es imposible de reconstruir y se frustra enredándose en las ambigüedades que presenta la historia de Rollebon.
Cuando Roquentin va al museo y entra en el salón Bordurin-Renaudas, se detiene en varios de los retratos de los personajes más relevantes en la historia de Bouvillle. Analiza sus biografías y, a partir de ellas, reconstruye parcialmente la historia de la ciudad.
Antoine Roquentin siente fascinación por la Historia, al mismo tiempo que sufre las consecuencias de no poder reconstruirla de una manera fidedigna. Esto tiene que ver con la inestabilidad que siente respecto de la dimensión del pasado: "Pero no veo nada; es inútil que hurgue en el pasado, sólo saco restos de imágenes y no sé muy bien lo que representan, ni si son recuerdos o ficciones. Construyo mis recuerdos con el presente. Estoy desechado, abandonado en el presente. En vano trato de alcanzar el pasado, no puedo escaparme" (p.27). Si bien esta cita hace referencia a las dificultades que tiene Antoine para recordar aspectos de su propia vida, es decir, de su historia personal, también puede aplicarse a su vínculo con la Historia -ya sea de M. de Rollebon o de la ciudad de Bouville- en el sentido de que el pasado, aún documentado, es inaccesible, porque estamos atrapados en el presente, en la perspectiva única del presente, y, como dirá Antoine mientras está escribiendo en su habitación: "Se revelaba la verdadera naturaleza del presente: era todo lo que existe, y todo lo que no fuese presente no existía. El pasado no existía. En absoluto" (p.79).
La obra de arte
Si bien la obra de arte como tema no aparece en La náusea de una forma tan explícita como el resto de los temas, sí se hace presente hacia el final de la novela de una manera contundente y significativa. La obra de arte para Antoine Roquentin -y para el propio Jean Paul Sartre- representa una salida del sentimiento del absurdo, de ese "estar de más" que surge de la propia existencia. El arte es, de alguna manera, una "salvación". Roquentin se da cuenta de que su libro sobre la historia de M. de Rollebon no tiene sentido, ya que ningún existente puede justificar a otro existente. Este libro sobre el Marqués se hubiera tratado de una documentación sobre alguien que existió y bajo ningún punto de vista alcanzaría para justificar ni la existencia del personaje histórico ni mucho menos la del autor de dicho libro. Por el contrario, la obra de arte le permite al autor tratar la existencia por encima de ella, ya que sobrevivirá al autor a través de las personas que valoren su arte. En síntesis, la obra de arte le confiere cierta permanencia de existencia al autor.
"Y la gente leería esa novela y diría: la escribió Antoine Roquentin, era un individuo pelirrojo que se arrastraba por los cafés; y pensarían en mi vida (...): como en algo precioso y semilegendario. (...) Entonces quizás pudiera, a través de él [el libro], recordar mi vida sin repugnancia" (p.149). Esta es la reflexión final de Antoine Roquentin al pensar en la posibilidad de escribir un libro de ficción. Él quiere escribir una historia que esté por encima de la existencia: "(...) una historia que no pueda suceder, una aventura. Tendría que ser bella y dura como el acero, y que avergonzara a la gente de su existencia" (p.148). Antoine se encuentra en el café Mably, escuchando su canción favorita y toma la decisión de escribir un libro de ficción para justificar, "aunque sea un poquito", su existencia.
De alguna manera, la obra de arte es un escape de la sensación de absurdo existencial, justamente, porque se da en la irrealidad y nos permite huir de la contingencia de la existencia. La obra de arte, entonces, se manifiesta como un mecanismo de evasión frente al aburrimiento y a la desesperanza de una existencia sin propósito.
La libertad
Una de las frases más famosas de Jean Paul Sartre sin duda es "El hombre está condenado a ser libre". Esta frase se encuentra en el libro El existencialismo es un humanismo, texto publicado en 1945 en el que el Sartre se propone realizar una defensa del existencialismo. Si bien este libro es posterior a La náusea, ya en la novela filosófica publicada en 1938 se encuentran las bases de la concepción de libertad que propone el existencialismo.
En principio, podemos observar una contradicción retórica en esta famosa frase: por un lado, tenemos el concepto de libertad, normalmente considerado un atributo positivo para el ser humano; por el otro, Sartre utiliza la palabra "condenado", que no solo tiene una connotación más bien negativa sino que puede definirse, en buena medida, por oposición a la libertad. Esta paradoja que nos presenta la frase está relacionada con el hecho de que, a pesar de que el hombre no controla sus condiciones iniciales de existencia, luego, una vez que toma conciencia de sí mismo, son estrictamente sus acciones y decisiones las que definen su "esencia". Dicho de otro modo: una vez que el hombre toma conciencia de que existe, está obligado a decidir y a actuar para darle un sentido a su vida. Esta presión o condena se ve reflejada abiertamente en Antoine Roquentin, que sufre la angustia de su existencia porque sobre sus hombros recae la responsabilidad individual de tomar decisiones que doten de sentido a una vida que es, en sí misma, absurda.
"Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir, todas las que probé aflojaron y ya no puedo imaginar otras"(p.131), dice Antoine. En esta cita podemos observar que, aun reconociéndose libre, Roquentin entiende que en esa libertad hay una angustia existencial relacionada con la falta de sentido de la vida y la responsabilidad individual de tener que crear dicho sentido a partir de sus acciones. Luego Antoine dirá: "Estoy solo en esta calle blanca bordeada de jardines. Solo y libre. Pero esta libertad se parece un poco a la muerte" (p.131). Su libertad se parece un poco a la muerte porque Roquentin no sabe cómo utilizarla para darle un sentido a su existencia. Para Sartre, la libertad es angustiante porque conlleva una responsabilidad demasiado trascendental y para la cual el hombre no está preparado. Además, cada acción que realizamos nos define y nos revela lo que creemos que debería ser un ser humano. Esta monstruosa carga de responsabilidad con la que vive el hombre lo sumerge en un sentimiento de angustia constante.
"Estoy lleno de angustia: el menor gesto me compromete (...) Sin embargo, es preciso escoger (...)" (p.46). Esta cita se corresponde con el momento en que Antoine está paseando por Bouville y debe escoger entre pasar o no pasar por el pasaje Gillet. Antoine hace referencia a que cualquier decisión que tome, por más insignificante que parezca, lo define. Esto, a su vez, le produce angustia. Pero, como el propio Antoine dice, "es preciso escoger": el hombre está condenado a elegir y construir su esencia a partir de sus acciones. Esta tremenda responsabilidad genera una angustia existencial constante de la cual el hombre solo se liberará con la muerte.