"He pensado lo siguiente: para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo. Esto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si la contara. Pero hay que escoger: o vivir o contar (...) Cuando uno vive, no sucede nada".
Esta definición del hombre como un narrador de historias plantea una alternativa a esa existencia absurda que le produce la Náusea a Roquentin. Para él, cuando el hombre vive no sucede nada porque es rehén de una existencia gratuita y absurda. En cambio, cuando el hombre narra historias, los hechos se convierten en aventuras y ellas adquieren un valor que trasciende el tiempo. La ficción representa una alternativa a la existencia porque se da en el plano de la irrealidad. De esta forma, la manera de sobrellevar la angustia y el absurdo de la existencia tiene que ver con evadirla. En ese sentido, aquí se insinúa algo que quedará claro hacia el final de la novela: la forma más efectiva y natural que tiene el hombre de evadir la angustia existencial es narrando historias.
"En este mismo momento -es atroz- si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia".
Antoine Roquentin llega a esta conclusión mientras está en su habitación, tratando de escribir sobre M. de Rollebon. La existencia, para Antoine, es sobre todo conciencia y sentimiento de existencia. Por eso, ese odio, ese asco de existir lo hacen hundirse más en su propia existencia. Dicho de otra manera: más allá del hecho de que la vida no tenga un propósito, y que esto le produzca horror a Roquentin, es, justamente, ese mismo horror la prueba de que Antoine existe, porque lo siente y, sobre todo, porque es consciente de él.
"Entonces, ¿esto, esta enceguecedora evidencia es la Náusea? ¡Si me habré roto la cabeza! ¡Si habré escrito! Ahora sé: existo -el mundo existe- y sé que el mundo existe. Eso es todo".
A Antoine Roquentin lo que le produce la Náusea es saber que existe, es decir, tener conciencia respecto de su propia existencia. Este malestar está relacionado con el hecho de que esa existencia no tiene ningún sentido ni propósito. Al mismo tiempo, reflexiona sobre cuánto ha escrito para llegar a esta conclusión. La escritura para Antoine forma parte de un ejercicio de introspección en el que se puede ver reflejado de una manera mucho más real y fidedigna que en el espejo. Por otra parte, habla de una "enceguecedora evidencia" para referirse a lo que acaba de entender que es la Náusea. Y si hay algo de enceguecedor en la conciencia de existir es, justamente, la ausencia de sentido de esa existencia; el hecho de ser conscientes de que existimos sin ningún propósito.
"La Náusea no me ha abandonado y no creo que me abandone tan pronto; pero ya no la soporto, ya no es una enfermedad ni un acceso pasajero".
A partir de esta cita, entendemos que la Náusea es parte de Antoine Roquentin. También aquí queda claro que no se trata simplemente de una dolencia física, sino que estamos frente a un malestar mucho más profundo. La Náusea tiene que ver con esa conciencia de estar de más, de vivir sin un propósito claro, en un absurdo constante y absoluto. Por otra parte, la Náusea se presenta como una condición inherente al ser humano, porque existe y, sobre todo, porque es consciente de que existe. A partir de esta reflexión de Antoine Roquentin, en la que refleja el carácter ineludible de la Náusea, seguirá profundizando durante toda la novela su reflexión sobre la existencia y llegará a la conclusión de que la vida no es una opción sino una condición, una contingencia, y que el ser humano poco puede hacer más que soportarla.
"Existencia, la clave de mis Náuseas, de mi propia vida (...). Absurdo: una palabra más; me debato con palabras (...). Pero quisiera fijar aquí el carácter absoluto de este absurdo".
Antoine Roquentin entiende la existencia -la suya y la de todo lo que lo rodea- como la clave de sus Náuseas. Existir es, entonces, un hecho nauseabundo, incómodo, porque no hay ningún propósito que lo justifique. Antoine propone la palabra "absurdo" para definir la cualidad fundamental de esa existencia, pero, al mismo tiempo, para entender que todo debate se da con palabras. El absurdo es absoluto, la existencia es absolutamente absurda y la forma de tomar conciencia de esto, para Antoine Roquentin, es poniéndolo en palabras, escribiéndolo.
"Todo es gratuito: este jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago (...); eso es la Náusea".
En esta cita accedemos a una de las definiciones de la Náusea a la que llega Antoine Roquentin durante la novela. La gratuidad absoluta, es decir, la falta de justificación y propósito de todas las existencias, es lo que le produce a Antoine esa sensación de asco hacia la vida y, por ende, hacia sí mismo. Si bien aquí la Náusea se presenta como una molestia física, está claro que, en realidad, se trata de una construcción metafórica que se extiende en toda la novela y que da cuenta de una incomodidad mental, inherente al ser humano, respecto del hecho de haber sido arrojados al mundo sin ningún propósito.
"Yo me... yo me sobrevivo -repite pesadamente.
¿Qué puedo decirle? Acaso conozco motivos para vivir? (...) Estoy más bien... asombrado frente a esta vida que he recibido para nada".
Este diálogo se produce cuando Antointe Roquentin visita a Anny en París. Anny ha cambiado desde la última vez que se vieron. Parte de ese cambio tiene que ver con el hecho de que ha tomado conciencia de que lo único que puede hacer es sobrevivirse. Roquentin no sabe qué decirle porque no conoce motivos para vivir, o sea, no puede trasmitirle una idea que le dé sentido a su existencia. Incluso él se siente "asombrado" frente a la vida que ha recibido para nada. Frente a la angustia de la existencia no hay respuesta posible. Lo único que se puede hacer existiendo es existir: no hay sentidos ocultos, propósitos superiores, sentidos trascendentales. Nacemos para nada y lo único que podemos hacer es sobrevivir a la angustia existencial que nos provoca esta gratuidad absurda.
"Mi pasado ha muerto. M. de Rollebon ha muerto, Anny volvió para quitarme toda esperanza. Estoy solo en esta calle blanca bordeada de jardines. Solo y libre. Pero esta libertad se parece un poco a la muerte".
Hacia el final de la novela, Antoine Roquentin siente que lo ha perdido todo: el interés por M. de Rollebon, por su propio pasado, por la posibilidad, incluso, de continuar viendo a Anny. Se siente solo como nunca, pero, al mismo tiempo, libre. Su libertad se parece a la muerte, en parte, porque no tiene a nadie con quien compartirla. La soledad en este pasaje de la novela se presenta casi como la condición necesaria para que exista la libertad. Uno de los preceptos fundamentales del existencialismo expresa que los individuos son libres y responsables de sus actos. Es decir, no hay una esencia previa a la existencia. Dicho esto, la sensación de soledad constituye casi una condición inherente al ser humano, que es arrojado a este mundo solo, sin un propósito, y tiene que transcurrir una vida sin sentido.
"Me aburro, eso es todo (...) Es una aburrimiento profundo, profundo, el corazón profundo de la existencia, la materia misma de la que estoy hecho".
Antoine Roquentin expresa que el aburrimiento es la materia de la que está hecho. Esto solo puede entenderse a partir de su concepción de la existencia como un absurdo ineludible que está presente en cada cosa existente. Si la existencia no tiene sentido, si cada cosa existe porque sí, cualquier cosa que hagamos en nuestras vidas es un esfuerzo en vano. El aburrimiento es la consecuencia directa de la carencia absoluta de sentido que tiene cada uno de nuestros actos. Por otra parte, Antoine parece asumir su aburrimiento como una aspecto natural de la existencia. Lejos de quejarse de estar aburrido, siente que ese aburrimiento lo constituye; sin él, se desintegraría su concepción de existencia y, por ende, su conciencia de existir.
"Para mí son un poco como muertos, un poco como héroes de novela; se han lavado del pecado de existir".
Antoine Roquentin está hablando del compositor y la cantante de su canción favorita, antes de tomar el tren para París. Esta cita se encuentra hacia el final de la novela y constituye un cambio de perspectiva de Antoine respecto de cómo afrontar lo absurdo de su existencia. El compositor y la cantante se han "lavado del pecado de existir" porque han creado una obra de arte. Roquentin entiende que las obras de arte son el mecanismo más efectivo y natural que tiene el ser humano para escaparse del sentimiento de angustia que le provoca su existencia sin sentido. Esto es así porque las obras de arte se dan en el plano de la irrealidad, más allá de la existencia, y pueden lograr que los autores de dichas obras trasciendan en el tiempo. El arte se presenta como el único signo de esperanza posible para el ser humano, atrapado en el absurdo de una existencia sin sentido.