Hoy vivimos en un reino completamente nuevo,
Y la mezcla de circunstancias envuelve nuestros cuerpos,
Baña nuestros cuerpos,
En un halo de júbilo.
Lo que los hombres de antaño presintieron a veces a través de la música,
Nosotros lo llevamos a la práctica día tras día.
Lo que para ellos pertenecía al campo de lo inaccesible y de lo absoluto,
Nosotros lo consideramos algo sencillo y conocido.
Sin embargo, no despreciamos a esos hombres;
Sabemos lo que debemos a sus sueños,
Sabemos que no seríamos nada sin la mezcla de dolor y alegría que fue su historia,
(...)
Ahora que hemos llegado a nuestro destino
Y que hemos dejado atrás el universo de la separación,
(...)
Hoy
Por primera vez,
Podemos contar el final del antiguo reino.
Esta sección se ubica entre el prólogo y la primera parte de la novela, y da la clave para interpretar toda la narración. Aunque recién se sabe al final del libro, el narrador es un post-humano, una especie asexual e inmortal desarrollada en el laboratorio gracias a las teorías de Michel Djerzinski. En este pasaje, el narrador anuncia que en su actualidad vive en un reino completamente nuevo, caracterizado por la felicidad, el bienestar y la unión de cada individuo que compone a la especie. Al final de la cita, el narrador da otra clave para la interpretación de la obra: Lo que se contará a continuación es el final de la humanidad tal cual se la conoce.
En la misma épica, Janine empezó a frecuentar norteamericanos de paso por la Costa Azul. En Estados Unidos, en California, estaba ocurriendo algo radicalmente. En Esalen, cerca de Big Sur, se estaban creando comunidades basadas en la libertad sexual y el consumo de drogas psicodélicas que, se suponía, provocaban la ampliación del campo de conciencia. Janine se convirtió en la amante de Francesco di Meola, un norteamericano de origen italiano que conocía a Ginsberg y a Aldous Huxley, y que formaba parte de los fundadores de una de las comunidades de Esalen.
En este fragmento se aborda por primera vez uno de los movimientos culturales que marcaron la segunda mitad del siglo XX. El movimiento hippie es fundamental para comprender luego los movimientos libertarios de la década del 70 y llegar entonces a las sectas satanistas y los asesinatos de los años 80. La cita está dedicada a Janine, la madre de los protagonistas, una mujer libertaria que abandona a sus hijos para poder llevar adelante una vida al margen de las estructuras sociales. En el análisis que realiza el narrador, el movimiento hippie es uno de los primeros síntomas sociales del agotamiento de las estructuras familiares heredadas de la modernidad y de los cambios de la sensibilidad de toda una generación.
Di Meola aparece como un personaje que vincula a Janine con el mundo hippie, y el narrador destaca que conoció a Ginsberg, un famoso poeta estadounidense que estuvo procesado como consecuencia de la publicación de "Aullido" un extenso poema de tintes obscenos, y a Aldous Huxley, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, cuya vida y obra será discutida en la novela por Bruno y Michel.
En 1987 hicieron su aparición en el Espacio los primeros talleres de inspiración semirreligiosa. Por supuesto, el cristianismo estaba excluido; aunque -para seres que, en el fondo, eran débiles de espíritu- una mística exótica lo bastante imprecisa podía casa con el culto al cuerpo que seguían pregonando contra toda lógica. Los talleres de masaje sensitivo o de liberación de la orgona continuaron, desde luego; pero surgió un interés cada vez más vivo por la astrología, el tarot egipcio, la meditación sobre los chakras, las energías sutiles. Hubo "encuentros con el Ángel"; la gente aprendió a sentir la vibración de los cristales. En 1991 el chamanismo siberiano hizo una entrada espectacular: la prolongada estancia iniciática en una sweat lodge alimentada por brasas sagradas provocó la muerte de uno de los participantes a causa de una parada cardíaca. El tantra -que reunía el frotamiento sexual, una espiritualidad difusa y un profundo egoísmo- tuvo un éxito especialmente notable.
En este fragmento, el narrador enumera -con una visión cargada de un oscuro humor crítico- las numerosas prácticas que se asocian al movimiento cultural New age y se popularizan hacia fines de 1980 y principios de 1990. El Espacio de lo Posible, el complejo vacacional en el que Bruno pasa un par de semanas con el objetivo de acostarse con cuantas mujeres pueda, se convierte en un espacio para estas nuevas prácticas, que el narrador considera una estupidez. Desde su punto de vista -que se focaliza en la visión que Bruno tiene del mundo- las prácticas New age no son más que el refugio de una generación frustrada y decadente que sigue rindiendo culto al cuerpo, pero que ya está demasiado vieja como para satisfacer su apetito sexual.
... conozco a esas libertarias que ya han cumplido los cuarenta, soy casi de la misma quinta. Envejecen solas y tienen la vagina prácticamente muerta. Pregúntales un poco y verás que no creen para nada en esos cuentos de chakras, cristales y vibraciones luminosas. Intentan creer, a veces les dura dos horas; el tiempo que dura el taller. Sienten la presencia del Ángel y la flor interior que se abre en su vientre; luego el taller se acaba y se ven otra vez solas, viejas y feas. Tienen crisis de llanto, sobre todo después de los talleres zen. La verdad es que no tienen elección, porque además tienen problemas de dinero. Casi siempre han ido a un psicoanalista, y eso las ha dejado secas. Los mantras y el tarot son una chorrada, pero salen más baratos que un psicoanálisis.
En este pasaje, Christiane, la pareja sexual de Bruno, arremete contra las terapias New age y los talleres que se dictan en El Espacio de lo Posible. La mujer es una declarada antifeminista y ataca también a las modas a las que recurren las mujeres de su edad para lidiar con la vejez y la frustración de sus vidas. Desde su punto de vista, las terapias alternativas no son más que un robo en el que las mujeres desean creer desesperadamente con el objetivo de encontrar algo que solace su sufrimiento.
¿Se podía considerar a Bruno como un individuo? La putrefacción de sus órganos era cosa suya, iba a conocer la decadencia física y la muerte a título personal. Por otra parte, su visión hedonista de la vida, Los campos de fuerza que estructuraban su conciencia y sus deseos pertenecían al conjunto de su generación. Al igual que la instalación de una preparación experimental y la elección de uno o más factores observables permiten asignar a un sistema atómico un comportamiento determinado -ya sea corpuscular ya sea ondulatorio-, Bruno podía aparecer como individuo, pero desde otro punto de vista solo era el elemento pasivo del desarrollo de un movimiento histórico.
En este fragmento, el narrador observa a Bruno desde la focalización interna de Michel. Para comprenderlo, Michel recurre a la metáfora científica de un sistema atómico sobre el que se eligen comprobar una serie de factores observables que aplicarían a todo sistema atómico. De la misma manera, el comportamiento de Bruno puede interpretarse como el comportamiento de toda una generación, más allá de sus características individuales. Esta lectura es fundamental, puesto que el mayor interés de Las partículas elementales reside en el análisis que Houellebecq realiza de la sociedad occidental.
Lo que establecía claramente en su libro es que los supuestos satanistas no creía ni en Dios ni en satán ni en ninguna potencia Supraterrestre; la blasfemia, en sus ceremonias, no era más que un condimento erótico menor, del que todo el mundo se cansaba pronto. De hecho, como su maestro el marqués de Sade, todos eran materialistas absolutos, enamorados del placer en pos de sensaciones nerviosas cada vez más violentas. Según Daniel Macmillan, la progresiva destrucción de los valores morales en los años 60, 70, 80 y 90 era un proceso lógico e inexorable.
En esta cita, Bruno discute con Christiane el caso de David di Meola, el hijo de Francesco di Meola, que se unió a una secta satanista y cometió numerosos asesinatos. Bruno concuerda con Macmillan, el fiscal que llevó adelante el proceso judicial contra los imputados y que planteaba que las conductas patológicas de los asesinos de su generación eran la consecuencia lógica de los ideales libertarios que se habían instalado en la sociedad occidental a partir de los años 60 y del famoso Mayo Francés.
-Quiso seguir siendo joven, eso es todo... -dijo Michel con voz cansada y tolerante-. Tenía ganas de ir con jóvenes, y sobre todo de no ver a sus hijos, que le recordaban que era de otra generación. No es difícil de explicar, ni de entender. Quiero irme ya. ¿Crees que se morirá pronto?
Michel y Bruno se encuentran junto a su madre agonizante. Ninguno de los dos ha tenido relación con ella durante toda su vida, y el comentario de Michel es lo más cercano a la empatía que puede mostrar. En verdad, Michel comprende la razón por la que su madre lo abandonó, y no le muestra ningún rencor. Por el contrario, Bruno sí manifiesta el desprecio que siente por Janine, y la insulta en su lecho de muerte.
Ella era esa niña hecha para la felicidad,
ofrecía a quien lo quisiera el tesoro de su corazón.
Podría haber dado su vida por otras vidas
entre los nacidos de su propio lecho.
Por el grito de los niños,
por la sangre de la raza,
su sueño siempre presente
dejaría una huella
grabada en el tiempo,
grabada en el espacio.
(...)
Nuestros cuerpos se enfriarán y sólo estarán presentes
en la hierba, Annabelle mía.
Será la nada
del ser individual.
Habremos amado poco
bajo nuestra forma humana,
tal vez el sol, la lluvia sobre nuestras tumbas, el viento y la escharcha
pongan fin a nuestro dolor.
Este fragmento corresponde al poema que Michel escribe para Annabelle mientras ella se encuentra en coma, tras haber intentado suicidarse. El poema es lo más cercano a una expresión de amor de parte de Michel y revela los modos de sentir del científico. El poema transmite la visión pesimista y determinista de Michel, que se representa junto a Annabelle en la muerte, integrados nuevamente a la naturaleza. La muerte es, desde su punto de vista, la única forma posible de escapar al sufrimiento inevitable que es la vida.
Algunos dicen:
«La civilización que hemos construido todavía es frágil,
acabamos de salir de la noche.
Todavía vemos la imagen hostil de esos siglos de infortunio;
¿no sería mejor olvidarlos para siempre?»
El narrador se levanta y recuerda
con ecuanimidad, pero con firmeza,
que ha tenido lugar una revolución metafísica.
(...)
nosotros podemos, de la misma manera, escuchar esta historia de la época materialista
como un viejo cuento humano.
Es una historia triste, y sin embargo no nos sentiremos realmente tristes
porque nos parecemos demasiado a esos hombres.
Nacidos de su carne y su deseo, hemos rechazado sus categorías y adhesiones;
(...)
Ahora podemos rescatar del olvido
esos siglos de dolor que son nuestra herencia,
ha habido una especie de segundo reparto
y tenemos derecho a vivir nuestra vida.
Al igual que la primera cita mencionada, este fragmento interrumpe la secuencia convencional del relato e introduce a la figura del narrador en su futuro distópico con el objetivo de comenzar el cierre de la novela.
El post-humano que cuenta la historia de Michel y de Bruno anuncia la revolución metafísica a la que se referirá en los capítulos siguientes. En verdad, dicha revolución se da en el campo de la física e implica una mutación definitiva en la biología humana: los seres humanos comienzan a ser producidos, por clonación, en el laboratorio, todos con el mismo código genético y eliminando las mutaciones inherentes a los sistemas de reproducción sexual. Así, 50 años después de la creación del primer post-humano, los humanos están desapareciendo de la tierra y el narrador se propone rescatar su historia del olvido.
Hemos roto el vínculo filial que nos unía a la humanidad, y estamos vivos. Según los hombres, vivimos felices; cierto que hemos sabido superar los impulsos, para ellos insuperables, del egoísmo, la crueldad y la ira; de todos modos, vivimos una vida distinta. La ciencia y el arte siguen existiendo en nuestra sociedad; pero la búsqueda de la Verdad y de la Belleza, menos estimulada por el aguijón de la vanidad individual, tiene un carácter menos urgente.
Esta cita corresponde al anteúltimo párrafo del epílogo en el que el narrador se presenta a sí mismo como un post-humano. Tal como se plantea, la nueva humanidad ha superado el individualismo de los seres humanos del siglo XX, y ello ha derivado en una sociedad pacífica, poco propensa a las manifestaciones de crueldad y de ira. Además, indica el narrador, una consecuencia lógica de la supresión de la individuación es que también otras expresiones humanas, como el arte y las ciencias, se han resignificado y han mutado, ya que ellas también son motivadas muchas veces por el individualismo y el narcisismo.