Resumen
Tercera parte: Infinito emocional
Capítulo 1
Al volver a París, Michel encuentra una carta de Desplechin que le recuerda que debe renovar su licencia o regresar al trabajo. Cuando Michel lo visita en su despacho, encuentra que su viejo colega está juntando sus pertenencias, puesto que se jubila al mes siguiente.
Michel y Desplechin se dirigen a un café para hablar más tranquilos; Desplechin no sabe qué va a hacer una vez jubilado, pero le asegura a Michel que le sigue interesando el conocimiento. El deseo de conocimiento, reflexiona, le parece algo curioso, que afecta en verdad a muy pocos hombres. Luego, Desplechin habla sobre la racionalidad de occidente y recuerda a un chico que conoció cuando tenía 16 años, y que decía que lo que decide el valor de una religión es la calidad de la moral que permite fundar. El chico se había suicidado años después, y ahora Desplechin comprende que aquel pensamiento que lo había llenado de admiración le parece errado. Para él, no se puede abordar la religión puramente desde la moral. Las religiones son tentativas de explicar el mundo, y chocan contra la necesidad de certeza racional.
Djerzinski, que lo escucha atento, comprende que él nunca ha tenido dudas religiosas y considera que se ha guiado por el positivismo pragmático de los investigadores. Luego le dice a Desplechin que le gustaría trabajar en el Centro de Investigaciones Genéticas de Galway, en Irlanda. Antes de jubilarse, Desplechin puede encargarse de todo lo relativo a su traslado, ya que conoce a Walcott, el director del centro, y está seguro de que estará dispuesto a recibir a Michel.
Michel se propone estudiar las configuraciones mutables del ADN que se producen durante la reproducción sexual, y la idea entusiasma a Desplechin. Antes de despedirse, Desplechin le asegura que, sea quien sea su sucesor, no interferirá en la asignación de Michel a Irlanda, por lo que puede quedarse tranquilo al respecto.
Capítulo 2
La noche siguiente, Michel cena con Annabelle y le cuenta sus planes de irse a Irlanda. Annabelle se larga a llorar y le hace notar que ella no está en sus planes, que ni siquiera pensó en considerarla dentro de la ecuación; luego le dice que le gustaría tener un hijo con él, a pesar de que ya tiene 40 años y de que es un riesgo, ha dejado de tomar la pastilla anticonceptiva, está ovulando y quiere arriesgarse a tener un hijo con Michel, no importa si él no quiere hacerse cargo o reconocerlo, ella se encargará de todo.
Michel termina por aceptar la idea y después de la cena la pareja hace el amor. Annabelle queda embarazada y a las pocas semanas se dirige al ginecólogo para realizarse su primer control. El médico la llama al día siguiente y le informa que el examen celular que le hicieron revela anomalías serias, y que es necesario hacerle una biopsia.
Así, Annabelle tiene su tercer aborto y le diagnostican un cáncer de útero, por lo que debe someterse a la extirpación completa de útero, ovarios y trompas de Falopio. Al ver que la mujer no reacciona ante la noticia, el médico trata de consolarla explicándole que ello de ninguna manera implica el fin de su vida sexual, sino solo de su vida reproductiva.
La operación se fija para el 17 de julio y se realiza en el hospital de Meaux. Annabelle es acompañada por su familia y por Michel, que se instala luego con ella en la casa de sus padres. Allí pasan las semanas siguientes, en las que Annabelle convalece tranquila, medicada y rodeada de su familia y de Michel. A partir de la tercera semana, puede salir a dar paseos, y suele caminar al borde del río, tomada de la mano de Michel.
Capítulo 3
El 25 de agosto, un control médico revela una metástasis del cáncer a los intestinos; el panorama de Annabelle es desalentador: deberá someterse a radioterapia, y así y todo, las chances de detener el avance de la enfermedad son pocas.
Con este pronóstico, Annabelle se levanta a la madrugada y se toma una taza llena de somníferos diluidos en agua y azúcar. Cuando Michel se despierta y nota que la cama está vacía, se dirige al salón y encuentra el cuerpo inanimado de Annabelle tendido en el sofá; sobre la mesa, hay una carta cuya primera frase reza: “Prefiero morir entre los seres que amo” (p. 284).
Annabelle es ingresada en el hospital con un coma del que no logra salir. Michel se queda todo el tiempo con ella, mientras que su familia va y viene entre la casa y el hospital. La madre de Annabelle está abatida, y no logra comprender qué ha empujado a su hija a cometer el suicidio. Durante las horas que pasa en el hospital, Michel se entretiene leyendo un libro de meditaciones búdicas que contiene poemas sobre el amor y la vida después de la muerte.
Durante la noche, Michel escribe un poema dedicado a Annabelle, en el que manifiesta los sentimientos más cercanos al amor que puede experimentar.
Capítulo 4
Annabelle muere a los dos días, y su familia cumple su voluntad: la creman y esparcen las cenizas en el patio de su casa. Michel contempla la escena y llora la muerte de aquella mujer con quien experimentó lo más cercano al amor que pudo conocer. La madre de Annabelle le dice que puede quedarse un tiempo con ellos si lo desea, pero Michel declina la oferta, pues siente que ya es tiempo de dedicarse al trabajo.
Capítulo 5
Michel llega a Irlanda y es recibido por Walcott, quien le muestra las instalaciones del Centro de Investigaciones, ubicado en Rosscahill y le presenta a los técnicos que estarán a su servicio. Michel contempla largamente los dos grandes Cray, unas maquinarias cuyos millones de procesadores conectados en paralelo se encargan de todo el procesamiento de datos que necesita para sus trabajos; sin embargo, no puede dejar de sentir una profunda tristeza que lo embarga.
Más tarde, Walcott lo lleva a observar un prado en el que pastan las vacas que Michel ha creado mediante la manipulación genética. Al regresar, Walcott le pregunta cortésmente si ha perdido ha alguien recientemente, y Michel le cuenta toda la historia de Annabelle. Al respecto, Walcott le cuenta que él es inglés y que posee tanto la reserva como el humor ante los problemas de la vida, dos conductas típicamente inglesas, pero que le parecen una estupidez, puesto que el humor no salva a nadie y no sirve para nada. Tratando de ser empático, Walcott expresa que la vida les rompe el corazón, y que al final solo queda la soledad, el frío y el silencio. Luego, se pone a hablar del catolicismo imperante en Irlanda, y de los progresos del país en materia de libertades sexuales y sociales. Si bien él es ateo, reconoce que en Irlanda todo vibra de una forma muy especial, como invitando a la gente a creer en una potencia superior que los rodea y los contiene.
Capítulo 6
Michel se instala en un departamento cerca de Clifden. No tiene la menor intención de volver a vivir en Francia, aunque durante las primeras semanas en Irlanda debe volver a París regularmente para encargarse de la venta de su departamento y de la organización de sus cuentas bancarias.
En Irlanda, pasa los primeros dos o tres meses caminando solitariamente y reflexionando, sin comenzar todavía a trabajar. Así llega al fin de 1999, y recibe al nuevo milenio solo, recordando con cariño a Annabelle y a su abuela.
Bruno, por su parte, se encuentra en el hospital psiquiátrico, y la noche del 31 de diciembre de 1999 la pasa junto a otros pacientes, bebiendo champán y comiendo papas fritas. Más tarde, baila con una enfermera. Su vida es tranquila y relajada. Los medicamentos matan todo su deseo sexual y ya no espera nada del transcurso de los días.
Capítulo 7
El narrador comienza este capítulo con una serie de pasajes crípticos, consignados en cursiva. En ellos habla de su generación, que ha podido superar la época materialista y ha logrado dejar atrás los problemas de los hombres de los siglos anteriores. Además, manifiesta que ellos -sin indicar a quiénes se refiere exactamente- se han apartado definitivamente del universo humano.
A continuación, el narrador retoma la estructura de su relato, y menciona una comparación de las ideas de Djerzinski con las de Einstein: ninguno de los dos tenía conocimientos matemáticos suficientes para desarrollar las hipótesis que habían planteado. Esto ha sido expresado por Hubczejak, quien aparece mencionado numerosas veces por el narrador y pareciera ser un biógrafo de Michel Djerzinski.
En la obra de Hubczejak sobre Djerzinski, las Clifden Notes, se mencionan las publicaciones más famosas del científico francés: la primera es su "Topología de la meiosis", del 2002, en la que Michel postula que cualquier especie sexuada es necesariamente mortal, y que la separación cromosómica que se produce en la reproducción sexual es fuente de inestabilidades estructurales. La segunda, publicada en 2004, "Tres conjeturas de topología en los espacios de Hilbert", se trata de un intento de redefinir un álgebra de las formas, pero los matemáticos indicaron rápidamente la carencia de rigor de sus proposiciones.
En verdad, Djerzinski cada vez se aleja más de la investigación empírica y sus investigaciones y reflexiones giran en torno a la idea de un nuevo humanismo. En 2005 descubre el Book of Kells, una obra medieval que reúne los cuatro evangelios con hermosas ilustraciones, cuya complejidad lo fascina y marca la evolución de su pensamiento. A partir de la contemplación de esta obra, Djerzinski es capaz de superar la complejidad de los cálculos de estabilidad energética de las macromoléculas con las que se enfrentaba en su trabajo.
En este punto, el narrador copia algunos fragmentos de las notas de Djerzinski que Hubczejak publica en su Clifden Notes; en ellas, el científico reflexiona sobre el espacio y lo interpreta como una creación mental del ser humano. Además, plantea que en ese espacio mental surgen las ideas de separación, alejamiento y sufrimiento. Esa separación es la base de todo mal, mientras que la unión da paso al amor. Así, la unión más allá de la individualidad es el gran paso que debe dar la humanidad para superar su crueldad y egoísmo.
Las últimas semanas en las que se lo ve a Djerzinski, este parece caminar erráticamente por la Sky Road, la carretera del oeste que une su casa con el centro de investigaciones en el que trabaja. El 29 de marzo de 2009, Djerzinski envía un ejemplar de sus trabajos a la revista Nature y otro a la Academia de Ciencias de París. Tras ese hecho, Djerzinski desaparece; su auto se encuentra abandonado en la ruta, y la versión más difundida es que se suicidó. Sin embargo algunos piensan que se puede haber ido a vivir al Tíbet, dadas las inclinaciones místicas de sus últimos tiempos, pero esa hipótesis es poco plausible, y en general la idea del suicidio es la que prevalece.
Epílogo
El narrador, ubicado en un futuro impreciso, explica que conoce todos los detalles de la vida de los personajes de su relato -que debe considerarse una ficción- gracias a la publicación de las Clifden Notes, que reúnen, en más de 300 páginas, recuerdos y reflexiones teóricas realizadas por Djerzinski entre el 2000 y el 2009. En junio de 2009, Nature publica una edición especial que sintetiza los trabajos teóricos de Djerzinski, llamada "Prolegómenos a la duplicación perfecta", que genera una ola de investigaciones científicas en torno a la clonación del genoma humano. A finales de 2009, los primeros resultados demuestran científicamente las hipótesis de Djerzinski: cualquier código genético puede reescribirse de forma estándar y estructura estable, sin mutaciones; esto quiere decir que cualquier célula puede duplicarse infinitas veces.
Hubczejak, un joven doctor de 27 años, toma los trabajos de Djerzinski, convencido de que son la clave para dar nacimiento a una nueva especia, asexuada e inmortal, que debe reemplazar a la humanidad y funda un movimiento que rápidamente gana mucho apoyo y seguidores en todo el mundo. Su proyecto obtiene la financiación de la Unesco y comienzan a realizarse una serie de estudios en torno a la clonación humana. Hubczejak se pone a la cabeza del grupo encargado de los experimentos, no tanto por su potencial como científico, sino por su increíble carisma. En la nueva especie, todos los individuos serían portadores del mismo código genético, lo que generaría una humanidad hermanada y reconciliada con cada uno de sus miembros, con el sentido de la colectividad restaurado sobre bases genéticas. Así, la próxima mutación social no sería metafísica sino directamente biológica. En 2029 se logra crear al primer espécimen de esta nueva especie, a imagen y semejanza del hombre, pero genéticamente superior.
En la actualidad del narrador, casi 50 años después de esa primera creación, en la Tierra ya casi no quedan seres humanos, y la nueva especie vive en lo que para los hombres sería un equilibrio armónico y feliz. En las últimas líneas, el narrador revela entonces que todo su relato no es más que un homenaje a los hombres que han dado vida a su especie y que están a punto de extinguirse, para el bien del planeta Tierra.
Análisis
La tercera y última parte de la novela está dedicada a los años que Michel Djerzinski pasa en Irlanda, desde finales de 1999 hasta su suicido en 2009. El último capítulo y el epílogo, proponen el cambio de orientación en la narración y se revela quién es el narrador, lo que convierte a Las partículas elementales en una novela distópica.
Michel regresa a París tras el entierro de su madre y se reúne con Desplechin para comunicarle lo que ha decidido respecto de su futuro como investigador. En la charla que tiene con él, Desplechin trae a colación la religión y en una frase que le dijo un chico que conoció de joven: “Lo que decide el valor de una religión es la calidad de la moral que permite fundar” (p. 274). Esta aseveración, que Desplechin pone en duda, vuelve a hacer presente un tema que atraviesa toda la novela: la religión en el mundo contemporáneo. Para Desplechin, las religiones son simplemente una tentativa de explicar el mundo y, como tal, no parten de certezas racionales. Esto recupera una pregunta que Michel se hace en varias ocasiones a lo largo de la novela: “¿Cómo iba a sobrevivir una sociedad sin religión?” (p. 163). Michel sabe que la ciencia y el progreso del materialismo que esta conlleva han minado las bases de todas las religiones tradicionales, pero a su vez comprende que todas las sociedades necesitan una religión para vivir. La hipótesis de Michel, entonces es si la ciencia y el materialismo pueden convertirse en una religión -es decir, fundar un culto, con sus reglas, sus dogmas, su narrativa y su fe-, y si esa religión podrá llevar a la sociedad a un estadio superior que el actual.
La búsqueda de valores que atraviesa a los personajes pone de manifiesto y problematiza el espacio que ocupa la religión en el pensamiento de Houellebecq. Como él mismo ha dicho, el autor de Las partículas elementales se considera ateo. Sin embargo, de las grandes religiones tradicionales, por la que más afecto manifiesta es por el catolicismo, principalmente debido a la preponderancia que este le otorga a la piedad.
A pesar de no ser católico, Houellebecq ha defendido abiertamente las posiciones éticas tomadas por el Papa Juan Pablo II en los años 90, y en Las partículas elementales esta defensa es recuperada por Bruno, quien escribe un artículo sobre el Juan Pablo II en el que postula que el Papa fue el primero en comprender el cambio que se operaba en la sociedad moderna y las necesidades de las nuevas generaciones; de allí su apoyo al uso de anticonceptivos y a una ley por el aborto legal, por ejemplo.
Cuando Michel se pregunta si puede existir una sociedad sin religión, está repitiendo una pregunta que Houellebecq se ha hecho y se ha respondido durante décadas. La religión, en su obra, promueve un orden social diferente al liberalismo, y por ello es una respuesta también para el futuro, si se quiere vivir en una sociedad no liberal. Sin embargo, tal como parece anunciar con Las partículas elementales, es la ciencia la que debe asumir la misión de cohesionadora social que tradicionalmente estuvo en manos de la religión. Los nuevos sacerdotes tendrán que ser los científicos, quienes crearán al nuevo hombre, una especie mejorada y aumentada en sus capacidades que pueda sobreponerse al destino trágico de la humanidad en decadencia a fines del siglo XX.
Todas estas reflexiones acompañan a Djerzinski durante los últimos años de su vida, en Irlanda, y marcan el rumbo de su trabajo. Michel está interesado en desentrañar los motivos biológicos por los que se producen mutaciones en el genoma durante la reproducción sexual. Desde su punto de vista, el problema de la humanidad -el individualismo y el egoísmo- tiene una base biológica desde la duplicación celular que se sucede durante la gestación de un embrión. Si pudieran generarse en el laboratorio las condiciones adecuadas para una reproducción celular sin mutaciones en el ADN, se podría entonces crear una especie de humano en la que cada individuo compartiera exactamente el mismo código genético, sin modificaciones. Además, esa duplicación celular inalterada sería la clave para la clonación científica de seres humanos, lo que también haría innecesaria la reproducción sexual, y le quitaría al sexo la importancia de la supervivencia.
Cuando Djerzinski logra sentar las bases de su teoría, comprende que ya no tiene ninguna otra razón para existir y se suicida. En el capítulo 7, el narrador, todavía de forma misteriosa, resume las publicaciones hechas por Djerzinski entre el 2002 y el 2009:
En el 2002 publica Topología de la meiosis, en la que establece: “basándose por primera vez en argumentos termodinámicos irrefutables, que la separación cromosómica que tenía lugar en la meiosis para dar lugar a los gametos haploides era, en sí misma, una fuente de inestabilidad estructural; en otras palabras, que cualquier especie sexuada era necesariamente mortal” (p. 303).
En 2004, su obra "Tres conjeturas de topología en los espacios de Hilbert" contribuye a redefinir las aproximaciones matemáticas a la ciencia moderna, aunque en una primera instancia los científicos no le prestan demasiada importancia, puesto que carece de rigor matemático en sus postulados. A partir de esta época, y según indica el narrador, los postulados de Djerzinski se hacen cada vez menos científicos y más filosóficos. Michel aparece obsesionado por la idea de unión y de separación, por la noción de libertad individual y las posibilidades de una unión que dure para siempre y que supere el sufrimiento que viene con la escisión de los individuos: “El amor une, y une para siempre. La práctica del bien es una unión, la práctica del mal es una desunión. El otro nombre del mal es separación; y aún hay otro más, mentira. Sólo existe un entrelazamiento magnífico, recíproco e inmenso” (p. 307).
Para Hubczejak, el mayor mérito de las teorías de Djerzinski es “haber sido capaz de restaurar, gracias a interpretaciones sin duda un poco aventuradas de los postulados de la mecánica cuántica, las condiciones de posibilidad del amor” (p. 308). Estas interpretaciones son las que el mismo Hubczejak -quien aún es una figura misteriosa para el lector- lograría comprobar científicamente y serían las bases para una nueva humanidad.
En el epílogo, el narrador explica el juego de cajas chinas -o de historias dentro de la historia- que se había anunciado de manera críptica a lo largo de la novela. En capítulos anteriores, la voz narradora había mencionado a este personaje misterioso, Hubczejak, quien al parecer había escrito sobre Djerzinski y había publicado un texto llamado Clifden Notes. Ahora, el narrador se detiene y explica quién es: Frédéric Hubczejak es un doctor en Química que recorre las universidades más prestigiosas de Europa en búsqueda de nuevos paradigmas, es decir, de nuevas formas de ver el mundo y de situarse con respecto a él. Así se encuentra con los trabajos de Djerzinski y queda fascinado por su propuesta: “la humanidad debía dar nacimiento a una nueva especie, asexuada e inmortal, que habría superado la individualidad, la separación y el devenir” (p. 312). Y, poniendo a prueba y ajustando las teorías de Michel, esto es lo que logra, la creación de una especie humana clonada en un laboratorio. Tras esta revelación, el narrador explica que él es uno de los nuevos humanos, nacidos gracias a las teorías de Michel.
De esta manera, el epílogo arroja nuevas luces sobre la interpretación de toda la novela: el relato sobre la vida de Michel y Bruno está hecho por un neo-humano o post-humano que desea reconstruir el panorama social de las últimas décadas que vivió la humanidad antes de la gran y última mutación metafísica. Al principio de la novela se ha analizado el concepto de mutación metafísica, tal como se lo plantea en el prólogo, como la transición radical y global de la visión del mundo que adopta un grupo social. Sin embargo, en el futuro distópico que Houellebecq propone al final de la novela, la mutación no se da en el plano de la metafísica, sino en el de la biología que constituye a los seres humanos: el cambio es tan radical que se genera una especie nueva que logra imponerse y termina convirtiéndose en la nueva especie dominante del planeta. “La mutación no es mental, sino genética” (p. 318) es el lema con el que Hubczejak logra publicitar sus experimentos a escala mundial y crear el Movimiento del Potencial Humano, el grupo de científicos que en 2029 logran crear al primer post-humano.
El futuro que se plantea en las últimas páginas es alentador. La nueva humanidad funciona como un único ser, tal como lo deseaba Djerzinski. El egoísmo, la crueldad y la ira, impulsos que habían dominado y hecho fracasar a la humanidad han sido superados. La post-humanidad tiende a la armonía de un nuevo orden social que, en ciertos aspectos, remeda al propuesto por Aldous Huxley en Un mundo feliz. En el último párrafo, se revela que toda la novela no es más que el homenaje a una especie en vías de extinción: “Esa especie torturada, contradictoria, individualista y belicosa, de un egoísmo ilimitado, capaz a veces de explosiones de violencia inauditas, pero que sin embargo no dejó nunca de creer en la bondad y en el amor. Esa especie que, por primera vez en la historia del mundo, supo enfrentarse a la posibilidad de su propia superación; y que años más tarde supo llevarla a la práctica” (p. 320).
Así, Las partículas elementales termina desplegándose como un relato de fin de siglo, que vehiculiza los temores y las frustraciones de una humanidad que está por ingresar de lleno en el nuevo milenio y que se descubre degradada, decadente y al borde del desastre. Con este epílogo que inscribe a su novela dentro de la ciencia ficción, Houellebecq logra, en un golpe inesperado, colocar un pie en cada milenio, observar con cinismo los problemas a los que se enfrenta la sociedad occidental y postular, desde la ficción y la anticipación científica, un camino posible para la salvación del ser humano. Un camino que, en definitiva, significa la extinción de la especie y la creación de una nueva