Resumen
Primera parte, Capítulo 1: “En el jardín de la Capilla Expiatoria”
La novela comienza en julio de 1914 en la ciudad de París. Julio Desnoyers, un joven argentino de 27 años, espera a Margarita Laurier, la mujer casada con la que mantiene una relación desde hace algunos meses, en el jardín de la Capilla Expiatoria de París. Ese es su lugar de encuentro predilecto, así como el estudio de pintor que Julio tiene en la rue de la Pompe. Allí convive con Pepe Argensola, un joven español amigo suyo. Mientras aguarda por ella, percibe que se vive un clima de preocupación y alerta entre la gente de París: todos temen el estallido de una guerra. Sin embargo, Julio está tranquilo porque regresó el día anterior de un viaje en buque desde Buenos Aires en donde estuvo rodeado de alemanes. Había viajado para reunir dinero y así poder casarse con Margarita.
El buque que trasladó a Julio a París provenía de Hamburgo, se trataba del König Friedrich August. Durante ese viaje conoció al Consejero de Comercio, “el más respetado de los pasajeros alemanes” (p.22) y a su mujer, Berta Erckmann. El consejero era ampliamente celebrado por sus compatriotas cuando hablaba con sorna sobre los franceses. Berta, en cambio, se sentía atraída por Julio, tanto por su apariencia distinguida como por el hecho de que Julio reside en París. Cuando Julio pretendía rebatir las defensas que el consejero hacía de Alemania, este lo disminuía por ser argentino y “no entender las cosas de Europa” (p.29). El gobierno austríaco envió el ultimátum a Serbia antes de que el buque llegara a París. El consejero y sus compañeros celebraron el estallido de la “guerra preventiva”, pero Julio no dio crédito a estas declaraciones.
Margarita llega al jardín de la Capilla Expiatoria. Ella se resiste a los avances de Julio en la vía pública porque no quiere que su marido, Esteban Laurier, se entere de su amante. Hace un tiempo comenzó los trámites de divorcio, pero confiesa que le da lástima pensar en Esteban. Comparte el optimismo de Julio con respecto a la guerra: afirma que los alemanes son “personas chic y bien educadas, que seguramente piensan igual que nosotros” (p.45). Lo que más le atemoriza del posible conflicto bélico es la parálisis de la vida social.
Julio le cuenta que pasó por su casa familiar antes de dirigirse a su encuentro. Vio a su madre y a su hermana, Luisita, a quien llaman Chichí, que estaban hospedando a su tía, Elena, que vive en Berlín. Elena llegó a París con su hijo mayor, Julius, también llamado “el sabio”, pero este último no está en la casa de los Desnoyers y Julio expresa no verlo hace varios años. Julio tuvo que irse porque su madre le advirtió que si su padre se enteraba de que estaba en la casa, se iba a enojar. Toda la familia respeta a Marcelo Desnoyers, y él no aprueba el estilo de vida de Julio.
Margarita se inquieta cada vez más ante la posibilidad de que los vean juntos y decide marcharse. Julio le insiste para que vayan a su estudio de la rue de la Pompe, y Margarita termina cediendo. Demuestra preocupación por la inminente guerra y la consecuente imposibilidad de consumar su amor en matrimonio.
Primera parte, Capítulo 2: “El centauro Madariaga”
Marcelo Desnoyers es un joven parisino en 1870. Tras la muerte repentina de su padre, se ve obligado a buscar trabajo a los catorce años como tallista. A los diecinueve años presencia una manifestación popular contra el gobierno, donde recibe golpes que disparan por primera vez su carácter irritable. Decide abandonar su país antes de tener que ingresar al ejército, y su prisa coincide con que el primer buque que zarpa se dirige al Río de la Plata.
Trabaja como tallista en Buenos Aires hasta los veintisiete años, cuando decide dedicarse a algo que le dé más dinero. Durante tres años tiene trabajos temporales hasta empezar a trabajar con el estanciero español Julio Madariaga, apodado “el centauro”. Aunque los estancieros vecinos advierten a Marcelo del carácter insufrible de Madariaga, el francés es muy querido por su patrón, mucho más después de que lo salva de la riña con un peón.
A partir de este suceso, Marcelo entra al núcleo familiar de los Madariaga. La esposa del estanciero, Misiá Petrona, acostumbra a recibir burlas de él, que la resiente por no haber tenido hijos varones. El patrón muestra cariño por su hija mayor, Luisa, a quien apoda Chicha, pero desprecia a la menor, Elena. Las jóvenes reciben gran cantidad de pretendientes. Según el centauro, “lo que buscan esos sinvergüenzas son los pesos del viejo Madariaga” (p.68).
Marcelo se presenta ante su patrón bruscamente un día anunciando su partida. Madariaga conoce la razón de su intención: el francés se había enamorado de su hija mayor. Bajo la promesa de concebir varios hijos para llenar la estancia, Madariaga da su visto bueno para que Marcelo y Luisa se casen.
Madariaga vuelve de un viaje con un joven alemán, Karl Hartottt, para que asista la contabilidad de la estancia. El nuevo trabajador se desempeña con disciplina y afirma ser hijo de un importante general alemán, origen que el viejo Madariaga descree. Karl y Elena se enamoran y esto provoca la furia del patrón, por lo que aquellos deciden escaparse. Marcelo opera como intermediario entre el padre de Elena y la pareja. Él es el encargado de comunicarle a Madariaga que tuvieron un hijo y lo nombraron como su abuelo, pero el estanciero no lo reconoce como su nieto.
Petrona muere de manera inesperada. Elena vuelve a la estancia para su entierro, y allí su padre concede que ella y Karl residan allí, siempre y cuando no tengan contacto con él. Luisa da luz a un varón, a quien también llaman Julio. Madariaga es afectuoso con este nieto, pero ignora a los cuatro hijos de Elena y Karl.
Marcelo y Luisa envían al pequeño Julio Desnoyers a un colegio de Buenos Aires porque Madariaga no respetaba los tiempos de la educación de su nieto y siempre lo quería de acompañante. Cuando Julio se va, el estanciero encuentra su reemplazo en su hermana Luisa, apodada Chichí, y realiza las mismas actividades con ella. Luego, Chichí también abandona la estancia para estudiar.
Karl y Elena viajan, gracias al dinero que Marcelo les otorga, a Alemania. Dos de sus cuatro hijos se quedan estudiando en Europa, y eventualmente sus hermanos los acompañan. Julio Desnoyers deja sus estudios en la adolescencia y comienza una vida agitada, de diversión y peleas nocturnas en Buenos Aires. Su abuelo financia sus aventuras ante la reprobación de su padre.
Julio Madariaga muere a los ochenta y cuatro años. En su testamento, si bien beneficia a Luisa, le deja parte de su estancia a Elena. También contempla a sus peones, en especial a Celedonio, su principal capataz, y lega una parte a su nieto Julio Desnoyers para garantizar su independencia. Marcelo le propone a Karl unificar las partes de la estancia, pero Karl, orgulloso, declina la oferta porque planea regresar a Alemania.
Primera parte, Capítulo 3: “La familia Desnoyers”
Los herederos de Julio Madariaga se separan: la rama Hartrott vende su parte de la estancia y se establece en Berlín, mientras que los Desnoyeres se asientan en Buenos Aires. Elena les envía cartas detallando su vida de lujo en Alemania. Su hijo mayor es filólogo, aunque “la madre lamentaba que no fuese militar” (p. 96), como sus otros cuatro hijos varones.
Chichí y Julio Desnoyers se sienten atraídos por los relatos de su tía y proponen que la familia se mude a Europa. Así, treinta y cuatro años después de haber llegado a Argentina, Marcelo Desnoyers vuelve a París con la fortuna de sus años en la estancia. Desarrolla un gusto particular por frecuentar subastas y adquirir gran cantidad de muebles y objetos de adorno. Cuando empieza a faltar espacio en su suntuosa casa de la avenida Víctor Hugo para almacenar sus compras, Marcelo decide comprar un castillo en el pueblo de Villeblanche, tal como hicieron los parientes de Berlín.
Don Marcelo es feliz con su nueva propiedad y traba amistad con su vecino, el senador Lacour. Sin embargo, la relación con sus hijos es cada vez más compleja: Chichí solo se interesa por la moda, y Julio, a pesar de haber solicitado su propio estudio para dedicarse a la pintura, suele protagonizar peleas nocturnas en los bares parisinos. Una estadía breve en la casa de los Hartrott y la influencia de Argensola, su amigo y consejero, no son suficientes para cambiar las tendencias de Julio.
Como el dinero que le proporciona su padre le parece insuficiente, Julio reclama parte del campo que era de su abuelo en Argentina. Gasta más de lo que debe: su gestión no tiene el éxito que él cultiva como bailarín de tango en los salones franceses. Su afición por la música argentina lo vuelve cercano al senador Lacour, que recibe a los hijos de Desnoyers en sus reuniones. Allí, Chichí conoce al hijo del senador, René, y comienzan una relación. Allí también conoce Julio a Margarita, a quien deslumbra con sus pasos de baile, y comienzan una relación clandestina.
Esteban Laurier, el marido de Margarita, la sorprende un día yéndose del estudio de Julio por la noche. A pesar de que al principio amenaza a Julio con una pelea, el senador Lacour calma sus ánimos, y Margarita se muda a la casa de su madre e inicia los trámites de divorcio. Julio viaja a América a conseguir dinero para casarse con ella.
Análisis
La novela comienza con un narrador omnisciente que describe calles y lugares de la capital francesa con minuciosidad. A partir de la lectura de la sección que inaugura el libro, "Al lector", sabemos que el autor de la novela, Vicente Blasco Ibáñez, se encontraba también en París a fines de 1914. Desde el comienzo de la guerra, Blasco Ibáñez envía escritos espontáneos a favor de Francia a la prensa. La producción del español no pasa desapercibida para el entones presidente de la República Francesa, Raymond Poincaré, quien textualmente le solicita "un libro que sirva a nuestra causa" (p.8).
El autor era ya reconocido como uno de los principales escritores naturalistas de la época. El Naturalismo tiene un vínculo estrecho con el Realismo, ya que comparte una pretensión de imparcialidad. Esta pretensión es clara en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, ya que Blasco Ibáñez tiene el objetivo de relatar los horrores de la Primera Guerra Mundial de manera cabal. La Primera Guerra Mundial comienza, justamente, en julio de 1914, y se extiende hasta noviembre de 2018. Los dos bandos enfrentados son las Potencias Centrales (el Imperio Alemán y Austria-Hungría) y la Triple Entente (Francia, Inglaterra y el Imperio Ruso).
Blasco Ibáñez, entonces, se dispone a escribir Los cuatro jinetes del Apocalipsis desde París, haciendo algunos viajes al frente de batalla. Su posición está alineada con la del gobierno francés, y esto se deja ver en la tendencia panfletaria del texto. Sus opiniones siempre quedan expresadas por el narrador omnisciente, que es constante a lo largo de la novela. La focalización se alterna entre los dos personajes protagónicos, Julio y Marcelo Desnoyers, cuyos puntos de vista se sostienen al interior de cada capítulo.
En estos primeros tres capítulos se da una inversión del orden temporal: el tercer capítulo termina, aproximadamente, donde empieza el primero. La novela inicia con el encuentro de los amantes, Julio y Margarita, en París, para luego relatar las vivencias de Julio en el buque hamburgués. Sus presentaciones de personaje serán dadas más adelante en la novela; así es que lo verdaderamente relevante de este primer capítulo es la descripción del clima social inmediatamente previo al estallido de la Primera Guerra Mundial.
Los devaneos del enamorado se encuentran con la preocupación de los franceses, y cuando Julio afirma: “‘Hablan de la guerra (…). Todo París sólo habla a estas horas de la posibilidad de la guerra’” (p.18) mientras espera a su pareja, este augurio se vuelve predominante en la narración. El hecho de que Blasco Ibáñez confiese en su advertencia “Al lector” que, como Julio, viajó de Buenos Aires a París en el König Friedrich August, nos da la pauta de su pretensión de fidelidad a la realidad.
Los personajes alemanes del buque (principalmente el Consejero de Comercio) se caracterizan por una tendencia al despotismo y la subestimación de Julio. Desde este primer momento, la nacionalidad de los personajes aparece como su aspecto más saliente, al punto de que sus acciones son descritas por el narrador aludiendo directamente a sus países de origen: Julio, intentando hablar con los alemanes, “era Francia que venía a confraternizar con ellos” (p.27). La ironía que queda codificada en la sostenida mención de los alemanes de la “guerra preventiva” refuerza su impronta inaccesible y belicosa, que no entiende de razones.
Este segmento presenta los rasgos identitarios de las nacionalidades, que permanecen prácticamente inamovibles a lo largo de la novela. Es menester señalar que la descripción exhaustiva del carácter alemán en el primer capítulo resuena en el personaje de Karl, el tío de Julio. Si bien al comienzo es un peón laborioso en la estancia de los Madariaga y profesa gran respeto por Marcelo, en cuanto ya no depende de él y puede volver a su Alemania natal, le demuestra “un orgullo mal disimulado, un deseo de desquitarse de sus épocas de humillación voluntaria” (p.97). Además, su aparente parentesco con un general alemán remite al nacionalismo de los alemanes del König Friedrich August, que más adelante asumirán sus hijos.
La convivencia de personajes de países diferentes está presente en el buque y en la estancia de los Madariaga, y por esto el patrón afirma que es como “el Arca de Noé” (p.79). Esta sentencia pone en pie de igualdad a humanos y animales, un gesto propio de Julio Madariaga, el origen de las dos ramas familiares en disputa en la novela. Su amor por Marcelo y su descendencia es inversamente proporcional al desprecio que siente por Karl y la suya. También, casualmente, desprecia la guerra, lo que lo acerca a Marcelo y lo aleja de Karl. Una vez en Alemania, el deseo más profundo de Elena y Karl será que sus hijos sean militares y defiendan su patria.
La separación de los Desnoyers y los Hartrott parece inevitable una vez que muere el centauro Madariaga. En última instancia, las dos familias vuelven a los países de origen de sus padres, y respectivamente viven una vida de lujos y excesos. Hacia el final del capítulo tres, el foco vuelve a Julio, para desarrollar lo que se menciona al comienzo de la novela: la distancia entre él y su padre. Marcelo es el único que se resiste a los encantos de su hijo argentino, aunque el narrador nos deja saber que, en el fondo, siente “una irresistible satisfacción, un orgullo animal, al considerar que este aturdido temible era obra suya” (p.114-115). Esta sensación, ahora reprimida, se invertirá cuando Julio decida participar en el ejército.