Los cuatro jinetes del Apocalipsis (Alegoría)
Si bien la figura de los cuatro jinetes del Apocalipsis se introduce al final de la Primera Parte, es retomada en los momentos de mayor dramatismo de la novela. Tchernoff replica la lectura alegórica de los cuatro jinetes que se expone en el Apocalipsis de Juan, en el que cada uno de ellos representa un mal: la Guerra, el Hambre, la Muerte y la Peste o la Conquista.
A pesar de que los cuatro jinetes constituyen el grupo que precede a la verdadera Bestia, el Apocalipsis, su preponderancia dentro de la novela es clara. En todas las ocasiones en las que aparecen luego del discurso de Tchernoff, Marcelo Desnoyers es el que los rememora. Casualmente, las vivencias de este personaje durante el sitio del castillo de Villeblanche son las más detalladas en lo que concierne al horror de la guerra. De esta manera, se puede pensar que los jinetes funcionan como una forma posible de nombrar lo innombrable, de darle presencia a lo monstruoso de la experiencia de la guerra.
La animalidad (Motivo)
Como se adelantó en secciones anteriores, algo que caracteriza la personalidad de Julio Madariaga es su tratamiento equivalente entre humanos y animales. Esto traza un sistema comunitario sin demasiadas divisiones, que él afirma pacífico antes de su pelea con Karl.
En varias oportunidades a lo largo de la novela, distintos comportamientos son descritos como “animales”. Uno de ellos es cuando se describe el sentimiento contradictorio que experimenta Marcelo Desnoyers ante la vida parisina de su hijo. Detesta sus costumbres, pero también siente “un orgullo animal, al considerar que este aturdido temible era obra suya” (p.115). Lo animal aparece aquí asociado a lo irrefrenable, a lo que siente el personaje aun si no quiere sentirlo.
Además, como es común en el discurso propagandístico y bélico en general, se alude a las naciones haciendo referencia a un animal que típicamente se le asocia. Julius Hartrott, enumerando a los enemigos de Alemania, afirma: “acabaremos con el oso, luego de haber matado al gallo” (p.152), sugiriendo metafóricamente que se trata de Rusia y Francia, respectivamente.
El conflicto intergeneracional entre padre e hijo (Motivo)
El vínculo entre padres e hijos es un motivo propio de la literatura que aborda el tema de la familia, un tópico literario común del siglo XIX. La relación entre los dos personajes principales de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Marcelo y Julio Desnoyers, es central a lo largo de la novela. Cuando la narración adopta el punto de vista de uno y otro, aparece problematizado, en los primeros capítulos, el hecho de que no pueden siquiera compartir el espacio del hogar, ya que Marcelo no aprueba el modo de vida de Julio. Esta situación persiste hasta el ingreso de Julio al ejército, cuando Marcelo olvida todos los rencores y se siente orgulloso de su hijo.
Cuando se relata la vida de la familia Madariaga, en el capítulo 2 de la Primera Parte ("El centauro Madariaga"), el narrador insiste en que Julio Madariaga no siente un gran aprecio hacia su hija menor, Elena. La razón de esta distancia es similar a la de Marcelo, más adelante, con respecto a su hijo: fundamentalmente, no aprueba sus hábitos: "Mira, gabacho—decía Madariaga—. Todo versos y novelas. ¡Puros embustes!... ¡Aire!" (p.66). Esta incompatibilidad se vuelve definitiva cuando Elena contrae una relación con Karl, el contador alemán de la estancia, y Julio no tolera siquiera vivir en la misma casa que ellos, al igual que Marcelo se siente con relación a su hijo en París.
La emigración (Motivo)
La decisión de alejarse o volver a la tierra natal determina a muchos de los personajes de Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Como la nacionalidad es el rasgo característico fundamental de cada uno, la emigración aparece como un acto de renuncia identitaria que los personajes asumen con mayor o menor pesar.
Cronológicamente, el primero en emigrar es Julio Madariaga, que abandona España para asentarse en Argentina. Es el primero en reivindicar la paz que se vive en las pampas, mientras afirma: "En Europa tal vez nos habríamos golpeado a estas horas; pero aquí todos amigos" (p.79). También busca la paz Marcelo Desnoyers, que termina en Buenos Aires huyendo de las manifestaciones políticas parisinas. Karl, por su parte, se ve obligado a viajar con Julio para trabajar, pero en cuanto reúne el dinero suficiente regresa a Alemania.
El viaje de los Hartrott y la vida de aristócratas que comienzan en Berlín alientan a los Desnoyers a dejar Argentina. Marcelo, a diferencia de Julio, no siente un deseo de volver a su patria; simplemente cede ante las intenciones de sus hijos.
La tina de oro (Símbolo)
La tina de oro es la compra que más destaca Marcelo Desnoyers entre las que efectúa una vez que regresa a París. La juzga “como el acto más culminante de su opulencia” (p.264), por lo que esta se erige como el símbolo de las riquezas que colecciona, y que parecen otorgarle cierta soberanía sobre su destino.
A su vez, cuando le toca presenciar el saqueo de su castillo, el único objeto que singulariza de todos los que roban los alemanes es este: "Un objeto voluminoso envuelto en cortinas de seda, que suplían a la lona de embalaje, era empujado por cuatro hombres hasta uno de los automóviles. El propietario adivinó. ¡Su baño: la famosa tina de oro!..." (p.342). La compra más lujosa del francés simboliza, así, la omnipotencia que se arroga, y que verá falseada de manera repentina cuando llega el enemigo hasta su castillo.