La denuncia política
Operación masacre es, ante todo, un escrito que quiere denunciar un hecho atroz, cometido impunemente por el gobierno de facto de la Revolución Libertadora. Los procedimientos literarios que Walsh utiliza para narrar lo sucedido tienen el objetivo de servir a esta causa, razón de ser de la investigación convertida en relato. En este sentido, los hechos no son una excusa para hacer literatura, sino que la literatura está puesta al servicio de revelar la verdad cruda de los hechos.
Walsh focaliza esta denuncia, principalmente, poniendo en evidencia la violencia y la injusticia estatales. De esta manera, busca revelar el modo en que los poderosos ocultan procedimientos ilegales de represión, abuso y maltrato, implementados entre culpables, inocentes y familiares de víctimas. Como libro de denuncia política, Operación masacre quiere revertir esta situación, sirviendo a la justicia como prueba de los delitos cometidos por el Estado. Cuando Walsh descubre que dentro del gobierno militar no hay justicia que valga, su libro empezará a funcionar como vehículo de un viraje ideológico anti-sistema y a favor de la revolución.
Tensiones entre literatura y periodismo
En su escritura, Walsh adapta el material de la investigación a las formas del relato literario, utilizando varios de los procedimientos narrativos del género policial. Toma los testimonios de sobrevivientes, familiares e implicados, para recrear las voces de las personas involucradas en la masacre, convertidas por la narración en personajes de la historia.
El propio Walsh asume la posición de un narrador-detective en búsqueda de las pistas que lo ayudarán a reconstruir los hechos. Para atrapar al lector, utiliza diferentes recursos, como el suspenso, la repetición y los adelantos, como cuando afirma que algún dato de la historia va a ser importante más adelante en la trama. También busca interpelar la empatía del lector al reconstruir las vidas de las víctimas y de sus familiares. Todo esto manifiesta las tensiones entre literatura y periodismo que convierten a Operación masacre en un texto a su vez político y literario.
Objetividad periodística vs. subjetividad narrativa
En Operación masacre, narrador y autor se confunden en un mismo plano. Rodolfo Walsh no solo escribe la historia, sino que también se compromete personalmente con lo narrado. Aunque, por momentos, la reconstrucción de los acontecimientos toma la forma de una narración omnisciente, se torna evidente que la investigación involucra al escritor en primera persona, que deja su huella en la escritura a través de sus apreciaciones personales. En el vaivén que va de la descripción “objetiva” de los hechos a las reflexiones “subjetivas” del autor/narrador, se inscribe la intrincada relación entre literatura y periodismo que caracteriza a Operación masacre.
En un sentido inverso, podemos hablar también de subjetividad periodística y objetividad narrativa. Paradójicamente, los momentos más distanciados de la trama, aquellos en los que no aparecen las marcas autorales, son también los más literarios, puesto que generan la ilusión de estar leyendo un relato de ficción. Los momentos más “subjetivos”, en cambio, aquellos donde Walsh hace oír su voz, nos devuelven a la realidad de la investigación, donde el autor hace su denuncia y realiza su crítica periodística.
Verdad vs. Verosímil
Las cinco palabras que atrapan a Walsh y lo conducen a escribir su relato, “hay un fusilado que vive”, plantean un oxímoron, un imposible que lo atrae por su carácter casi fantástico. Pero la atracción reside también, precisamente, en el hecho de que las cosas increíbles que se cuentan en la historia son terriblemente reales, aunque no lo parezcan. Narrar el horror de la masacre implica narrar una situación que, en su condición extrema, parece sacada de un cuento de ficción. En este sentido, Operación masacre propone que hay algo de literario en la coyuntura sangrienta de la realidad política, y ese planteo es también una forma de la denuncia.
Cuando la realidad parece superar a la ficción, la verdad se opone a la verosimilitud. La reconstrucción de los hechos busca dar con la verdad de lo sucedido aquella noche nefasta del 9 y el 10 de junio de 1956, pero mucho de lo que sucede no parece verosímil, es decir, no tiene apariencia de verdadero, no es factible o creíble. Esta es una confrontación característica del género no-ficción; de acuerdo con Ana María Amar Sánchez, mientras el género realista busca ser verosímil –cuenta una historia que pudo haber existido en la realidad– pero no es verdadero –no sucedió realmente–, el género no-ficción trata con hechos verdaderos –que sucedieron en la realidad– pero que parecen inverosímiles, por tratar asuntos excepcionales: no parecen reales, pero lo son.
En Operación masacre este tema predomina principalmente en el momento del fusilamiento; por ejemplo, es inverosímil que Don Horacio no reciba el tiro de gracia –puesto que se encontraba ileso y los policías se habían acercado para dispararle– o que se haya elegido el basural de José León Suárez cuando había lugares más propicios para ejecutar la orden ilegal de fusilamiento.
La conversión ideológica del autor
A través de sus diferentes ediciones, Operación masacre también cuenta la historia del derrotero político de Walsh, de cómo pasó a ser un hombre poco interesado en los conflictos sociales de su época, a convertirse en un intelectual comprometido y, luego, en un militante que llama a tomar las armas para hacer la revolución. A través de su tono de indignación y de sus protestas, y especialmente en las secciones que, a lo largo de los años, va agregando a la primera publicación de 1957, se puede rastrear la conversión ideológica del autor, de antiperonista de derecha a peronista revolucionario de izquierda.
Civilización y barbarie
Es un tópico que subyace a la trama y que dialoga con la historia de la literatura argentina, en la que la lucha entre la civilización y la barbarie es un tema dominante. Cuando Walsh dice que lo que sucede en torno al episodio de José León Suárez “es todo un capítulo en la historia de nuestra barbarie” (110), está proponiendo una nueva forma de entender dicha historia, que siempre vio del lado de la barbarie a quienes se ubicaban en los márgenes de lo social, o más cerca del pueblo que de los sectores dominantes: indígenas, gauchos, inmigrantes, obreros. Con su denuncia, el escritor busca invertir el tándem, reconociendo las prácticas bárbaras que realizan quienes son normalmente ubicados dentro de una elite “civilizada” que detenta el poder.