Orgullo y Prejuicio

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El orgullo

Como dice Mary en el Capítulo 5, "la naturaleza humana es extremadamente propensa [al orgullo]". A lo largo de Orgullo y prejuicio, el orgullo impide que los personajes vean la verdad de una situación. En particular, es una de las dos barreras principales que se interponen en el camino hacia la unión entre Elizabeth y Darcy. El orgullo de Darcy respecto a su posición social lo lleva a despreciar a cualquier persona fuera de su círculo social. Por su parte, el orgullo de Elizabeth respecto a su capacidad de discernimiento nubla su juicio. Estos personajes encuentran la felicidad ayudándose mutuamente a superar el orgullo. Sin embargo, más allá de Elizabeth y Darcy, Austen parece pesimista respecto a la capacidad humana de vencer este defecto de carácter. Una gran cantidad de personajes secundarios, como Mrs. Bennet, Lady Catherine, Mr. Collins y Caroline Bingley, continúan cegadas por el orgullo personal a lo largo de la novela.

El prejuicio

El crítico A. Walton Litz comenta: "en Orgullo y prejuicio uno no puede equiparar a Darcy con el orgullo, o a Elizabeth con el prejuicio; el orgullo de clase de Darcy se basa en el prejuicio social, mientras que el prejuicio inicial de Elizabeth contra él se basa en el orgullo que siente por sus rápidas percepciones". En última instancia, los egos de ambos personajes son motivadores de prejuicio personal. A Darcy se le ha enseñado a despreciar a cualquiera que se encuentre fuera de su propio círculo social, y debe vencer sus prejuicios para poder ganarse la simpatía de Elizabeth. Del mismo modo, el orgullo excesivo de Elizabeth en relación a su capacidad de discernimiento la lleva a rechazar a Darcy demasiado rápido. En última instancia, ellos encontrarán la felicidad al reconocer las barreras que crea el prejuicio.

La familia

Austen describe la unidad familiar como la principal responsable de la educación intelectual y moral de los niños. A lo largo de la novela, los personajes más jóvenes se benefician o sufren de sus valores familiares. El hecho de que Mr. y Mrs. Bennet no les hayan proporcionado a sus hijas una educación adecuada lleva a la absoluta estupidez e inmoralidad de Lydia. Elizabeth y Jane logran desarrollar la virtud y el discernimiento a pesar de la negligencia de sus padres, aunque hay que destacar que tienen otros modelos a seguir (como los Gardiner). Darcy comparte la naturaleza aristocrática de su padre y la tendencia hacia la generosidad, mientras que el formidable estilo de crianza de Lady Catherine ha logrado que su hija tenga demasiado miedo como para hablar.

Las mujeres

Austen es ciertamente crítica de las injusticias de género presentes en la sociedad inglesa del siglo XIX, particularmente de las perpetradas por la institución del matrimonio. En Orgullo y prejuicio, muchas mujeres (como Charlotte) deben casarse únicamente por el bien de la seguridad financiera. Sin embargo, en su descripción de Elizabeth, Austen muestra que las mujeres son tan inteligentes y capaces como sus homólogos masculinos. La propia Jane Austen se opuso a las convenciones permaneciendo soltera y ganándose la vida con sus novelas. En sus cartas personales, Austen aconsejaba a sus amigos casarse sólo por amor. En la novela, el final feliz de Elizabeth revela las creencias de Austen de que la mujer tiene derecho a ser independiente hasta encontrar al hombre adecuado (si lo encuentra).

Por otro lado, la mayoría de los lectores contemporáneos encontrarán que la ley de propiedad de Longbourn es injusta. Y, sin embargo, las heroínas, Jane y Elizabeth, se abstienen de hablar en contra de la misma. En cambio, los dos únicos personajes que la critican abiertamente, Mrs. Bennet y Lady Catherine, son ridículas caricaturas. Además, el hecho de que Elizabeth parezca compartir con su padre la desconfianza en las mujeres frívolas sugiere la incómoda relación de Austen con su propio género.

La clase social

Los problemas de clase están por todas partes en Orgullo y prejuicio. Si bien la novela nunca postula una ideología igualitaria ni apoya la abolición de las clases sociales, sí critica el énfasis excesivo en la clase, especialmente en términos de juzgar el carácter de una persona. En última instancia, la novela acepta la opinión de Elizabeth de que los brillos de la riqueza no son una virtud en sí mismos. El orgullo inicial de Darcy se basa en su extrema conciencia de clase, pero eventualmente llega a aceptar la perspectiva de Elizabeth, lo que se evidencia más notablemente a través de su admiración por los Gardiner. Del mismo modo, se une a Elizabeth en el rechazo de personajes de clase alta ociosos, mezquinos y de mentalidad cerrada, como Lady Catherine y las hermanas de Bingley.

Austen claramente encuentra que los rígidos límites de clase son ocasionalmente absurdos. La formalidad cómica del señor Collins y su relación obsequiosa con Lady Catherine constituyen una sátira de las diferencias de clase y de las formalidades sociales. Al final, el veredicto de la novela sobre las diferencias de clase es moderado. Austen parece aceptar la existencia de una jerarquía de clases, pero también critica la forma en la que ésta puede envenenar la sociedad. El crítico Samuel Kliger señala: "Si la conclusión de la novela pone en evidencia que Elizabeth acepta las relaciones de clase como válidas, queda igualmente claro que a Darcy se le recuerda, a través del hábito de Elizabeth de tratar a todas las personas con respeto por su dignidad natural, que las instituciones no son un fin en sí mismas, sino que están destinadas a servir el objetivo de la felicidad humana".

Lo individual vs. lo social

En Orgullo y prejuicio, Austen retrata un mundo en el que la sociedad participa activamente en la vida privada de las personas. Los personajes a menudo enfrentan preguntas sobre su responsabilidad con el mundo que los rodea. Un buen ejemplo es la culpa de Darcy por no haber puesto a Wickham en evidencia antes de que pudiera fugarse con Lydia. Después de todo, el pecado de Lydia amenaza con mancillar no sólo a su familia, sino a la comunidad en general. Y sin embargo, Austen parece muy consciente de qué tan fácilmente puede cambiar la opinión pública, como lo demuestran las cambiantes opiniones del pueblo sobre Wickham.

Elizabeth, por su parte, es orgullosamente independiente e individualista. Posee la capacidad de trascender sus limitaciones (la negligencia de sus padres, la frivolidad de Meryton, la naturaleza pragmática de Charlotte) porque tiene la confianza suficiente para perseguir lo que quiere. Sin embargo, su naturaleza individualista la confunde mientras desarrolla sus sentimientos por Darcy. Afortunadamente, Mrs. Gardiner está allí para guiarla hacia él. En última instancia, Austen critica el poder que tiene la opinión pública sobre la acción individual, pero también cree que la sociedad tiene un papel crucial en promover la virtud y, por tanto, en generar felicidad individual. Según el crítico Richard Simpson, Austen retrata una "profunda conciencia de que el hombre es un ser social y que, por fuera de la sociedad, ni siquiera existe el individuo".

La virtud

Las novelas de Austen unen las concepciones aristotélicas y cristianas de la virtud. La autora considera que la vida humana tiene un propósito, y que los seres humanos deben guiar sus apetitos y deseos a través del uso de la razón. Por ejemplo, Elizabeth casi pierde su oportunidad de ser feliz porque su vanidad supera su pragmatismo. La falta de virtud de Lydia está relacionada con su incapacidad para controlar su pasión y deseo.

La mayoría de estos ejemplos enfatizan la importancia de la conciencia de sí mismo. Sin conocerse es difícil desarrollar la virtud. Darcy y Elizabeth, dos de los únicos personajes que realmente cambian en la novela, sólo pueden ver más allá de su orgullo y prejuicio con la ayuda del otro. Al final, Austen vincula la felicidad con la virtud, y la virtud con la conciencia de sí mismo

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