Ah, puedes estar seguro
De que lo obedeceré para mi propio beneficio.
No todos podemos ser amos, ni tampoco todos los amos
Han de ser obedecidos
Amargado por no haber sido tenido en cuenta para el puesto que ocupa Casio, Yago revela que sirve a Otelo solo para servirse a sí mismo. Le dice entonces a Rodrigo que los hombres no pueden seguir a los líderes si quieren ser líderes ellos también. Además, refiriéndose a Otelo, Yago dice que no todos los hombres son aptos para liderar, y que no todos los líderes deben ser seguidos. Esta declaración es una de las pocas veces en las que Yago es honesto con otro personaje. Es también la primera semilla que planta en su juego de engaño: le sugiere sutilmente a Rodrigo que debe amotinarse, reclutándolo de esta manera para su “propio beneficio”, en contra de Otelo.
Porque cuando mis actos exteriores exhiban
La verdadera naturaleza de mi corazón
Bajo sus demostraciones externas, mostraré entonces
Mi verdadero ser como se lucen las insignias en la manga,
Para que hasta los tontos se den cuenta; yo no soy el que soy
En su intento de llevar a cabo su venganza, Yago se volverá engañoso y nunca mostrará sus verdaderas emociones al mundo exterior. La ironía de esta declaración es que él está contando la verdad sobre su deshonestidad. Yago sabe que si el resto de los personajes supiera lo que acecha en su corazón, Otelo y sus fieles lo destrozarían. La frase “yo no soy el que soy” es una negación paródica de las palabras con las que Dios anuncia su naturaleza en Éxodo 3:14: “Soy el que soy”. Se puede interpretar como una referencia a la naturaleza diabólica de Yago.
Y, noble señor,
Si la virtud no carece del deleite de la belleza, entonces
Vuestro yerno es mucho más bello que negro
En esta frase, “negro” tiene un significado doble: hace referencia a la pertenencia étnica de Otelo y también, de acuerdo con el uso de la época, significa “feo”. El Duque dice que si la virtud puede ser hermosa, entonces Otelo es en verdad “bello” porque posee bondad. No obstante, puesto que Otelo es negro, esto puede ser interpretado como un cumplido ambiguo, en el que Otelo es visto como más virtuoso (justo, caballeroso) que los que pertenecen a su etnia. La cuestión étnica es un tema dominante de la obra, así como en Venecia es un tema dominante el prejuicio. Otelo logra elevarse por encima de los estereotipos de la época, pero siempre debe luchar contra la discriminación.
No me siento contenta, pero disfrazo
En mi exterior lo que siento
Mientras habla con Yago, Desdémona dice que pretende estar feliz, aunque en realidad está preocupada por la seguridad de Otelo. Este pasaje muestra el cuidado que tiene por su esposo, y también que es capaz de ocultar sus emociones. En esta conversación con Desdémona, Yago revela su menosprecio hacia las mujeres, de quienes cree que utilizan la belleza y el ingenio para manipular a los hombres.
¡Reputación, reputación, reputación! ¡He perdido mi reputación! He perdido la parte inmortal de mi ser, y lo que queda es bestial.
Después de una pelea de borrachos que tiene con Rodrigo, Casio es despojado de su posición como lugarteniente. Sin su rango, siente que no es nada. Otelo se hace eco de este sentimiento en su motivación de matar a Desdémona, porque siente que el engaño de su esposa ha estropeado la reputación que tanto le costó labrar. Tanto Casio como Otelo consideran que un hombre no es nada más que una bestia sin su buen nombre.
¡Cuidaos, mi señor, de los celos!
Son un monstruo de ojos verdes, que se burla
De la carne de la que se alimenta
Yago advierte a Otelo para incitar sus celos y provocar su furia, aunque aparenta hacerlo con la mejor de las intenciones, teniendo en cuenta lo que más le conviene. En inglés, la locución green-eyed monster (“monstruo de ojos verdes”) para referirse a los celos proviene de esta línea de Otelo. Yago caracteriza esta emoción como una que consume y deja en ridículo al hombre que la manifiesta.
¿Acostado con ella? ¿Acostado encima de ella? Decimos también acostarse junto a ella… ¡Acostarse encima de ella! ¡Por la sangre de Cristo, eso es inmundo! Pañuelo… confesiones… pañuelo! ¡Que confiese y lo cuelguen por ello! ¡Primero que lo cuelguen, y que luego confiese! ¡Tiemblo al pensarlo!
Yago provoca a Otelo con sus palabras, insinuando que Casio se ha acostado con Desdémona (hay un juego de palabras en el original en inglés: Yago dice lie, que significa tanto “mentir” como “acostarse”), y Otelo, interpretando la peor connotación, empieza a ser incoherente en su discurso: repite palabras, confunde los sucesos de las acciones y se deja llevar por el horror de lo que imagina. El cambio del verso a la prosa también es un indicio de su pérdida de la razón. El pañuelo de Desdémona toma aquí importancia como prueba del engaño, aunque sabemos que es otro de los instrumentos que utiliza Yago para empujar a Otelo hacia los celos y la locura. Al final de este discurso, Otelo cae en un trance que lo hace delirar, como si tuviera un ataque de epilepsia. Todo esto pone en evidencia que dentro de Otelo se bate una lucha entre el orden y el caos, donde pronto gobernará este último.
Es la causa, es la causa, alma mía.
Dejad que no os la nombre a vosotras, castas estrellas.
Es la causa. Pero no derramaré su sangre,
Ni marcaré su piel, más blanca que la nieve
Y tan tersa como el monumental alabastro.
Sin embargo ella debe morir, o traicionará a otros hombres.
Otelo cree que al matar a Desdémona está cumpliendo el rol de juez (y de verdugo) en una “causa” que compete a la justicia divina, y así justifica lo que está por hacer. El asesinato no arruinará la belleza de Desdémona –representada en la blancura de su piel, símbolo de su pureza y de su bondad, que contrasta con el color de la piel de Otelo– porque él cree que la muerte le impedirá traicionar a otros hombres. De esta manera, Otelo cree que, con su muerte, Desdémona puede conservar sus más puros atributos.
Piensa que con esto triunfamos o nos hundimos.
Tras haber convencido a Rodrigo de asesinar a Casio, Yago le deja en claro que este acto los llevará al éxito o los conducirá a su perdición. Al admitir que su plan puede fallar, el alferéz anticipa con sus palabras que el desenlace podrá también ser trágico para él, como, en efecto, sucede.
He prestado algún servicio al estado, y todos lo saben.
No se diga más de ello. Os suplico que en vuestras cartas,
Cuando relatéis estos sucesos desafortunados,
Habléis de mí tal cual soy. No atenuéis nada,
Ni tampoco agreguéis nada por malicia.
Debéis hablar, entonces,
De alguien que no amó con sensatez, pero sí en exceso;
Alguien no fácilmente celoso, pero que fue acuciado
Hasta la confusión extrema.
Al dirigirse a Ludovico y Graciano antes de suicidarse, Otelo les dice que cualquier acto bueno que haya hecho en el pasado no podrá disculparlo de sus necios actos de pasión. Si bien se hace cargo de lo que ha hecho, pidiendo que se lo juzgue “tal cual [es]”, se representa a sí mismo como víctima de sus propias emociones y de quien lo condujo hasta un punto de perplejidad que no le permitió hacer uso de la razón. Otelo quiere que Venecia lo recuerde como un hombre honorable a pesar de lo que ha hecho; como Casio, él cree que la reputación de un hombre es inmortal, y espera que su nombre no quede manchado por este último capítulo de su vida.