Venecia y Chipre (símbolos)
En Otelo, Venecia representa el orden del mundo civilizado, la ley y la razón; allí, Otelo es respetado, y cuando Yago realiza su primer intento de provocar el desorden dando aviso de la huida de Desdémona, dicho desorden es rápidamente neutralizado por la Cámara del Consejo, que escucha las razones de Otelo y de Desdémona rechazando el pedido de justicia de Brabancio. Chipre, en cambio, simboliza geográficamente el desplazamiento hacia el caos; está más cerca del territorio turco, que en la obra –y en consonancia con los prejuicios raciales de la época– representa el lugar de la barbarie que amenaza con destruir la Cristiandad. En este espacio, situado a medio camino entre la barbarie y la civilización, Otelo abandona su pensamiento racional y, frágil ante las insinuaciones de Yago, se pierde a sí mismo, dejando que los celos y la ira lo conduzcan hacia la muerte.
Este movimiento del orden al caos también da cuenta de la correspondencia entre el macrocosmos y el microcosmos, puesto que el conflicto doméstico de Otelo tiene su correlato en el desorden cósmico representado en la geografía escénica.
La tormenta (símbolo)
La tormenta que azota a Chipre en el inicio del Acto II es un indicio de que va a comenzar la parte conflictiva del drama, anticipando el desenlace trágico de la obra. La tempestad pone de manifiesto el tema del orden vs. el caos que, siguiendo la concepción isabelina de la época, tiene su manifestación en el cosmos, tanto en el plano terrenal como en el supraterrenal.
El pañuelo (símbolo)
El pañuelo que Otelo le obsequió a Desdémona en su luna de miel es el objeto más importante de la obra. Símbolo del amor de la pareja, Yago lo utiliza como “prueba” que incrimina a Desdémona, diciendo que lo vio en manos de Casio, acto que para Otelo significa la pérdida de su amor. Además, Otelo cree que el pañuelo tiene un poder mágico, y en algún punto podemos decir que es tan fuerte el poder que le otorga a este pañuelo que, frente a esta prenda, Otelo parece poseído como por arte de magia. Frente a esta evidencia, de la que Yago se sirve gracias a un simple descuido de Desdémona, Otelo pierde todo uso de su razón, entregándose a la ira y a la locura.
Luz vs. oscuridad (motivo)
La confrontación entre la luz y la oscuridad es una manifestación de varios temas de la obra. Por un lado, ejemplifica la tensión entre el orden y el caos, como en el principio del drama, cuando Brabancio pide luz para esclarecer la huida nocturna de su hija. Por otro lado, la luz y la oscuridad son representaciones convencionales de la lucha entre el bien y el mal, por eso Yago, como encarnación del mal en la obra, saca provecho de la confusión de la noche, y Desdémona, con su excesiva bondad, es caracterizada con adjetivos vinculados a la luz y a la blancura. Finalmente, este motivo también atraviesa la cuestión racial, porque Otelo es discriminado por su pertenencia étnica y, en este sentido, se lo asocia con un mal que proviene de la oscuridad, de la que saca provecho para asesinar a Desdémona: “Apagad la luz, y entonces apagad la luz” (V.2. 7) dice antes de matarla, diciendo que al apagar la vela que ilumina la habitación, podrá luego tomar la vida de su esposa, apagando simbólicamente su luz.