La obra de Shaw, como indica su título, debe mucho a fuentes anteriores, principalmente a la mitología. Pigmalión es, originalmente, un personaje del décimo libro de Las metamorfosis, de Ovidio.
El Pigmalión de Ovidio es un escultor de Chipre que no logra disfrutar de la compañía de ninguna mujer, por lo que en un momento crea una forma femenina en marfil y se enamora de su estatua. Entonces reza a Afrodita, diosa del amor, para que lo ayude a encontrar a una mujer que sea exactamente como su obra. Afrodita, en lugar de eso, le da vida a la figura de marfil. Pigmalión la llama Galatea, se casa con ella y ambos engendran a Pafos.
Aunque coincidan en muchas cuestiones, tanto aspectos fundamentales como detalles (por ejemplo, que Higgins, a la manera de Pigmalión, no se interese nunca por ninguna mujer), está claro que el argumento de la obra de Shaw se diferencia en varias cuestiones del mito. En principio, Elisa —quien ocuparía el lugar de Galatea— ya es una persona viva antes de que Higgins (Pigmalión) la "cree": Higgins sin duda moldea el comportamiento de Elisa, su personalidad y su apariencia, pero no la moldea en mármol. Quizás por esto la resolución de la historia entre Elisa y Higgins también se distingue de la de Galatea y Pigmalión: la principal causa de riña entre los personajes de Shaw nace cuando Higgins se atribuye todo el éxito de la transformación de Elisa, a quien llega a considerar su creación y, por ende, su posesión. La joven no solo no resulta agradecida por lo que Higgins hizo de ella, sino que además se indigna cuando el maestro se atribuye todo el éxito a sí mismo y no le demuestra admiración por los logros de ella.
Este carácter, que distingue a Elisa de la dócil Galatea, se asocia entonces, a su vez, a aquella diferencia inicial entre ambos personajes femeninos: Elisa ya era un ser humano antes de que Higgins hiciera lo que hiciera con ella. La joven de Shaw, con criterio propio y noción de valía personal, no solo no tiene por su maestro la devoción y el agradecimiento porque este le haya dado vida, sino que además cuestiona, en varios momentos, que haya sido beneficiosa, para ella, dicha transformación.
Esto explica entonces, quizás, la diferencia más importante entre la obra de Shaw y el mito trabajado por Ovidio. La Galatea del autor inglés no se casa con su Pigmalión. En el Epílogo, Shaw hace alusión directa por primera vez al mito, cuando afirma que "Galatea nunca quiere de veras a Pigmalión: las relaciones que existen entre ellos son de esencia demasiado supraterrestre para ser en su conjunto agradables" (p. 111). Es claro que la diferenciación con el mito que plantea aquí Shaw es de carácter ideológico: una mujer con criterio, como lo es Elisa, sabe inconveniente casarse con un hombre que se posiciona ante ella como su “creador”; la dinámica de poder que se establecería en esa relación atenta contra la libertad y la independencia, factores centrales en un vínculo amoroso justo e igualitario.
Por otra parte, la crítica señala en el Pigmalión de Shaw otra fuente importante: la historia del rey Cophetua. El rey Cophetua es un monarca que no se interesa por las mujeres hasta que conoce a una mendiga, se enamora de ella y la erige como su reina. Basado en este relato, el complejo de Cophetua denomina una tendencia de atracción por las mujeres de clase baja, tendencia que exhibe Higgins en sus interacciones con Elisa. Aunque Higgins le asegure a Pickering que sus estudiantes son siempre "sagrados", la atracción que evidencia por Elisa es claramente distinta a la que sintiera por los millonarios a los que enseñó con anterioridad. Parte de esta diferencia en la atracción radica, muy probablemente, en la dinámica de poder, tan central en la relación de Higgins con Elisa.
Shaw elige diferenciar su obra de ambas fuentes no por las actitudes de los personajes masculinos, sino más que nada por el carácter de su personaje femenino, capaz de tomar decisiones basándose en su propio criterio y voluntad.