Resumen
Es medianoche en la casa de Higgins. Él y Pickering llegan conversando. Detrás de ellos entra Elisa, elegantemente vestida, pero con cara de cansada. Los hombres continúan hablando entre ellos como si ella no estuviera allí, hasta que Higgins le pregunta dónde están sus zapatillas. Elisa sale a buscarlas. Higgins y Pickering conversan acerca de lo bien que actuó Elisa como una dama de alta sociedad, tanto en la ópera como en la fiesta de la que acaban de llegar. Celebran el final exitoso del experimento, agradeciendo que este haya terminado.
Elisa entra en escena nuevamente trayendo las zapatillas de Higgins. Se mantiene en silencio y con aspecto cada vez más sombrío. Higgins y Pickering ignoran su estado de ánimo y se van a dormir. Elisa entra en crisis. En ese instante, vuelve a entrar Higgins para tomar su calzado. Elisa, enfurecida, se lo lanza, y exclama que ahora no sabe qué va a ser de su vida, puesto que el experimento terminó. Higgins le dice que está exagerando y que debe dormir. Agrega que Elisa es bastante atractiva, y eso le puede permitir casarse fácilmente. La joven le responde que cuando era florista estaba mejor, ya que no debía venderse a sí misma para subsistir: vendía flores, no su cuerpo.
Luego, Elisa le pregunta a Higgins si la ropa que lleva puesta le pertenece o es de Pickering, puesto que él la pagó. Está preocupada porque no tiene otra cosa: la ropa con la que llegó a esa casa fue quemada por el ama de llaves. Higgins le responde que la ropa que lleva puesta le pertenece. Elisa insiste: no quiere ser acusada de robo en el futuro. Pide también que guarden las joyas que le dieron para estar libre de cualquier acusación. Higgins se enoja y le responde que se las metería por la garganta si no tuviera que devolvérselas al joyero, ya que son alquiladas. Elisa también le entrega a Higgins un anillo que él le compró, es decir, una joya que no es prestada. Él, enojado, arroja el anillo a la chimenea y afirma que ella acaba de lastimar su corazón.
Cuando Higgins sale de la habitación, dolido, Elisa sonríe, habla con su viejo acento y toma el anillo de entre las cenizas.
Análisis
En este cuarto acto, la tensa relación entre Higgins y Elisa, finalmente, se quiebra. O, Más bien, Elisa se quiebra, y eso quiebra la relación. El hecho de que Pickering y Higgins hablen sobre ella como si no estuviera allí le demuestra a Elisa que, pese a sus grandes logros, sigue sin ser considerada una persona, con sentimientos y voluntad propia. Sigue siendo considerada un instrumento de Higgins. Incluso, se siente una especie de prostituta.
He aquí un punto clave que también aparece en Trata de blancas, obra de Shaw de 1893. Para el autor, el matrimonio arreglado entre una mujer de pocos recursos y un hombre acomodado se asemeja a la prostitución. En Trata de Blancas, es Vivie quien expresa este pensamiento con tanta transparencia como lo hace Elisa en Pigmalión. Las obras de Shaw se destacan por tener heroínas que alzan la voz para denunciar las injusticias que padecen. Gran parte de la crítica destaca que una de las particularidades de Shaw es que no solo comprende las dificultades que padece la mujer en la sociedad británica de su tiempo, sino que plantea dichas dificultades desde la voz femenina en lugar de construir personajes masculinos que se encarguen de plantear o resolver estos asuntos.
Por otro lado, desde una perspectiva de clase, Elisa afirma que, en definitiva, la clase trabajadora es mucho más digna que la clase acomodada: el trabajador vende, precisamente, su trabajo, mientras que, en la clase alta, las personas —y sobre todo las mujeres— venden los modales, los gestos. Esta crítica coincide con el pensamiento socialista de Shaw.
Otro aspecto importante que aparece en este cuarto acto es la compleja dinámica de poder que se ha formado entre Elisa y Higgins. A ella le molesta muchísimo que Higgins considere su éxito como propio, que crea que él, como el mitológico Pigmalión, la creó. Higgins, por su parte, respalda la “posesión” de Elisa con su poder económico. Él tiene el poder de ofrecerle a la joven algún tipo de futuro, sea casándola con alguien de buena clase social o consiguiéndole un buen empleo. Sin embargo, en este cuarto acto vemos que Elisa ha descubierto un modo de flanquear ese poder, de desestabilizar a Higgins a partir de lo sentimental. La alegría final de Elisa cuando Higgins, herido, se retira, demuestra su satisfacción por tener algún tipo de dominio sobre aquel que, a priori, la tiene completamente dominada. Elisa sabe que tiene el poder de lastimar sentimentalmente a Higgins, y lo aprovechará al máximo en el quinto acto.
El final de este acto, además, vuelve a evidenciar el dilema de Elisa. ¿Debería irse o quedarse con Higgins? ¿Debe aceptar el cómodo modo de vida que le ofrecen, pese a que ella sienta que es una forma de prostitución? La complejidad del dilema se ve claramente en la sonrisa vencedora de Elisa por haber herido a Higgins mientras encuentra el anillo entre las cenizas.