Resumen
Acto V
La escena tiene lugar en la casa de Mrs. Higgins al día siguiente. La doncella le informa a la dueña de casa que su hijo y Pickering acaban de llegar y están hablando con la policía. Mrs. Higgins envía a la doncella al piso de arriba para que le informe a Elisa que los hombres han llegado y que no debe bajar hasta que ella se lo ordene.
Entran Higgins y Pickering. Están desesperados porque Elisa se fue de la casa sin aviso y no pueden encontrarla. Mrs. Higgins le reprocha a su hijo que haya llamado a la policía, como si Elisa fuera un paraguas que perdió en algún lugar.
Llega Alfredo Doolittle vestido elegantemente. De inmediato, le dice a Higgins que, por su culpa, ahora es infeliz. Higgins responde que eso es imposible, ya que él no hizo sino darle cinco libras, y luego dejaron de tener contacto. Sin embargo, Doolittle cuenta que Higgins le escribió a un hombre llamado Ezra Wannafeller diciéndole que Doolittle era el moralista más original de Inglaterra, y que Wannafeller, al morir, le legó su fortuna a Doolittle para demostrar que los estadounidenses tienen una concepción diferente acerca de las clases sociales de la que tienen los británicos; ellos confían en la movilidad social. Pero desde que se convirtió en un caballero, Doolittle se siente desdichado: todo el mundo le pide dinero, su señora ahora sí quiere casarse, tiene una reputación que mantener a salvo y, lo peor de todo, no es capaz de abandonar su riqueza.
Mrs. Higgins le dice que, al menos ahora, puede mantener a su hija. Higgins se opone a esta idea afirmando que él la compró por cinco libras. Mrs. Higgins, entonces, revela que Elisa está arriba: llegó esa mañana terriblemente molesta. Les reprocha a Higgins y Pickering que no se hayan preocupado por los sentimientos de Elisa ni la hayan felicitado por sus logros.
Elisa aparece en escena. Se la ve confiada, como si la casa de Mrs. Higgins le perteneciera. Habla con el refinamiento que Higgins le inculcó. Higgins está furioso por haberla convertido en lo que es. Pickering intenta acercar a los personajes: le dice a Elisa que Higgins no la considera solo un experimento y que la valora, pero ella le responde que, en realidad, fue él, Pickering, quien le enseñó buenos modales, ya que Higgins podrá saber de fonética pero tiene modales terribles, y de él solamente aprendió a imitar acentos. Según Elisa, la diferencia entre una dama y una florista no está en lo que hace ni cómo lo hace, sino en cómo la tratan. Pickering la trató como a una duquesa, mientras que Higgins la trató como a una florista. Higgins se defiende afirmando que él trata a las duquesas como a floristas, y que se dirige a todo el mundo de la misma manera.
Doolittle se entromete en la conversación. Elisa tarda en reconocer a su padre vestido de esa manera tan elegante. Doolittle afirma que se va a casar con la madrastra de la muchacha. Elisa se indigna, pero Pickering le explica que casarse es ahora un deber de clase para su padre. Doolittle está muy nervioso por la boda, así que le pide a Pickering que lo acompañe. Pickering, Mrs. Higgins y Alfredo salen rumbo a la ceremonia. Elisa y Higgins quedan a solas.
Higgins le pide a Elisa que vuelva a su casa, pero ella se niega, ya que él solamente la quiere para que recoja las cosas que él deja tiradas por ahí. Higgins le responde que puede vivir sin ella, pero que se acostumbró a su presencia y le echa en falta. Elisa afirma que no debería haberle enseñado nada, porque toda esta situación solamente le trajo problemas. Higgins le responde que toda creación novedosa trae consigo problemas.
Entonces Elisa le cuenta a Higgins que Freddy está enamorado de ella. Le envía cartas todos los días. Higgins le dice que Freddy es un mamarracho que nunca podrá darle el estatus que ella merece. No obstante, él no puede estar con ella, ya que solamente siente amor por su ciencia. Le dice que si no puede aceptarlo así como es y convivir con él, deberá volver a vivir en la pobreza: trabajar todos los días como una bestia, emborracharse y dormir. Elisa sabe que no puede volver a vivir sumida en la pobreza, pero afirma que no necesita la caridad de Higgins, ya que piensa casarse con Freddy o ser profesora de fonética, y así logrará tener independencia.
Mrs. Higgins vuelve a aparecer en escena vestida para la boda de Doolittle. Se lleva con ella a Elisa, quien se despide de Higgins, aunque él está confiado que la muchacha terminará volviendo con él y vivirá en su casa, junto a Pickering, como tres solteros.
Epílogo
En el epílogo, Shaw comienza afirmando que Elisa y Higgins nunca podrían haber tenido una relación romántica y que él, como autor, no quiso darle ese final cursi y vulgar a su obra, tan común en las obras contemporáneas a su época. Luego, describe lo que le sucede a los diferentes personajes en sus vidas, fundamentalmente a Elisa y a Clara: Elisa, finalmente, se casa con Freddy. Esto resulta escandaloso, ya que se mezclan dos clases sociales, pero ayuda a mitigar el escándalo el hecho de que Alfredo Doolittle sea millonario. Gracias a un regalo de Pickering, Elisa abre una florería junto a Freddy. Al principio les va mal, pero luego toman clases de contaduría y el negocio se convierte en un éxito. Clara, que en un principio se opone a que su hermano y Elisa abran una florería porque eso bajaría su estatus social, se convierte en una fanática de H.G. Wells y entra a trabajar como empleada en una tienda de muebles con la esperanza de conocer al famoso autor, ya que a la dueña de la tienda también le encanta el autor.
Análisis
En este último acto, el título de la obra termina de cobrar sentido. Higgins afirma enfáticamente que Elisa es su creación y que, por lo tanto, le pertenece. El paralelismo con el mito de Pigmalión queda en evidencia: Higgins es Pigmalión y Elisa es su Galatea. La principal diferencia radica en que Galatea era una escultura, mientras que Elisa es un ser humano. Es Mrs. Higgins quien se lo recuerda tanto a su hijo como a Pickering: “¿Qué derecho tienen ustedes a dar a la Policía el nombre de la chica, como si se tratase de una ladrona o de un paraguas perdido o cosa por el estilo?” (p. 78). Luego, incluso, Higgins afirma que Elisa le pertenece no solo por haberla educado sino porque la compró por cinco libras, lo cual deja en evidencia el exacerbado carácter patriarcal y clasista de este personaje. Al perder el control de Elisa, a quien considera su posesión, se desespera y muestra su costado más inhumano.
Por otro lado, la reaparición de Alfredo Doolittle convertido en caballero vuelve a poner en escena el tema de las clases sociales en profunda relación con la idea de independencia. Si bien Alfredo y Elisa Doolittle son personajes opuestos en relación al deseo de ascender socialmente —Alfredo hubiese preferido seguir siendo pobre, mientras que Elisa lucha por mejorar sus condiciones socioeconómicas—, ambos coinciden en un punto fundamental: la independencia es lo que más les importa. Al entrar en la clase alta, Alfredo Doolittle pierde independencia, ya que debe respetar mandatos sociales y proteger su reputación. Ya no puede vivir de juerga. Elisa tampoco encontró independencia en su nueva vida con Higgins. De hecho, era más independiente cuando era una pobre florista. Sin embargo, ella comprende que la verdadera independencia la puede encontrar teniendo su propio comercio.
Lo que Pigmalión expone es que la clase alta carece de independencia porque está atada al pasado solemne y noble de Gran Bretaña, donde lo que más importan son las formas y los modales, mientras que la clase baja, por su parte, carece de independencia porque no tiene medios de solvencia. La clase media trabajadora sería así la única clase que depende de sí misma.
En este sentido, es importante la aparición del millonario Wannafeller, quien, al legarle su fortuna a Alfredo Doolitle afirmando que él, como norteamericano, cree en la movilidad social, evidencia las diferencias entre Estados Unidos y Gran Bretaña. Estados Unidos es, en la época de la obra, el país en donde la clase media no deja de crecer y tener oportunidades; mientras que Gran Bretaña está estancada a causa de que las diferencias de clase son enormes. Sin embargo, Wannafeller no termina ayudando a Alfredo Doolittle. El problema, en este caso, es que Alfredo no progresa socialmente gracias a convertirse en un trabajador, sino que se convierte en un millonario de clase alta y, por lo tanto, su movilidad social no favorece su independencia.
El final de la obra es muy particular, ya que deja en escena solamente a los personajes principales, y la tensión que hay entre ellos le hace pensar al espectador que la obra tendrá una resolución romántica, en la que ambos dejarán sus diferencias a un lado y se unirán. Sin embargo, eso no sucede. Higgins quiere tener cerca a Elisa, pero no como su pareja. Lo único que él puede amar es su ciencia y sus estudios. Elisa es su creación y quiere que le siga perteneciendo, pero en calidad de objeto. Así lo expresa: “A mí me importa la vida universal, la Humanidad y tú eres una parte de ella, que la suerte ha traído a mi casa. ¿Qué más puedes pedir?” (p. 92). Elisa, por su parte, ve a Higgins como un hombre, no como un objeto; tiene sentimientos hacia él, pero afirma que ella no puede dedicar su amor a quien no la ama. Además, sabe que el único modo de ser independiente es alejándose del hombre que la convirtió en lo que es ahora, el hombre al que le debe su formación. Así como se alejó de su padre apenas tuvo edad para hacerlo y buscó su independencia como florista, ahora debe alejarse de Higgins. Es decir, Elisa primero se alejó de la clase baja pero, mágicamente, pasó a ser parte de la clase alta. Ahora debe convertirse en parte de la clase media.
En definitiva, el final de la obra, además de no ser cursi —algo que destaca Shaw en el Epílogo—, vuelve a poner en primer plano la independencia de la mujer en relación al hombre, relacionándolo además con el tema de las clases sociales. Si en el final Elisa se hubiera quedado con Higgins, Shaw habría construido una obra que termina menospreciando la búsqueda de autonomía de la mujer y replicando la idea patriarcal de que la mujer necesita a un hombre y no puede valerse por sí misma. Muy diferente es el hecho de que se haya casado con Freddy, un hombre que, desde el principio, aparece como un ser simple y bondadoso con quien Elisa puede tener una relación de pareja sin estar sometida. Incluso, como se cuente en el Epílogo, el negocio de flores lo abren entre los dos.
En relación al Epílogo, es interesante destacar el gran espacio que Shaw le dedica a la historia posterior de Clara, un personaje que tiene muy poca presencia durante la obra. De hecho, no es errado afirmar que Clara tiene más presencia en el Epílogo que en los cinco actos que conforman la obra. Esto es aún más llamativo si se considera que personajes fundamentales como Pickering o el mismo Higgins son apenas mencionados en esta sección. ¿A qué responde, entonces, esta decisión de Shaw de dedicarle tanto espacio a Clara? Nuevamente, la respuesta hay que pensarla en relación al tema de las clases sociales. Clara tiene nula relevancia en torno al desarrollo de la trama, pero es el personaje que representa a los jóvenes de clase alta. En el primer acto, Clara aparece retratada como una jovencita caprichosa y maleducada pese a conocer los buenos modales. En el tercero, descubrimos que, además, es una ignorante y una snob. A través de este personaje, la obra se muestra profundamente crítica de una clase social a la que considera estancada e improductiva. El personaje de Clara, por todo esto, funciona en la obra en oposición radical a Elisa, la heroína de Shaw, una muchacha de clase baja que se forma intelectualmente para no quedarse estancada en su trabajo de florista callejera ni en sus malos modales.
Ahora bien, en el Epílogo asistimos a la transformación de Clara. Es cierto que, en primera instancia, se opone a la boda de su hermano con Elisa con el argumento de que dicha unión le quitará estatus a la familia, pero luego es ella quien decide bajar su propio estatus al convertirse en empleada de una tienda con el sueño de conocer a H.G. Wells. Aquel snobismo y desdén hacia los demás que detentaba, y que representaba a su clase social, habían convertido a Clara en una absoluta fracasada que vivía una vida sin sentido. Para ser alguien, para tener algún tipo de aspiración, Clara debe abandonar los pruritos de su clase y convertirse en una trabajadora.
Así, el Epílogo resuelve con optimismo tanto la situación de Elisa como la de Clara. En ambos casos, la respuesta a los problemas es formar parte de una clase trabajadora pujante, educada y ambiciosa: Elisa se educa para triunfar con su florería (no solo aprendió modales con Higgins sino que luego, junto a Freddy, estudia contabilidad); Clara ingresa en la tienda para estar en contacto con los seguidores de Wells e, incluso, conocerlo. Y lo logra. Pese a que las ambiciones de Elisa y Clara son muy diferentes, ambas deben romper las limitaciones de su clase social para cumplir su sueño, independizarse y realizarse personalmente.
El hecho de que sean las jóvenes mujeres de la obra quienes alcanzan sus objetivos se relaciona profundamente con dos cuestiones que se entrecruzan durante toda la obra: la independencia de la mujer y la construcción de una sociedad más igualitaria. Los personajes adultos de la obra, como Higgins e su madre, mucho más humana que su hijo, pertenecen a una Gran Bretaña estancada, que aún vive en el siglo XIX. Elisa y Clara, en cambio, son la esperanza del cambio; encarnan el ideal de la transformación de Gran Bretaña en el siglo XX.
Otro punto importante a destacar acerca del Epílogo es la aparición de la voz del autor. Shaw, una vez finalizada la obra, narra lo que sucedió en la vida de los personajes como si fueran personas reales que él conoce, y no personajes que inventó y existen solo dentro de su obra. De este modo, la ficción sobrepasa sus límites y se mezcla con la realidad. Por supuesto, los sucesos narrados en el Epílogo son tan ficcionales como los que están dentro de la obra, pero el hecho de que Shaw los narre desde su posición de autor, y no meramente como narrador ficcional, le confiere a dichos sucesos un carácter de supuesta realidad.
Como lo afirma en el Prólogo, Shaw escribió Pigmalión con intenciones didácticas. Para el autor, es fundamental que el público obtenga un aprendizaje de la obra que acaba de ver. El Epílogo, así, escrito no para los espectadores de la obra sino para los lectores, refuerza ese objetivo: al darle un cierre tanto a la historia de Clara como a la de Elisa, le deja al lector diversas enseñanzas acerca de la importancia de formar parte de la clase trabajadora para poder lograr la realización personal. Hacerlo desde la prestigiosa voz autoral y como si se tratara de casos reales, esas enseñanzas tienen un mayor efecto en los lectores, promoviéndolos quizás a asumir que ellos también puede cambiar su modo de vida en base a esas enseñanzas.