Resumen
“Amada, el aura dice”
El yo lírico, en segunda persona del singular, se dirige a su amada ausente. Afirma, constantemente, que sus ojos no la volverán a ver, pero que su corazón la aguarda. Diferentes elementos de la naturaleza, como el aura o la montaña, así como elementos materiales, como las campanas o la azada, evocan su presencia. Este poema se encuentra en el libro Soledades. Galerías. Otros poemas de 1907. Sus versos están reunidos en cuatro estrofas (de cuatro o seis versos) y son heptasílabos (de siete sílabas). Los versos impares tienen rima asonante.
“Arde en tus ojos”
El yo lírico afirma que en los ojos de su amada, a quien llama “virgen esquiva y compañera”, hay un misterio. Se pregunta luego si ella es el agua o la sed que brotan en su camino. Este poema también se encuentra en el libro Soledades. Galerías. Otros poemas de 1907. Sus versos están reunidos en cuatro estrofas de dos versos cada una. Su métrica es libre. Su rima es asonante.
“Soñé que tú me llevabas”
El yo lírico, en segunda persona del singular, le narra a su amada el sueño que tuvo con ella. En este, ellos caminan de la mano por un bello paisaje. El yo lírico percibe el sueño tan real que termina diciendo que quizás hay algo de verdadero en lo que soñó. Este poema se encuentra en Campos de Castilla de 1912. Sus versos están distribuidos en cuatro estrofas: las primeras dos de seis versos y las últimas dos, de dos versos. Todos sus versos son octosílabos (de ocho sílabas). Los versos pares tienen rima consonante.
“El amor y la sierra”
El yo lírico narra en tercera persona la historia de un hombre que va cabalgando por la sierra hasta que, repentinamente, la aparición de un rayo hace encabritar a su caballo. Luego, el hombre ve una gran nube que recubre la sierra y advierte que está en graves problemas. El yo lírico se pregunta si, entonces, el hombre vio el rostro de Dios, y responde que no, que vio el rostro de su amada. Finalmente, el hombre se lamenta por morir allí, en esa sierra fría. Este poema se encuentra en Nuevas canciones de 1924. Es un soneto. Está compuesto por cuatro estrofas: las dos primeras de cuatro versos y las últimas dos, de tres versos. Su métrica es endecasílaba (versos de once sílabas) y su rima consonante.
“Canciones a Guiomar”
El yo lírico se dirige a su amada, llamada Guiomar. Guiomar se encuentra ausente y el yo lírico la evoca a través de los elementos de la naturaleza que lo rodean. Luego, se imagina con ella en el futuro, aunque termina lamentándose por haberla creado y ahora no poder olvidarla. Este poema se encuentra en De un cancionero apócrifo, publicado en la Revista de Occidente en 1926. Sus versos están separados en tres partes asimétricas. Las estrofas tienen diferentes cantidades de versos y su métrica es libre. La rima es consonante.
Análisis
Para analizar las diferentes maneras en que Machado aborda el amor desde su poesía a lo largo de su obra, primero se debe contextualizar el modo en el que tanto el Modernismo como la Generación del 98’ trabajaban usualmente esta temática. La obra del autor (sobre todo sus dos primeros poemarios) se inscribe dentro de dichas estéticas y, por lo tanto, no puede ser analizada sin enmarcarla en las mismas.
El Modernismo hispanoamericano fue un movimiento estético que se caracterizó por priorizar la búsqueda de la belleza en el arte. Sostenían la idea de que el arte debía justificarse en sí mismo. No precisaba ser político o manifestar ningún tipo de posición social, sólo pretendía encontrar un modo de expresión renovado, que sea afín a captar su tiempo. Dentro de sus características principales pueden destacarse su rebeldía creativa, que desafiaba las formas impuestas (en poesía, la métrica y la rima); el refinamiento aristocrático; y el culturalismo.
El amor dentro de esta estética solía aparecer unido al erotismo. La mujer era idealizada así como también el sentimiento amoroso en sí era presentado como un sentimiento divino. Además, el amor suele presentarse como imposible. Como puede notarse, en el modo poético de abordar el amor hay una gran consonancia entre el Modernismo hispanoamericano y el Romanticismo europeo.
Ahora bien, en la obra de Machado, estas características del Modernismo, tanto las generales como las ligadas al amor, siempre están atravesadas por un tono intimista, reflexivo, melancólico e, incluso, triste. Este tono, si bien no es ajeno al Modernismo, es un valor distintivo del poeta, que lo acompañará durante toda su obra, más allá de la estética a la que el autor sea afín en los diferentes momentos de su vida.
Si nos adentramos en “Amada, el aura dice” y “Arde en tus ojos” ambos pertenecientes a Soledades. Galerías. Otros poemas (la obra poética modernista fundamental de Machado) podemos ver algunos ejemplos puntuales de lo que hemos destacado.
En “Amada, el aura dice”, el yo lírico afirma: “Amada, el aura dice/ tu pura veste blanca…/ No te verán mis ojos/ ¡mi corazón te aguarda!” (p. 11). Como vemos, el poema comienza con un lamento amoroso atravesado por el erotismo: el yo lírico relaciona el blanco del aura con el cuerpo desnudo de su amada (la “pura veste blanca”). Aquí, además, debe destacarse otra particularidad del modernismo machadiano: la evocación a los paisajes naturales como reflejo del estado de ánimo del yo lírico. Así continúa el poema: “El viento me ha traído/tu nombre en la mañana/ el eco de tus pasos/ repite la montaña” (p. 11). Esta característica será heredada por importantes poetas de generaciones posteriores como, por ejemplo, el chileno Pablo Neruda.
La imposibilidad de “ver a la amada” conduce al yo lírico a una profunda angustia existencial: “Los golpes del martillo/ dicen la negra caja/ y el sitio de la fosa/ los golpes de la azada…” (p. 11). El yo lírico siente que la muerte se está acercando y él no verá a su amada. Sin embargo, su corazón la sigue esperando y esa es, precisamente, la esperanza del yo lírico: ni siquiera la muerte podrá separarlo de su amada, ya que podrá encontrarse con ella después de que ambos mueran. Una virtud que se destaca de la poesía machadiana es la combinación exacta entre tristeza y esperanza. Si bien sus poemas suelen estar atravesados por la reflexión melancólica, siempre aparece una esperanza como un rayo de luz que le otorga optimismo a su poesía.
Sin embargo, prácticamente en toda la poesía amorosa de Machado, el amor (en consonancia con el Modernismo) es imposible. Incluso en poemas en los que el yo lírico está junto a su amada como “Arde en tus ojos”: “Arde en tus ojos un misterio, virgen/ esquiva y compañera./ No sé si es odio o amor la lumbre/ inagotable de tu aljaba negra” (p. 19). Es importante destacar que en el título de la obra en la que se encuentran estos poemas está la palabra "soledades": el yo lírico, pese a tener distintas amadas (ausentes o acompañándolo) nunca deja de estar solo. Es como si una parte de su ser fuera inaccesible para otras personas y, a la vez, estuviera constantemente ávida de encontrar a aquella persona que sea capaz de acceder a su interior.
Un punto muy importante dentro de la poesía machadiana es el uso de símbolos. Incluso, parte de la crítica afirma que el modernismo de Machado es un “modernismo simbolista”. En “Arde en tus ojos” encontramos estos versos: “-¿Eres la sed o el agua en mi camino?/ Dime, virgen y esquiva compañera” (p. 19). Dentro de los símbolos utilizados por Machado, sin dudas, el más importante y recurrente es el del camino. El camino simboliza el curso de la vida del caminante, la búsqueda del sentido de esa vida. En este caso, el yo lírico, incapaz de descifrar si su amada lo ama o lo odia, se pregunta alegóricamente, si ella le causará males durante el curso de su vida (el mal del caminante está representado metafóricamente por la sed); o si le causará un bien (el bien del caminante está representado metafóricamente por el agua).
Hasta aquí, hemos visto algunas consonancias de Machado con el Modernismo como, por ejemplo, la subordinación de la realidad exterior en pos de exaltar la interioridad del yo lírico; la conexión entre el amor y el erotismo; la preponderancia del amor imposible; y la idealización de la amada y del amor en sí. Sin embargo, la poesía del autor tiene algunas particularidades que lo distinguen dentro de la estética modernista: fundamentalmente, carece del culturalismo y el refinamiento aristocrático que caracteriza a los autores más representativos del movimiento como Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez. Son pocas las palabras “cultas” que pueden encontrarse en los poemas analizados (“aljaba” o “veste” son algunas de ellas). La poesía de Machado es, en comparación con la típica poesía modernista, sencilla de leer. Su complejidad no se encuentra en el uso de palabras o referencias cultas, sino en la profundidad de su reflexión. Este es un punto fundamental para comprender la popularidad de la poesía machadiana.
Luego de Soledades. Galerías. Otros poemas, obra en la que se encuentran los poemas recientemente analizados, Machado se aleja del Modernismo y comienza su etapa ligada a la Generación del 98’.
Se denomina Generación del 98’ a un grupo de escritores españoles que, afectados por la crisis moral y política de España a fines del siglo XIX, manifiesta la necesidad de realizar un tipo de arte que impulse un cambio dentro de la nación. La literatura de la Generación del 98’ se caracteriza por el regreso a la sencillez, a las frases simples y sinceras, en contraposición a la grandilocuencia romántica y modernista. Dicha grandilocuencia era considerada como parte de la farsa que condujo a la crisis política de España. Es importante destacar que a fines del siglo XIX, España sigue manteniendo su estirpe imperial aunque pierde casi todas sus colonias de Centroamérica. Es decir, mantiene una fachada de grandeza, que no se corresponde con la realidad política.
Esta concepción artística de la Generación del 98’ se ve reflejada en la poesía de amor de Machado que aparece en su obra Campos de Castilla de 1912. Esta obra es, sin dudas, la más representativa del autor en relación a esta estética.
Si se compara, por ejemplo, “Soñé que tú me llevabas” de Campos de Castilla con los poemas amorosos modernistas, encontraremos, por un lado, un lenguaje aún más simple (recordemos que Machado nunca se caracterizó por la grandilocuencia); y, por otro lado, una mayor simpleza en la reflexión filosófica. Así comienza este poema: “Soñé que tú me llevabas/ por una blanca vereda/ en medio del campo verde/ hacia el azul de las sierras/ hacia los montes azules/ una mañana serena” (p. 87).
Como puede apreciarse en la cita, los versos son absolutamente cristalinos. Aspiran a transmitir la sencillez y la sinceridad característica de la Generación del 98’. Desde el punto de vista biográfico, es interesante destacar que entre la escritura de Soledades. Galerías. Otros poemas y Campos de Castilla, Machado se muda desde Madrid a Soria. Deja la ciudad y se conecta con la tierra española, con el campesinado, con la sencillez de la España aún no metropolizada. Abandona sus “tics” cosmopolitas, abandona su afinidad por la estetización modernista. En una carta escrita durante esta transición, Machado le escribe a Unamuno: “El artista debe amar la vida y odiar el arte. Lo contrario de lo que he pensado hasta aquí” (2003, p. 81).
El amor, en Campos de Castilla, además, aparece impregnado de la simpleza del mundo rural español. Este es otro punto importante a destacar: en Campos de Castilla, Machado le da importancia a la exterioridad e intenta fundirla con lo que sucede en la interioridad del yo lírico, mientras que en Soledades…, la exterioridad era desdeñada en pos de destacar solamente la emoción del yo.
Otra característica fundamental de la Generación del 98’ es su oposición al Realismo (que dominaba la escena literaria), y su exaltación de lo sensorial. Es decir, para la Generación del 98’ lo que importa artísticamente no es lo que realmente sucede, sino lo que se siente que sucede. Eso no quiere decir que los autores de la Generación del 98’ no pretendan representar las condiciones materiales de España. Todo lo contrario, consideran fundamental que esta aparezca, pero comprenden que el Realismo tradicional español no permite transmitir con fidelidad las emociones que sienten los individuos. En “Soñé que tú me llevabas”, la realidad española aparece, pero en forma de sueño, no como un reflejo realista.
En este sentido, precisamente, dicho poema termina con estos versos: “¡Eran tu voz y tu mano/ en sueños, tan verdaderas!/ Vive, esperanza, ¡quién sabe/ lo que se traga la tierra!” (p. 87).
He aquí un punto clave de la poesía amorosa machadiana que, además de ligarse con la estética de la Generación del 98’, atraviesa gran parte de su obra: en la poesía de Machado, el amor se asemeja mucho más a un sueño que a una vivencia. En “Canciones a Guiomar”, el yo lírico afirma: “¡Sólo tu figura/ como una centella blanca/ en mi noche oscura!// En el gris del muro/ cárcel y aposento/ y en un paisaje futuro/ con sólo tu voz y el viento” (p. 206).
La figura de la amada es una centella en la noche. Algo que aparece, ilumina y se va. Es una ilusión en el futuro, que da vida al presente cruel del yo lírico. La amada ausente, que aparece más en el sueño que en la realidad del yo lírico, se emparenta dentro de la obra machadiana con Dios. Tanto la amada como Dios son figuras borrosas al final del camino del yo lírico. En “Canciones a Guiomar” puede afirmarse que la gran diferencia entre Dios y la amada es que el yo lírico “creó” a esta última (y se lamenta por eso), mientras que, por supuesto, no creó a Dios: “Guiomar, Guiomar/ mírame en ti castigado/ reo de haberte creado/ ya no te puedo olvidar” (p. 206).
Esta afinidad entre la amada y Dios atraviesa toda la obra poética amorosa de Machado. Puede encontrarse tanto en los poemas modernistas de Soledades. Galerías. Otros poemas; como en los poemas "noventayochistas" de Campos de Castilla; los poemas escritos bajo la égida del pensamiento del heterónimo creado por Machado, Abel Martín (“Canciones a Guiomar” pertenece a estos últimos); y en los poemas de Nuevas canciones en donde Machado indaga en el folclorismo español.
Precisamente, el poema “El amor y la sierra” de Nuevas canciones finaliza con los siguientes versos: “¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada/ Gritó: ¡Morir en esta sierra fría!” (p. 155). En este poema, como en gran parte de los poemas de esta obra, el yo lírico versifica en tercera persona del singular, dándole espacio a la historia folclórica del hombre que avanza con su caballo por la sierra, en lugar de expresar sus propios sentimientos: “Cabalgaba por agria serranía/ una tarde, entre roca cenicienta./ El plomizo balón de la tormenta/ de monte en monte rebotar se oía” (p. 155). El yo lírico es un observador de lo que le sucede al hombre.
Sin embargo, pese a este distanciamiento, las características fundamentales del amor machadiano se mantienen: la amada del hombre está ausente; el hombre recorre un camino que, aunque no lo lleve a ella, tiene a ella como faro; y la aparición final de ella se asemeja e, incluso, se confunde con la de Dios.
Esta relación entre la amada y Dios, como los entes capaces de elevar y redimir al yo lírico machadiano, al caminante de sus poemas al final de su camino, la continuaremos analizando en la siguiente sección dedicada, justamente, a su poesía existencial.