Autopsicografía
Resumen
El yo poético comienza diciendo que el poeta es un fingidor. Tanto es así, que hasta finge que es dolor ese dolor que en verdad siente. En la segunda estrofa, cuenta que los lectores sienten no los dolores que el poeta vive, sino ese dolor que ellos no han tenido. Por último, concluye diciendo que el poeta va por la vida distrayendo a la razón, y compara el corazón del poeta con un tren sin destino.
Análisis
En este poema, el poeta explora la relación consigo mismo y la escritura. En ese sentido, el hecho de escribir se presenta como una actitud que dirige al sujeto, como una parte esencial de la constitución de su identidad. A lo largo de los versos, el poema aborda tanto del momento de la creación literaria como el de la recepción por parte del público lector, dando cuenta del proceso de escritura e involucrando a todos los participantes de la acción.
Asimismo, la condición de fingidor que asume puede también relacionarse, según varios críticos de la obra de Pessoa, con la gran cantidad de heterónimos que el poeta portugués creó. Es decir, en el caso de Fernando Pessoa (el autor) no solo finge ese dolor al que hace referencia el poema, sino también una serie de identidades a las que les atribuye diferentes partes de su obra. Así, cuando Pessoa ejercita su desdoblamiento, busca reflejar la inmensidad del alma sin la limitación del cuerpo. Esta idea, alejada de cualquier connotación espiritual o religiosa, está ligada directamente a la creación literaria.
Así las cosas, podemos pensar tanto la obra del ortónimo Pessoa como la del resto de sus heterónimos como un juego de espejos y laberintos; un deambular por la propia psique del Pessoa autor, quien necesita de un ejército de plumas (recordemos que produjo más de setenta heterónimos) para retratar la profundidad y complejidad del alma humana. De esta forma, el poeta es un fingidor que no solo finge su dolor, esa angustia existencial que verdaderamente siente, sino también su identidad: la cual multiplica creando personajes ficcionales, los heterónimos.
Ahora bien, es el propio ortónimo Fernando Pessoa quien, en la revista Presença, publicada en Coimbra da cuenta de la génesis de estos heterónimos:
Desde niño tuve la tendencia de crear en torno mío un mundo ficticio, allegarme de amigos y conocidos que nunca existieron. (No sé, con claridad, si realmente no existieron o soy yo el que no existe. En estas cosas, como en todas, no debemos ser dogmáticos.) Desde que me conozco como siendo aquello a lo que llamo yo, me acuerdo de crear mentalmente, en apariencia, movimientos, carácter e historia, varias figuras irreales que eran para mí tan visibles y mías como las cosas a las que llamamos, por ventura abusivamente, la vida real. (…) Me acuerdo, así, del que parece haber sido mi primer heterónimo, o antes bien, mi primer conocido inexistente, un cierto Chevalier de Pas de mis seis años, de quien escribía cartas dirigidas a mí mismo, y cuya apariencia, no enteramente vaga, aún fascina aquella parte de mis afectos que linda con la saudade (2020).
A propósito de este concepto de “saudade”, vale la pena aclarar que es una palabra muy específica del idioma portugués y que podríamos traducirla como una “nostalgia positiva sobre algo o alguien que no tenemos en el presente” (Ver sección “Otro: El saudosismo y Fernando Pessoa”). Asimismo, el poeta portugués Teixeira de Pascoaes define la saudade como el gran elemento espiritual definidor del alma portuguesa. Dicho esto, además de un sentimiento personal, la saudade acaba convirtiéndose también en un ente metafísico: la relación del hombre con Dios y con el mundo, y el ansia nostálgica de unidad de lo material y lo espiritual. Por último, vale la pena destacar que esta saudade está muy presente en la obra poética del ortónimo Pessoa. Sin ir más lejos, ese tren sin destino que el yo poético plantea que es el corazón del poeta está íntimamente ligado a la saudade.
Presagio
Resumen
El yo poético explica que cuando el amor se revela él no sabe cómo expresarlo, ya que sabe mirar a la mujer, pero no le sabe hablar. Luego dice que la persona que quiere decir lo que siente no sabe exactamente qué va a declarar: si habla, parece que miente; si no habla, da la sensación de que lo ha olvidado. Acto seguido se lamenta de que la mujer no adivine u oiga o mire bien, porque, en ese caso, una sola mirada ya le bastaría para saber que la están amando. El problema es que aquel que ama no habla y se queda solo. En la última estrofa, el yo poético explica que si pudiera hablarle de su amor a la mujer, confesarle eso que no se atreve, ya no tendría que hablarle, debido a que, justamente, le estaría hablando.
Análisis
Este poema fue firmado por el propio Fernando Pessoa y publicado en 1928, hacia el final de su vida. En principio, lo que podemos notar es que el tono del poema irradia cierto halo de nostalgia, como si el poeta se sintiera afligido por su incapacidad de establecer vínculos afectivos, incluso, planteando al amor como un problema. Constituido por veinte versos divididos en cinco estrofas, encontramos un yo poético que desea vivir el amor en su plenitud, pero no sabe cómo manejar ese sentimiento debido a su incapacidad de trascender el vértigo que le produce comunicarlo. En ese sentido, aunque el amor pareciera no ser correspondido, esto solo se basa en el hecho de que no fue comunicado adecuadamente. Por lo tanto, el amor se vuelve una fuente de angustia y frustración para quienes aman en silencio.
Ahora bien, es interesante remarcar cómo la voz poética que compone versos con una fuerte impronta poética es incapaz de expresarse ante la mujer que ama. Con una huella pesimista y derrotista, el poema buscar reflejar la realidad de todos aquellos que algún día se han enamorado, pero no han tenido el valor de decirlo por miedo al rechazo.
Así las cosas, como ya hemos visto reflejado en algunos poemas de otros heterónimos de Pessoa, existe un fuerte componente autobiográfico en esta dificultad o en este vértigo a la hora de comunicar el amor. Al propio Fernando Pessoa le costaba interactuar con la que (se presume) fue la única novia que tuvo, Ophelia Queiroz, hasta el punto de limitar esa comunicación al ámbito de lo epistolar e, incluso, firmando varias de esas cartas como Alberto Caeiro.
Por último, el poema cierra planteando dos cuestiones también muy ligadas a la vida de Fernando Pessoa (autor): la soledad y la idealización. Por un lado, el yo poético hace referencia a cómo aquel que ama y calla ese amor se queda solo. En ese sentido, refleja la experiencia del propio Pessoa, un hombre solitario, casi un ermitaño, completamente avocado a su labor literaria y quien, se sabe, vivía en un estado profundo de soledad. Por otro lado, el poeta plantea que si lograra confesarle su amor a la mujer, ya no tendría que hablarle debido a que ya le estaría hablando. Dicho de otro modo, si concretara ese amor, si lograra expresarlo directamente, el poeta se quedaría sin esa fuente de inspiración que es, justamente, lo que nutre al poema: la necesidad de escribir versos por no poder hacerle frente a su amada. Ese silencio forma parte de una idealización del amor que lleva al poeta a hacer poesía para paliar su incapacidad de establecer un vínculo real con la mujer amada.
No sé cuántas almas tengo
Resumen
El yo poético comienza afirmando que no sabe cuántas almas tiene. Acto seguido dice que cambió a cada instante y que continuamente se extraña. Por otro lado, expresa que nunca ni se vio ni se encontró. Así las cosas, reconoce que el hecho de ser le da un alma, y que ella no le permite tener calma.
Análisis
Una pregunta vital aparece en los primeros versos de “No sé cuántas almas tengo”. Aquí encontramos un yo poético múltiple, inquieto, disperso y solitario, que no se conoce con certeza y está sujeto a continuos cambios. El hecho de no saber cuántas almas tiene plantea un interrogante respecto de cuál es, en definitiva, su identidad. Esta identidad se construye a partir de los giros de las personalidades del sujeto poético. En ese sentido, estamos ante una identidad fragmentada, heterogénea, similar a la de Pessoa real, creador de su ortónimo y de varios heterónimos.
Entonces, algunas preguntas de carácter existencial que se plantea el poeta son: ¿Quién soy? ¿Cómo me convertí en lo que soy? ¿Quién fui en el pasado y quién seré en el futuro? ¿Quién soy yo en relación con los otros? Ahora bien, es con una euforia constante, marcada por la ansiedad, que el poeta trata de responderse estas preguntas. El problema, en todo caso, es que él cambia todo el tiempo y se le hace imposible reconocerse; o al menos, reconocerse como una sola persona, una sola alma. Así las cosas, la evidencia de que tiene un alma, dice, es el hecho de ser, aunque esto no le da calma, justamente, porque es varios a la vez. Demás está decir que la problemática que expone el ortónimo de Pessoa, en relación con la imposibilidad de inscribirse en una única identidad, fue lo que llevó al Pessoa autor a desplegar sus heterónimos para tratar de abarcar, hasta cierto punto, todos los matices que él sentía de su ser literario. Al mismo tiempo, esta complejidad de su alma —complejidad en términos de profundidad y de multiplicidad— no le permiten tener calma. Hasta cierto punto, lo que el poeta expresa es que la mera existencia supone un estado de alienación.
Esto
Resumen
El yo poético afirma que todos dicen que él miente o finge cuando escribe, pero eso no es cierto. Aclara que él siente con la imaginación, no con el corazón. Luego compara lo que sueña o las cosas que le pasan con una terraza que da a otro lugar y afirma que eso sí es lindo. Justamente por eso, el yo poético declara que escribe en medio de lo que no está en pie, libre de su propia atadura. Finaliza afirmando que él no tiene la obligación de sentir nada y que, en todo caso, son quienes leen aquellos que deben sentir.
Análisis
Publicado en la revista Presença en 1933, “Esto” es un poema metaliterario; es decir, un poema que trata sobre su propio proceso de creación. El poeta permite al lector observar el engranaje de la construcción de sus versos, acercándolo al proceso de creación y promoviendo afinidad con él. En ese sentido, queda claro cómo en los versos parece usar la lógica de la razón para construir el poema: como él mismo afirma, los versos surgen de la imaginación y no del corazón. Como se evidencia en el último, el poeta delega al lector la responsabilidad del placer que se obtiene a través de la escritura.
Ahora bien, esta cuestión metaliteraria ya está presente en otros heterónimos de Pessoa. Sin ir más lejos, Alberto Caeiro, el maestro de Álvaro de Campos, Ricardo Reis y del ortónimo de Pessoa, hace referencia en su “Epitafio” a que si él se muriera sin publicar ningún libro sería lo correcto, y delega la responsabilidad de la publicación de sus libros a la potencial belleza de sus versos. Dicho de otra forma, en caso de existir, la belleza de sus versos se impondrá del mismo modo en que se impone todo lo bello en la naturaleza, haciendo que esas publicaciones surjan de una forma natural. En el caso de “Esto”, del ortónimo de Pessoa, el poeta dice escribir en medio de lo que no está en pie, libre de su propia atadura. Así, también está confiando en la pureza de lo que escribe, en ese libre fluir de la imaginación que, como un río, avanza con la impunidad de lo natural. En ese sentido, el poeta es consciente de que no tiene la obligación de sentir nada respecto de sus propios versos. En última instancia, el trabajo del poeta es dejar fluir su imaginación para crear versos que generen sentimientos en sus lectores.
Asimismo, en este poema podemos observar una idea que complementa aquella esbozada en el poema “Autopsicografía”, en el que el yo poético acusa al poeta de ser un fingidor. En “Esto” se retoma ese concepto, aunque ahora el yo poético pone esa acusación en boca de “todos” y no es él mismo quien acusa a los poetas de fingidores. Así las cosas, Fernando Pessoa (el ortónimo) se coloca dentro de ese grupo de poetas fingidores, pero se defiende: escribir con la imaginación no tiene nada de mentira ni de fingimiento; la imaginación es el espacio desde donde el poeta extrae la sustancia de sus versos. En ese sentido, está claro que la imaginación no resiste ningún tipo de juicio de valor en cuanto a su grado de mentira o verdad. Dicho esto, es interesante analizar el oxímoron con el que el yo poético plantea su defensa: él no finge, sino que “siente con la imaginación”. En principio, la imaginación es un concepto que relacionamos con un proceso intelectual, con el pensamiento. El hecho de vincularlo con el verbo sentir propone una contradicción o, en última instancia, una paradoja que refleja, en buena medida, la esencia del ortónimo Pessoa. Él, un hombre encerrado en su propia soledad, entregado por completo a su labor literaria, parece haber perdido conexión emocional con el mundo y solo logra sentir a través de su escritura.