Poemas de Gabriela Mistral

Poemas de Gabriela Mistral Resumen y Análisis Lagar

Resumen

Publicado en Chile en 1954, Lagar es el cuarto poemario de Gabriela Mistral. Además, es la primera obra que se publica originalmente en el país natal de la autora, y la última que Mistral publica en vida.

La métrica y la rima de la obra varían a lo largo de las diferentes secciones.

El poemario cuenta con trece secciones prologadas por el poema “La otra” y epilogadas por “Último árbol”. En “La otra”, la voz afirma que ha dado muerte a su costado febril y adolescente y por eso ha encontrado sosiego. En “Último árbol”, el yo lírico se despide de su labor como poeta.

He aquí un detalle de cada sección:

Desvarío

En esta sección el yo lírico reflexiona acerca de su propia muerte.

El poema “El reparto” es, quizá, el más celebrado de esta sección. Aquí, la voz afirma que está desapareciendo lentamente y que su cuerpo ha sido repartido en el tiempo. Acepta con resignación la llegada de la muerte.

Guerra

Tal como lo indica el título, en esta sección de cuatro poemas la guerra es el tema principal.

“Hospital” y “Caída de Europa” son dos de los poemas más representativos de la sección. En “Hospital”, el yo lírico describe el crudo panorama de los soldados que han sido heridos en combate y se encuentran internados. En “Caída de Europa”, el yo lírico presenta al viejo continente como un lugar destruido y postula la idea de que América es el continente en el que el mundo puede renacer.

Jugarretas II

El tono infantil y lúdico caracteriza a esta sección de cinco poemas que es una continuación de “Jugarretas I”, sección que aparece en Ternura.

El poema “Ocho perritos”, en el que el yo lírico describe el nacimiento de ocho cachorros, es un ejemplo perfecto del tono imperante en la sección.

Luto

Sección de siete poemas en los que el dolor por la pérdida del hijo es el tema dominante.

“Mesa ofendida” es uno de los poemas más representativos de esta sección. Aquí, la voz describe con tristeza el momento cómo son las cenas tras el fallecimiento de su hijo.

Locas mujeres

En estos quince poemas, la autora pone el foco en los sentimientos, emociones y sufrimientos de las mujeres.

“La desvelada” es uno de los poemas más importantes de la sección. En este, la voz describe un encuentro sexual que se da a media noche.

Naturaleza II

Esta sección de diez poemas, tal como lo indica su título, está enfocada en diferentes elementos de la naturaleza. Es una continuación de la sección “Naturaleza” del poemario Desolación.

Algunos de los poemas más conocidos de la sección son “Amapola californiana”, “Palmas de Cuba”, “Espiga uruguaya” y “La piedra de Paraibuna”. Tal como lo indican los títulos, en cada uno de estos poemas el yo lírico loa dichos elementos de la naturaleza americana.

Nocturnos

En estos poemas la autora canta a su madre y al amor.

“Madre mía” es uno de los poemas más representativos de la sección. Aquí, el yo lírico le pregunta a su madre en qué consiste la existencia.

Oficios

Esta sección presenta dos poemas dedicados a los trabajadores manuales.

En “Manos de obrero”, el yo lírico loa las manos de los trabajadores. En “Herramientas”, romantiza las herramientas que utilizan los obreros.

Religiosas

Sección de nueve poemas en los que la religión es el tema principal.

“Memoria de la gracia” es el poema más celebrado de la sección. Aquí, el yo lírico afirma haber perdido gran parte de su fe en Dios y se lamenta por no poder recuperarla.

Rondas

Sección de cinco poemas dedicados a los niños. Aquí, la autora presenta sus rondas, poemas lúdicos en los que lo infantil ocupa un lugar preponderante.

Se destaca el poema “Ronda de la Argentina”, en el que los niños juegan a la ronda en diferentes zonas de dicho país.

Vagabundaje

En esta sección, la autora poetiza acerca de su errática vida alrededor del mundo. Está conformada por cinco poemas.

“Puertas” es, quizá, el poema más representativo de la sección. Aquí, el yo lírico afirma estar cansado de llegar e irse de todos lados y expresa su anhelo de que su próximo destino sea la muerte.

Tiempo

Sección constituida por cuatro poemas que reflexionan sobre el paso del tiempo y el agotamiento de la vida.

“Noche” es el poema más conocido de la sección. Aquí, la voz reflexiona sobre el final de su vida, la entrada a la noche definitiva.

Recado terrestre

Esta sección contiene un solo poema que es una plegaria al autor romántico alemán Johann Wolfgang von Goethe. En esta plegaria, la voz le ruega a Goethe ser reconocida en el cielo de los escritores.

Análisis

Según la Real Academia Española, un “lagar” es un recipiente en donde se pisa la uva para obtener el mosto con el que luego se produce el vino. De acuerdo a esta acepción, el título de la última obra que Gabriela Mistral escribió en vida definiría su intención de machacar los elementos a través de la poesía hasta extraer su esencia. Lagar es considerado por gran parte de la crítica como una obra que, precisamente, muestra la esencia poética de Mistral. En este poemario, la autora no solo vuelve a profundizar en sus temas fundamentales, sino que a través de un prólogo y un epílogo poetiza acerca de su propia obra. Mistral sintetiza aquí sus búsquedas identitarias, discute sus intenciones poéticas y sus cambios a lo largo del tiempo. Lagar funciona como un cierre o, mejor dicho, como una despedida.

La obra comienza con un prólogo compuesto por el poema “La otra”. Aquí, Mistral da a entender que aquella voz impulsiva y dramática que caracterizó en gran parte a su poesía ya no existe más. La autora se posiciona desde un lugar maduro en el que el dolor que siempre la acompañó sigue existiendo, pero ya no despierta la ira, sino que se acepta con resignación. Dice:

Una en mí maté:
yo no la amaba.

Era la flor llameando
del cactus de montaña;
era aridez y fuego;
nunca se refrescaba (“La otra”, Tomo II, p. 213).

Tras el prólogo, aparece la primera sección de la obra denominada “Desvarío”. El título de esta sección es muy similar a “La desvariadora” de Ternura, pero no hay una conexión íntima entre los poemas que conforman ambas secciones. En los poemas de “Desvarío”, Mistral sigue profundizando en la idea que plantea en el prólogo. Con un tono resignado, vuelve a referirse a la desaparición de una parte de sí misma y se abandona a lo inevitable: su muerte.

Acabe así, consumada,
repartida como hogaza
y lanzada a sur o a norte,
no seré nunca más una.

Será mi aligeramiento
como un apear de ramas
que me abajan y descargan
de mí misma, como de árbol (“El reparto”, Tomo II, p. 217).

Luego de esta sección, Mistral deja de lado el lamento por las propias pérdidas y se enfoca en las pérdidas de la humanidad. Así, “Guerra” está inspirada por las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. La autora aquí rechaza todo tipo de conflicto bélico y denuncia las terribles consecuencias de los mismos. En el poema “Hospital”, por ejemplo, dice:

En sus lechos penan los hombres,
metales blancos bajo su forro,
y cada uno dice lo mismo
que yo en la vaina de su sollozo.

Uno se muere con su mensaje
en el desuello del fruto mondo,
y mi oído iba a escucharlo
toda la noche, rostro con rostro (Tomo II, p. 230).

La voz expresa y se apropia de un dolor universal. La guerra es presentada como un lagar en el que los humanos apisonan y aplastan a otros humanos. Cabe destacar que el poema “Caída de Europa” está dedicado al escritor francés Roger Caillois, quien en el periodo de guerra dejó su continente y vivió en la Argentina en la casa de Victoria Ocampo.

“Jugarretas II” funciona dentro de la obra como un pasaje de calma, optimismo y vida entre “Guerra” y “Luto”, dos secciones profundamente angustiantes. Esta sección es la clara continuación de “Jugarretas I”, que aparece en el poemario Ternura. El tono infantil y lúdico impera en estos poemas, como vemos aquí en el caso de “Ocho perritos”:

Los perrillos abrieron sus ojos
del treceavo al quinceavo día.
De golpe vieron el mundo,
con ansia, susto y alegría (Tomo II, p. 243).

Tras “Jugarretas II”, el libro vuelve a caer en la oscuridad. El acontecimiento inspirador de la sección “Luto” es el suicidio de Yin Yin, hijo adoptivo de Gabriela Mistral. La voz expresa de manera recurrente el dolor por la ausencia definitiva, la nostalgia y la desolación con la que todo se cubre al estar de duelo. En “Mesa ofendida”, el yo lírico dice:

Nunca me he sentado a mesa
de mayor despojamiento:
la fruta es sin luz, los vasos
llegan a las manos hueros.
Tiene el pan de oro vergüenza
y el mamey un agrio ceño;
en torpe desmaño cumplen
loza, mantel, vino muerto,
y los muros dan la espalda
por no tocar lo protervo (Tomo II, p. 256).

En la siguiente sección, Mistral vuelve a tocar un tema fundamental de su obra: la locura femenina. En Ternura ya había aparecido la sección “La desvariadora”; en Tala, “Historias de loca”; aquí, “Locas mujeres”. En esta sección, la locura no se presenta como algo negativo, sino como un signo de libertad. La locura femenina, en realidad, se presenta como aquella parte libre de las mujeres que la sociedad no comprende o tolera y entonces denomina “locura”. En este último poemario, Mistral decide explorar esa “locura” y mostrarla en su máximo esplendor. El erotismo y el goce femenino, temas que la autora hasta esta obra no había abordado, tienen un lugar preponderante en “Locas mujeres”. Por ejemplo, en “La desvelada”, el yo lírico narra un encuentro sexual que se da a mitad de la noche:

Siento el calor que da su cara
—ladrillo ardiendo— contra mi puerta.
Pruebo una dicha que no sabía:
sufro de viva, muero de alerta,
¡y en este trance de agonía
se van mis fuerzas con sus fuerzas! (Tomo II, p. 276).

Luego de “Locas mujeres”, aparece la sección “Naturaleza II”. Esta puede considerarse la continuación de “Naturaleza”, sección que aparece en el primer poemario de la autora, Desolación. Ahora bien, en Desolación los poemas dedicados a la naturaleza están situados exclusivamente en Chile. Aquí, en Lagar, la perspectiva es continental. Esto se ve con claridad ya desde los títulos de varios de los poemas de la sección: “Amapola californiana”, “Palmas de Cuba” o “Espiga uruguaya”, entre otros:

Entre hallazgos me encontré
la piedra de Paraibuna.
La moja el primer rocío
y el sol primero la enjuga.
Ella retuesta los quiscos
y retuerce cacto y yuca (“La piedra de Paraibuna”, Tomo II, p. 309).

La centralidad del tema de la naturaleza se vuelve evidente en este poema dedicado a Paraibuna, una ciudad montañosa del estado de San Pablo, Brasil. Más aún, la relación del ser humano con el entorno natural será un elemento fundamental del poemario póstumo de Mistral denominado Poema de Chile.

En los dos poemas de la sección “Nocturnos”, Mistral vuelve a poetizar acerca de la muerte de su madre. Es interesante contrastar el tono de estos poemas con los que aparecen en la sección “Muerte de mi madre” de Tala. Los poemas de Tala están atravesados por el dolor y la ira; la voz lírica lamenta trágicamente en ellos la pérdida de la madre. Aquí, tal como se puede elucubrar desde el poema prologal “La otra”, la voz se encuentra calma. Su dolor sigue existiendo, pero es aceptado con madurez o resignación. Incluso, como vemos en la cita, parece preparada para despedirse del mundo y reencontrarse con su madre en la paz celestial:

Será esto, madre, di,
la eternidad arribada,
el acabarse los días
y ser el siglo nonada,
y entre un vivir y un morir
no desear, de lo asombradas.
¿A qué más si nos tenemos
ni tardías ni mudadas? (“Madre mía”, Tomo II, p. 334).

Tras “Nocturnos” encontramos otra sección breve: “Oficios”. En los dos poemas de esta sección, Mistral le canta a los obreros, se hermana con ellos y los presenta como luchadores abnegados a los que la sociedad denigra. En “Manos de obrero”, el yo lírico dice:

Duras manos parecidas
a moluscos o alimañas;
color de humus o sollamadas
con un sollamo de salamandra,
y tremendamente hermosas
se alcen frescas o caigan cansadas (Tomo II, p. 341).

Esta sección es una de las más importantes en términos políticos e ideológicos de la autora. El otro poema de la sección, denominado “Herramientas”, está dedicado a Ciro Alegría, importante escritor peruano indigenista y político de izquierda. Mistral cultivó fuertes vínculos con figuras políticas e intelectuales de su época, y era común que las homenajee a través de su literatura.

Abordemos ahora la sección “Religiosas”. A lo largo de Lagar no aparece ese fervor religioso que caracteriza a los anteriores poemarios de la autora, sino que más bien hay una tensión respecto a lo sagrado. Mistral parece haberse distanciado y haber perdido parte de su fe. Por ejemplo, en “Memoria de la Gracia” el yo lírico da a entender que aquella fe, que antes era sustancial para su vida, en un momento se quebró y es ahora difícil de recuperar:

En otra parte yo fui
de ella amamantada
(…)
Tal vez se rompió en el mundo
primero la Gracia
y ahora cuesta jadeo
y sangre ganarla (Tomo II, p. 357).

En relación con lo religioso, es interesante destacar que en Lagar aparece tratada por primera vez, dentro de la obra de la autora, una fe ligada al indigenismo. El poema “Procesión india” versa sobre el culto rendido a Rosa de Lima en los Andes peruanos, y “Noel indio” tiene como protagonista a una madre puneña que ofrece a su hijo como sacrificio a los dioses.

Luego de “Religiosas”, el libro vuelve a dulcificar su tono con la aparición de “Rondas”. Esta sección va en la línea de la sección homónima aparecida en Ternura. Predomina en ella el tono infantil, lúdico e inocente. Tal como pasa con “Naturaleza II”, que en su primera versión de Desolación solo tomaba paisajes chilenos y en Lagar aborda todo el continente, algunas de las rondas que aquí aparecen están dedicadas a otros países de Latinoamérica. Queda claro que el americanismo se ha vuelto, con el paso de los años, un valor fundamental para la autora.

La ronda de la Argentina
en el trópico aparece
y bajando por los ríos
con sus mismos ríos crece (“Ronda de la Argentina”, Tomo II, p. 365).

La sección “Vagabundaje” está íntimamente ligada con “Saudade”, del poemario Tala. Aquí, Mistral vuelve a dedicarle versos a su estilo de vida errante. Cabe destacar que, tras recibir el Premio Nobel, la autora, convertida en una eminencia, pasó gran parte de su tiempo viajando y viviendo en diferentes lugares del mundo. En los poemas de esta sección, el yo lírico parece cansado de tanto movimiento y la idea de que su próximo destino sea la muerte se presenta como acogedora. La muerte es un destino definitivo que le permitiría dejar de errar infinitamente. Dice en “Puertas”:

Ya quiero irme y dejar
el sobrehaz de la tierra,
el horizonte que acaba
como un ciervo, de tristeza,
y las puertas de los hombres
selladas como cisternas (Tomo II, p. 376).

Esta idea de despedirse definitivamente continúa prevaleciendo en la sección “Tiempo”. Mistral aquí da a entender que su tiempo de vida en el mundo se está agotando y que pronto pasará a vivir en la noche de la eternidad:

Se va borrando la huerta,
la granja se ha sumergido
y mi cordillera sume
su cumbre y su grito vivo.

Las criaturas resbalan
de soslayo hacia el olvido,
y también los dos rodamos
hacia la noche, mi niño” (“Noche”, Tomo II, p. 390).

La última sección, “Recado terrestre”, está conformada por un solo poema que lleva el mismo título que la sección. Este es una plegaria al autor romántico alemán Johann Wolfgang von Goethe. Aquí, Mistral dedica sus versos a la otra gran religión que ha tenido a lo largo de su vida: la escritura. Goethe es colocado en el lugar de Dios de los escritores. Aquel que es capaz de reconocer y salvar a los que dieron su vida por el arte literaria:

Procura distinguir tu prole lívida
medio Cordelia loca y medio Euménide.
Todo hallarás igual en esta gruta
nunca lavada de salmuera acérrima.
Y vas a hallar, Demiurgo, cuando marches,
bajo cubo de piedra, la bujeta
donde unos prueban mostaza de infierno
en bizca operación de medianoche (“Recado terrestre”, Tomo II, p. 394).

La obra cierra con un poema epilogal denominado “Último árbol”. Este es claramente una despedida: Mistral considera concluida su tarea como poeta y plantea que es momento de devolver el doloroso don que le ha permitido iluminar el mundo con sus versos:

Esta solitaria greca
que me dieron en naciendo:
lo que va de mi costado
a mi costado de fuego.

Lo que corre de mi
frente a mis pies calenturientos;
esta isla de mi sangre,
esta parvedad de reino.

Yo lo devuelvo cumplido
y en brazada se lo entrego
al último de mis árboles,
a tamarindo o a cedro (“Último árbol”, Tomo II, p. 397).

Ese último árbol es, simbólicamente, su última creación: es el poema final de la obra con la que Mistral cerró definitivamente su labor poética, despidiéndose del mundo.

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