Las manos (Símbolo)
En el poema “Manos de obrero”, perteneciente a Lagar, las manos tienen un doble funcionamiento: por un lado, operan como sinécdoques de la parte por el todo, en la media en que reemplazan semánticamente a la figura de los obreros; por el otro, y más importante aún, funcionan como un símbolo del valor social que debe cumplir la clase trabajadora para sobrevivir. Dice el yo lírico:
Duras manos parecidas
a moluscos o alimañas;
color de humus o sollamadas
con un sollamo de salamandra,
y tremendamente hermosas
se alcen frescas o caigan cansadas.Amasa que amasa los barros,
tumba y tumba la piedra ácida
revueltas con nudos de cáñamo
o en algodones avergonzadas,
miradas ni vistas de nadie,
solo de la tierra mágica (Tomo II, p. 341).
Como vemos, si se hace posible el reemplazo del “obrero” por sus “manos”, es porque, despojada de todo, la clase trabajadora solo cuenta con su fuerza de trabajo, sus manos, para afirmar su existencia. Así, Mistral les devuelve su humanidad al arrojar luz sobre su belleza en un mundo que las reduce a su capacidad productiva.
El árbol (Símbolo)
La figura del árbol es recurrente en la poesía de Gabriela Mistral. A menudo, esta funciona como un símbolo de la vida del yo lírico que, muchas veces, coincide con la propia figura de la autora. Por ejemplo, en el poema “La fugitiva”, del poemario Lagar, se dice:
¡Ay, árbol mío, insensato
entregado a la ventisca,
a canícula y a bestia
al azar de la borrasca!
¡Pino errante sobre la tierra! (Tomo II, p. 285).
Aquí, cuando la voz lírica nombra al árbol y al pino hace alusión a su propia vida que, arrojada un mundo caótico e inestable, lleva un rumbo errante e insensato.
El pan (Símbolo)
El pan también aparece de forma recurrente en la poesía de Mistral. Este funciona como un símbolo de lo puro y lo sagrado, en parte, debido también a las connotaciones simbólicas que posee en el imaginario de la religión cristiana. En este último caso, el pan adquiere connotaciones divinas, algo que se vuelve evidente en la celebración del sacramento de la Eucaristía que se encuentra inspirado en la narración del episodio bíblico de la Última Cena. Allí, Jesús celebra con sus discípulos una última cena y en ella reparte el pan y el vino afirmando que, al consumirlos, comerán y beberán, en realidad, de su propio cuerpo y sangre. A esta conversión se la conoce bajo el concepto de la transubstanciación.
El poema “Ronda de segadores”, del poemario Ternura, recupera y amplía esta dimensión simbólica del pan. Veamos un claro ejemplo al respecto:
A pan segado huele
el pecho del jayán,
a pan su Padrenuestro,
su sangre a pan (Tomo II, p. 98).
La tierra (Símbolo)
La tierra es utilizada frecuentemente por Mistral como un símbolo de la maternidad y la protección. En el primero de “Los sonetos de la muerte”, incluido en Desolación, el yo lírico dice:
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido (Tomo I, p. 163).
En este caso, el yo lírico da a entender que cuando el niño muera y yazca en la tierra, esta lo acunará maternalmente. Cabe mencionar que Mistral recupera aquí un simbolismo largamente arraigado en distintas culturas alrededor del mundo. Este puede remitirse a la figura de la Pachamama, una deidad venerada por varios pueblo originarios de América de Sur también conocida como la “Madre Tierra”.
La luz (Símbolo)
Otro elemento primordial de la naturaleza que Mistral utiliza como símbolo es la luz. En este caso, la luz simboliza la sabiduría y la verdad. En el poema “El himno cotidiano”, del poemario Desolación, el yo lírico dice:
Dichoso yo si, al fin del día,
un odio menos llevo en mí;
si una luz más mis pasos guía
y si un error más yo extinguí (Tomo I, p. 99).
Como vemos en la cita, la luz, símbolo de sabiduría y verdad, se contrapone a los errores que el yo lírico pretende no cometer o “extinguir”.