Resumen
Publicado en Buenos Aires en 1938, Tala es el tercer poemario de Gabriela Mistral. En ese entonces, la autora se encontraba profundamente preocupada por el destino de los niños afectados por la Guerra Civil Española, y decidió ceder todos los derechos de la obra a diferentes instituciones benéficas catalanas dedicadas al cuidado de la infancia.
La métrica de la obra varía a lo largo del libro, presentando poemas alejandrinos, octosílabos, hexasílabos, y de métrica combinada y libre. Predomina, a su vez, la rima asonante, aunque también hay consonante y libre.
Tala cuenta con trece secciones, de las cuales “Canciones de cuna”, “La cuenta-mundo”, “Albricias” y “Dos cuentos” integran poemas que pertenecen originalmente al poemario Ternura (Ver “Resumen y Análisis” en esta misma guía). He aquí un detalle del resto:
Muerte de mi madre
Tal como lo indica su título, esta sección, compuesta por ocho poemas, tiene como punto de partida la muerte de la madre de la autora.
Los poemas más destacados de esta sección son “La fuga”, “Nocturno de la consumación”, “Nocturno de José Asunción” y “Nocturno de los tejedores viejos”. En “La fuga”, la voz se lamenta por el modo en el que su madre fue escapándose (fugándose) de su vida. En el poema “Nocturno de la consumación”, la voz alude dolorosamente a un padre que la ha abandonado (recordemos que la autora fue abandonada por su padre a los pocos años de edad). En “Nocturno de José Asunción”, el yo lírico imagina cómo habrá sido la noche en la que el poeta colombiano José Asunción Silva (a quien Mistral admiraba) decidió suicidarse. En “Nocturno de los tejedores viejos”, la voz se lamenta por el destino de los tejedores ancianos cuyo oficio está desapareciendo.
Alucinación
Contiene nueve poemas de los cuales los últimos seis están enmarcados bajo el subtítulo “Gestos”. La añoranza por lo que se ha perdido es el tópico principal de esta sección.
“La memoria divina” es el poema más destacado de esta sección. En este, el yo lírico afirma haber tenido todo en el pasado, desde una estrella hasta una gruta.
Historias de loca
Esta sección consta de cuatro poemas desarrollados desde una voz femenina extasiada, al borde de la irracionalidad.
“La muerte niña” es el poema más representativo de esta sección. Aquí, la voz se lamenta y grita por los caminos porque su hija crece y con cada año que cumple se muere un poco más.
Materias
Contiene cinco poemas en los que la autora aborda diferentes elementos de la naturaleza, como el agua y el aire, y de la cotidianidad, como el pan.
“Pan” y “Sal” son dos de los poemas más destacados de esta sección. En estos el yo lírico loa tales elementos.
América
Se trata de seis poemas dedicados a describir la naturaleza del continente americano y la idiosincrasia particular de su gente.
“Dos himnos” es uno de los poemas más representativos de esta sección. Aquí, el yo lírico le canta al antiguo sol de los incas y los aztecas, y luego a la Cordillera de los Andes.
Saudade
Esta sección contiene cinco poemas ligados estéticamente a la obra de los poetas portugueses pertenecientes al movimiento literario denominado “Saudosismo”.
“País de la ausencia” y “La extranjera” son dos de los poemas más destacados de la sección. En “País de la ausencia”, la voz anhela todo aquello que ha perdido al irse de su país. En “La extranjera”, una voz anónima habla sobre una mujer que, pese a haberse ido de su país hace ya muchos años, no pierde el acento de su país natal ni las costumbres bárbaras.
La ola muerta
Esta sección contiene seis poemas. Las temáticas más relevantes son el paso del tiempo, la agonía, la enfermedad y la muerte.
Dos de los poemas más representativos de esta sección son “Día” y “Ausencia”. En “Día”, el yo lírico advierte que cada día es único y que debe ser celebrado con gratitud antes de que se escape definitivamente. En “Ausencia”, la voz se lamenta porque en cada momento se va perdiendo el amor y la pasión que tienen con su amado.
Criaturas
En esta sección de diez poemas, Mistral aborda el tema de la existencia y la indefensión ante los designios divinos.
Uno de los poemas más conocidos de esta sección es “Canción de las muchachas muertas”. Aquí el yo lírico se pregunta qué pasa con aquellas muchachas que mueren siendo jóvenes.
Recados
La última sección de la obra está constituida por cartas escritas en forma de poesía remitidas a diferentes personas y distintos lugares del mundo.
“Recado a Victoria Ocampo en la Argentina” es uno de los poemas más representativos de esta sección. A través de este recado, Mistral agradece a Victoria Ocampo, quien se encargó de publicar Tala en Argentina.
Análisis
Tala es considerada por la mayor parte de la crítica como la obra más importante de Gabriela Mistral y, en consecuencia, uno de los hitos fundamentales de la poesía chilena e hispanoamericana del siglo XX. En su primer y segundo poemario, Mistral sienta las bases de su poesía, toca los temas fundamentales y comienza a desarrollar un estilo propio. A partir de esas bases, la autora construye una obra mucho más madura. Temas como la maternidad, el amor, la muerte, la infancia, la locura y lo indígena son abordados en Tala con una mayor profundidad. El estilo de la autora termina de definirse y da como resultado una poesía menos explicativa, y más cargada de misterio y simbolismos.
Ya desde el título de la obra se nota una gran diferencia entre este tercer poemario y los anteriores. Desolación y Ternura son dos títulos que marcan con claridad cuál es el tono dominante de cada una de las obras (la angustia atraviesa Desolación y la felicidad atraviesa Ternura). Por el contrario, Tala no se explica en sí mismo, y tampoco hay ningún poema que le otorgue un sentido unidireccional al término. Vale considerar, entonces, las diferentes acepciones del título de este tercer poemario y analizar su relación con los poemas conforman la obra.
En primer lugar, la tala, proveniente del verbo “talar”, define al arrasamiento de un árbol o una masa de árboles. Por ejemplo, podemos hablar de la “tala” de un bosque, de un monte o de una selva. Esta primera acepción del título se refiere entonces a la destrucción de la naturaleza. Como hemos visto en los anteriores poemarios, la conexión del ser humano con la naturaleza y el respeto por ella es un tema fundamental de la autora. Aquí, en este tercer poemario, ese tema vuelve a aparecer con una enorme importancia. En el poema “País de la ausencia”, por ejemplo, el yo lírico dice:
No echa granada,
no cría jazmín
y no tiene cielos
ni mares de añil.
(…)
Perdí cordilleras
en donde dormí;
perdí huertos de oro
dulces de vivir;
perdí yo las islas
de caña y añil (Tomo I, p. 412).
En Tala, la fertilidad de la naturaleza (tan celebrada en Ternura) es reemplazada por la esterilidad de la tierra. Ahora, el yo lírico se encuentra despojado bajo un cielo que ha perdido su color y donde ya no hay flores ni frutas. Su posibilidad de encontrar plenitud en la naturaleza también ha sido talada. La unidad entre el ser humano y su entorno natural, que en Ternura se presentaba como un refugio seguro y un espacio de dicha, ya no existe. Cabe destacar que este poemario fue escrito en la década de 1930, cuando aún no se tenía conciencia sobre los desastres ecológicos causados por el hombre y las inmediatas consecuencias que estos tienen sobre nuestras vidas.
Veamos ahora otra acepción de “tala”: en la filosofía teosófica, se denomina “tala” a la esencia y naturaleza íntima de las cosas. Es importante destacar que en varios momentos de su vida Mistral tuvo acercamientos con la teosofía. El fundamento principal de esta doctrina religiosa radica en la creencia de que los espíritus superiores pueden conocer a Dios de manera intuitiva, ya que este se encuentra en todas las cosas. De acuerdo a esta acepción de “tala”, el título del libro se relacionaría con el acto de descubrir, a través de la poesía, la sacralidad en cada elemento de la realidad cotidiana y la naturaleza. Al respecto, es interesante destacar la sección “Materias” dedicada, precisamente, a diferentes materias elementales de la existencia. Veamos un ejemplo:
Dejaron un pan en la mesa,
mitad quemado, mitad blanco
(…)
Huele a mi madre cuando dio su leche,
huele a tres valles por donde he pasado:
a Aconcagua, a Pátzcuaro, a Elqui,
y a mis entrañas cuando yo canto (“Pan”, Tomo I, p. 373).
El yo lírico encuentra en el pan diferentes emociones y recuerdos. De este modo, el pan deja de ser solamente un alimento para tranformarse en un elemento esencial en el que se concentra la totalidad de las cosas. La idea de que todo es parte de una misma unidad universal es fundamental dentro de la filosofía teosófica.
Por último, también es interesante destacar que el término “tala” designa a un juego infantil que consiste en pegarle con un palo pequeño a otro palo que se encuentra en el suelo, con el objetivo de hacerlo saltar en el aire. Como hemos visto previamente, la infancia es un tema fundamental de Mistral tanto en Desolación como en Ternura. En Tala, este tema está presente a través de secciones de poemas que originalmente pertenecían a Ternura y que la autora decidió incluir en este tercer poemario. Esas secciones son “Canciones de cuna”, “La cuenta-mundo”, “Albricias” y “Dos cuentos”.
Teniendo en cuenta este primer acercamiento, podemos afirmar que Tala es un título polisémico que abarca y funde muchos significados. No se trata entonces de intentar descifrar cuál de las acepciones es la “correcta”, la que define mejor al libro o la razón por la que la autora en realidad decidió ponerle ese título, sino de ver cómo estas acepciones permiten interpretar la obra con mayor riqueza.
Analicemos, entonces, cada una de las partes del libro, comenzando por “Muerte de mi madre”, sección que inaugura la obra.
Tal como lo explica el título, esta sección tiene como punto de partida un hecho biográfico: la muerte de la madre de Gabriela Mistral, Petronila Alcayaga Rojas. Cabe destacar brevemente que la relación de la poetisa con su madre era muy estrecha, y que la muerte de Petronila, ocurrida en 1929, ocho años antes de la publicación de Tala, le causó un enorme dolor a Mistral. En estos poemas, el yo lírico, con un tono trágico y al borde la desesperación, evoca constantemente la figura de su madre y llega a anhelar su resurrección.
Ahora bien, en “Muerte de mi madre”, Mistral expande esa sensación de luto y dolor desde la figura de la madre a diferentes personas o cosas que se han ido perdiendo a lo largo de la vida. La “tala” es en esta sección lo que ha sido arrasado de la vida del yo lírico.
La segunda sección de este poemario, “Alucinación”, no trae a un yo lírico que sigue poniendo el foco en lo perdido, aunque ahora con otro tono. La voz ya no está atravesada por un sentimiento trágico, sino por cierto carácter delirante o, tal como lo indica el título, alucinado:
Tuve la estrella viva en mi regazo,
y entera ardí como un tendido ocaso.
Tuve también la gruta en que pendía
el sol, y donde no acababa el día.Y no supe guardarlos,
ni entendí que oprimirlos era amarlos.
Dormí tranquila sobre su hermosura
y sin temblor bebía en su dulzura (“La memoria divina”, Tomo I, p. 343).
En “Alucinación” lo perdido no es algo que pueda designarse claramente; no se trata, al diferencia de la sección anterior, de alguien que ha muerto. Es más bien una sensación preciosa que se ha escapado silenciosamente y la voz pretende recuperar a través de sus versos. La “tala” aquí también, entonces, alude a aquello que ha sido arrasado de la vida.
En la tercera sección, “Historias de loca”, el yo lírico acepta su irracionalidad y se sumerge en ella. Aquí ya no es una voz alucinada que oscila entre la realidad y el delirio, sino una voz que ha traspasado los límites de la cordura, pero, esta vez, se afirma en esa fuga:
Me puse yo sobre el camino
para gritar a quien me oía:
‘¡Es una muerte de dos años
qué bien se muere todavía!’.Yo me entraba por casa y casa
y a todo hombre se lo decía:
‘¡Es una muerte de siete años
qué bien se muere todavía!’” (“La muerte niña”, Tomo I, p. 362).
En la cuarta sección, “Materias”, el yo lírico deja de lamentarse por lo perdido y pasa a valorar los elementos que lo rodean. En este caso, adopta un tono de fervor religioso para abordar las cosas más simples de la cotidianidad con el objetivo de llegar a su esencia:
La cojo como a criatura
y mis manos la espolvorean,
y resbalando con el gesto
de lo que cae y se sujeta,
halla la blanca, ve la triste
duna de sal de mi cabezaMe salaba los lagrimales
y los caminos de mis venas,
y de pronto me perdería
como en juego de compañera,
y en mis palmas, a su regreso,
con mi sangre se reencuentra… (“Sal”, Tomo I, pp. 375-376).
Como hemos dicho previamente, en la filosofía teosófica, el término “tala” denomina a la naturaleza íntima de las cosas. En “Materias”, tal como podemos apreciar, esa acepción tiene un total asidero.
“América” es una sección fundamental no solo de Tala sino de toda la obra de Mistral. Aquí, la autora construye poéticamente al continente americano destacando su esencia nativa e indígena. Mistral intenta desarrollar una cosmovisión del continente que se separe de la que fue impuesta por los europeos. Es decir, intenta describir América desde una óptica americana. Este abordaje poético es considerado fundacional dentro de la literatura del continente. Grandes autores como Pablo Neruda y Gabriel García Márquez, ambos ganadores del Premio Nobel, encontrarán en “América” un faro que los guíe en la construcción de una literatura propia y verdaderamente americana. Es fácil advertir el motivo:
Sol de los incas,
sol de los mayas,
maduro sol americano,
sol en que mayas y quichés
reconocieron y adoraron,
y del que quechuas y aimaraes
como el ámbar fueron quemados (“Dos himnos”, Tomo I, p. 385).
“América”, en este sentido, puede ser considerada una sección dedicada por la autora a intentar recuperar aquella esencia del continente que fue talada por los conquistadores europeos.
La sexta sección de Tala es denominada con un vocablo portugués “Saudade”. Según las palabras de la autora, saudade es un sentimiento de melancolía que se presenta atravesado por una cierta dulzura. Aquí, Mistral poetiza sobre su condición de viajera errante, de permanente extranjera, y su relación con aquello que ha dejado atrás, pero aún vive en ella. Precisamente, en el poema “La extranjera”, se evoca la voz de alguien que habla sobre el yo lírico construido por Mistral con estas palabras:
Habla con dejo de sus mares bárbaros,
con no sé qué algas y no sé qué arenas;
reza oración a dios sin bulto y peso,
envejecida como si muriera.
(…)
Vivirá entre nosotros ochenta años,
pero siempre será como si llega,
hablando lengua que jadea y gime,
y que le entienden solo bestezuelas (Tomo I, p. 413).
En estos poemas, el yo lírico se presenta como alguien que vive fuera de su lugar natal, pero no abandona sus costumbres ni su modo de hablar: su raigambre no ha sido talada. Los poemas que integran esta sección pueden enmarcarse dentro del movimiento portugués conocido como “saudosismo”, una tradición literaria y filosófica que encontraba en el sentimiento de la saudade a su propia esencia. El escritor Teixeira de Pascoaes fue su máximo representante, y otros grandes poetas portugueses, como el propio Fernando Pessoa, fueron adeptos a él en ciertos momentos.
En la siguiente sección, denominada “La ola muerta”, Mistral sigue abordando esta sensación de pérdida, aunque ahora de otro modo. Para comprender cabalmente el funcionamiento de esta sección, sirve hacer un breve repaso por las anteriores: en las primeras secciones de la obra, la autora aborda aquello que se ha perdido definitivamente y su ausencia solo causa dolor; en “Saudade” aborda aquello que se ha perdido, pero sigue presente en el interior del yo lírico y puede servir como refugio; aquí, finalmente, Mistral aborda aquello que se está perdiendo con el paso de los días:
No es un río ni es un país,
ni es un metal: se llama un día
(…)
Lo bailemos y lo digamos
por galardón de Quien lo haría,
por gratitud de suelo y aire,
y por su río de agua viva,
antes que caiga como pavesa
y como cal que molerían
y se vuelquen hacia lo eterno
sus especies de maravilla (“Día”, Tomo I, p. 426).
La tala aquí está sucediendo en momento presente. De este modo, Mistral reflexiona acerca de la vida que está siendo arrebatada a cada minuto, a cada segundo. La enfermedad, la agonía y la muerte aparecen como constantes amenazas: “Se nos va todo / se nos va todo” (Tomo I, p. 429), se lamenta el yo lírico en el poema “Ausencia” de esta sección.
La sección “Criaturas” también aborda la pérdida, pero esta vez desde un punto de vista religioso. La premisa fundamental de esta sección es que todos somos criaturas de Dios y estamos indefensos ante sus designios. Aquí vuelve a aparecer cierta ira y enojo con Dios; algo que comprobamos, por ejemplo, en el primer poema de la sección, “Canción de las muchachas muertas” (dedicado a Graciela, una sobrina fallecida de la autora), donde el yo lírico se pregunta:
¿Y las pobres muchachas muertas,
escamoteadas en abril,
las que asomáronse y hundiéronse
como en las olas el delfín?
(…)
¿Borrándose como dibujos
que Dios no quiso reteñir
o anegadas poquito a poco
como en sus fuentes un jardín? (Tomo I, p. 437).
La tala en “Criaturas” es el arrasamiento llevado a cabo por Dios a través de sus misteriosos (y a veces crueles) designios.
Tras esta sección, como hemos dicho en el “Resumen”, encontramos otras cuatro que pertenecen originalmente al poemario Ternura (ver “Resumen y análisis” de la obra en cuestión), y luego, la última parte de la obra, llamada “Recados”. Esta sección está conformada por seis cartas poetizadas, todas ellas dirigidas a mujeres de diferentes países. En algunos casos, los destinatarios no aparecen con nombre y apellido: la niñita que ha nacido en Chile, las niñas que están de fiesta en las Antillas, o las mujeres de la Residencia de Pedralbes, Cataluña. En otros casos, las destinatarias sí aparecen con nombre y apellido: Rafaela Ortega, hermana de José Ortega y Gasset; Lolita Arriaga, maestra mexicana que trabajó y enseñó junto a Mistral en tiempos de la Revolución mexicana; y la escritora argentina Victoria Ocampo.
En lo que se refiere a Victoria Ocampo, cabe destacar que fue ella quien decidió llevar a cabo la primera publicación de Tala en su sello editorial, Ediciones Sur. Mistral y Ocampo pasaron entonces ocho días juntas en la casa de esta última en Mar del Plata, Argentina, corrigiendo la obra. El poema que aquí le dedica Mistral a Ocampo dice:
Gracias por el sueño que me dio tu casa,
que fue de vellón de lana merino;
por toda hora en que olí alhucema,
por la mañana en que oí las torcazas;
por tu ocurrencia de ‘fuente de pájaros’,
por tanto verde en mis ojos heridos,
y bocanada de sal en mi aliento:
por tu paciencia para poetas de los cuarenta puntos cardinales… (“Recado a Victoria Ocampo en la Argentina”, Tomo I, p. 525).
Con este optimismo y luminosidad finaliza Tala, la obra más compleja de Gabriela Mistral: un poemario que reúne todas sus obsesiones y temas principales; una obra que pasa por distintos tonos recorriendo a aquellas personas, espacios y sentimientos que han sido talados y que la poeta intenta revivir a través de sus palabras.