Poemas de Gabriela Mistral

Poemas de Gabriela Mistral Resumen y Análisis Ternura

Resumen

Publicado en Madrid en 1924, Ternura es el segundo poemario de Gabriela Mistral. La autora dedica esta obra a su madre y a su hermana Emedina.

La métrica de la obra varía a lo largo de las secciones: hay poemas hexasílabos, heptasílabos, de métrica combinada y libre. A su vez, predomina la rima asonante, aunque también hay consonante y libre.

La edición original de la obra cuenta con cinco secciones, a las que Mistral le agrega dos más, “Casi escolares” y “Cuentos”, en su reedición de 1945. He aquí un detalle de cada una:

Canciones de cuna

Esta sección está compuesta por treinta y tres poemas. La maternidad y el diálogo entre madre e hijo son sus tópicos centrales.

Un poema clásico de esta sección es “Suavidades”. Aquí, la madre afirma que, en el momento en el que tiene a su hijo en brazos, la maldad y la crueldad desaparecen del mundo.

Rondas

Contiene veinte rondas, género poético infantil creado por la autora. La infancia es, sin dudas, el tema principal de esta sección.

“¿En dónde tejemos la ronda?” es uno de los poemas de “Rondas” que se ha convertido en un clásico de la autora. En este poema, los niños se preguntan en dónde jugarán a la ronda, ¿será a orillas del mar, al pie de los montes o en el bosque?

La desvariadora

Esta sección consta de ocho poemas. La locura y la maternidad son los temas dominantes.

“Que no crezca” es un poema icónico de esta sección. En él, la madre expresa su deseo de que su niño no deje nunca de ser un pequeño bebé.

Jugarretas I

Contiene cinco poemas escritos con lenguaje infantil que emulan juegos verbales propios de los niños. Así, todos los poemas de esta sección tienen esta estructura lúdica.

Uno de los poemas más representativos de esta sección es “La rata”. En este, el yo lírico cuenta que una rata corrió a un venado, el venado a un jaguar, el jaguar a los búfalos y los búfalos terminaron en el mar.

Cuenta-mundo

Consta de dieciocho poemas en los que el yo lírico narra historias increíbles y describe paisajes únicos.

Entre los poemas de esta sección cabe destacar “Montaña”, “La casa” y “La tierra”. En “Montaña”, la madre camina junto a su hijo por una montaña mientras le enseña el paisaje y lo protege de cualquier peligro. En “La casa”, la madre le enseña a su hijo que los indígenas tenían la costumbre de dejar la puerta abierta para compartir sus alimentos, y lo insta a hacer lo mismo. En “La tierra”, el yo lírico declama sobre la armonía existente entre la tierra y un niño indio.

Casi escolares

Contiene veintiún poemas en los que predominan el tono pedagógico y las enseñanzas morales.

Uno de los poemas destacados de esta sección es “Echa la simiente”. Aquí, el yo lírico poetiza acerca de la importancia que tiene cultivar la tierra con amor y respeto.

Cuentos

La última sección de este libro contiene tres cuentos poetizados.

Entre estos se destaca “Caperucita roja”, una reversión del clásico cuento de los hermanos Grimm.

Análisis

La primera edición de Ternura llevaba, por decisión de la autora, el subtítulo “Canciones de niños”. Este subtítulo, que en las ediciones posteriores ya no aparecerá, deja en claro la intención principal de este segundo poemario de la Mistral: ser un libro de poesía que tiene como tema y público fundamental a los niños. Al respecto, la autora ha dicho: “He querido hacer una poesía escolar nueva, una poesía que no por ser escolar deje de ser poesía, que lo sea, y más delicada que cualquiera otra, más honda, más impregnada de cosas de corazón, más estremecida de soplo de alma” (Tomo II, pp. 22-23).

Tomemos como punto de partida del análisis las propias palabras de Gabriela Mistral, y preguntémonos: ¿qué diferencia a Ternura de la poesía escolar de su tiempo? ¿Cómo es esta nueva poesía escolar, honda e impregnada de vida?

En Ternura, Mistral crea un estilo poético que es accesible para los niños, pero no por eso es simple ni ingenuamente infantil. En los poemas de este segundo poemario aparecen los temas profundos y humanos que la poetisa abordó previamente en Desolación, como el amor, la naturaleza y la religión. Además, continúa dándole una gran importancia a lo nativo e incluso aborda un tópico que no había abordado en Desolación y será fundamental en su obra poética posterior: lo indígena.

Parte de la crítica considera que, pese al tono infantil dominante, Ternura no es una obra exenta del sentido trágico que caracteriza a la primera obra de Mistral, Desolación. La diferencia radica en que en este segundo poemario la tragedia no llega a imponerse como sí lo hace en el primer poemario. En Ternura, el costado positivo y optimista de la vida triunfa por sobre la oscuridad y la tristeza. La muerte está allí, amenazante, pero el bien y la felicidad se imponen sobre ella. En definitiva, Ternura no se opone a Desolación, sino que es la otra cara de la misma moneda. Veamos un ejemplo:

Cuando yo te estoy cantando,
en la tierra acaba el mal:
todo es dulce por tus sienes:
la barranca, el espinar.

Cuando yo te estoy cantando,
se me acaba la crueldad:
suaves son, como tus párpados,
¡la leona y el chacal! (“Suavidades”, Tomo II, p. 38).

En este poema, perteneciente a la sección “Canciones de cuna”, se ve claramente cómo el bien y la dicha se imponen sobre el mal y la crueldad. El yo lírico deja en claro que el mal y la crueldad existen, pero que el canto a su bebé los hace desaparecer momentáneamente. Los deja en un segundo plano. En un ejercicio especulativo, podríamos decir que si este mismo poema estuviera en Desolación, el canto no tendría entonces la fuerza para imponerse sobre el mal y la crueldad. Probablemente, quien intentara cantar estaría mudo a causa de la oscuridad que lo rodea y lo atraviesa.

Un elemento que está presente en Ternura y no en Desolación, y que es fundamental para construir esta óptica optimista de la obra, es la maternidad. En Desolación, los niños están solos y echados a su suerte. En Ternura, por el contrario, las madres son omnipresentes. No solo les cantan para hacerlos dormir en las “Canciones de cuna”, sino que los protegen cuando estos juegan sus “Rondas”, tienen con ellos un diálogo íntimo y constante a través del cual les comparten la experiencia del mundo, y se encargan de educarlos, alimentarlos y ayudarlos a estar cerca de la naturaleza y la religión. En Ternura, las madres viven por y para los niños.

Trepamos, hijo, los faldeos,
llenos de robles y de hayas.
Arremolina el viento hierbas
y balancea la montaña,
y van los brazos de tu madre
abriendo moños que son zarzas.

Mirando al llano, que está ciego,
ya no vemos río ni casa.
Pero tu madre sabe subir,
perder la tierra, y volver salva (“Montaña”, Tomo II, p. 145).

En los versos citados, vemos cómo la madre protege al hijo mientras suben la montaña, garantizando que esté sano y salvo. A través de su poesía infantil, Gabriela Mistral no solo pretende entretener y educar a los niños, sino también advertir y concientizar a los adultos acerca de su responsabilidad en el cuidado de sus hijos. La poesía infantil de Mistral entonces no solo está dirigida a los niños, sino también a sus padres y, como toda la obra de la poetisa, está atravesada por un profundo sentido moral y religioso.

Ahora bien, dentro de Ternura hay una sección que, aun manteniendo el tono general de la obra, rompe con la armonía dominante. Esta sección es “La desvariadora”, en donde la idea del hijo como un milagro puro que le da sentido a la vida es presentada con cierta distancia crítica. Por ejemplo, en el poema “Que no crezca”, el yo lírico dice:

Que el niño mío
así se me queda.
No mamó mi leche
para que creciera.
Un niño no es el roble,
y no es la ceiba.
Los álamos, los pastos,
los otros, crezcan:
en malvavisco
mi niño se queda. (Tomo II, p. 107).

Tal como se ve en la cita, en los poemas de “La desvariadora” se presentan madres que han perdido la cordura (de allí el título de la sección) por exceso de amor y protección hacia sus hijos. En estos poemas, Mistral pareciera establecer un límite a lo que prodiga su propia poesía, y advertir que el amor abnegado hacia los hijos también puede conducir a la enajenación. Cierta parte de la crítica ve en los poemas de “La desvariadora” una íntima relación con la voz dominante de Desolación. La diferencia radica en que la exaltación desmedida del primer poemario se conecta con la pérdida de un amor conyugal, mientras que en el segundo la exaltación deviene de la potencial pérdida de un hijo.

Hemos dicho previamente que en Ternura aparece un elemento ligado a la valoración de lo nativo que será fundamental en la obra de Mistral: el indigenismo. Veamos ahora un ejemplo al respecto:

Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan “cara de Dios”
no llega a mesas de las casas.
Y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras.
(…)
Para que lo halle, si ahora entra,
el pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio quechua nunca cerraba,
y miremos comer al hambre,
para dormir con cuerpo y alma. (“La casa”, Tomo II, p. 154).

Desde Ternura en adelante, la poesía de Mistral no dejará en ningún momento de referirse a las desigualdades sufridas por las personas de los pueblos originarios. Aquí, con el tono pedagógico, moral y religioso que caracteriza a la obra, el yo lírico da a entender que es incorrecto comer pan mientras otros carecen de alimento. Esos que carecen de alimento son los quechuas. Estos, además, cuando no estaban hundidos en la pobreza, dejaban la puerta abierta para compartir sus alimentos. En definitiva, aquí el yo lírico de Mistral le da a entender a su hijo que lo correcto es imitar las costumbres solidarias de los quechuas en lugar de comer de manera egoísta a puertas cerradas.

En la idiosincrasia de los pueblos originarios encuentra Mistral la verdadera esencia del hombre americano. El “indio” de Mistral es aquel que está en armonía con el suelo del continente y con sus verdaderas raíces. Es aquel al que se debe imitar para lograr la reconciliación con la tierra y subsanar las heridas que el hombre occidental ha causado. Esta idea valorativa de los pueblos originarios es retomada por otro poeta y Premio Nobel chileno: Pablo Neruda.

En Ternura, además, Mistral une esta idea sobre los pueblos originarios con uno de los temas fundamentales del libro: la maternidad. En el poema llamado “La tierra”, el yo lírico dice:

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella…
(…)
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella
(…)
y la madre que estaba rota
tú la volverás a ver entera (Tomo II, pp. 156-157).

La madre, figura fundamental dentro de Ternura, encuentra aquí, y en su conexión con las personas de los pueblos originarios, su forma ideal, entera y carente de rupturas y desvaríos: se convierte en la Madre Tierra.

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