Resumen
Capítulo 13
El narrador recuerda los últimos días de Ferney con vida. El hombre estacionaba a dos cuadras del departamento de Rosario, pero no se animaba a entrar. Unos días más tarde, comenzó a sentarse por la mañana en la vereda enfrente de la casa de la protagonista y se la pasaba mirando todo el día hacia la ventana. Emilio se sentía amenazado por estos gestos, y Rosario decidió bajar, ya que tampoco le gustaba sentirse vigilada. Esto enojó a Emilio, ya que creía que la mujer le prestaba más atención a Ferney que a él mismo. Luego de una discusión, Emilio se fue en su coche y el narrador se quedó espiando por la ventana el encuentro entre Rosario y Ferney. Ella lo abrazó, como protegiéndolo, y lo acompañó hasta el departamento.
Antonio recuerda un comentario irónico de Rosario: el día en que Ferney hizo su mejor trabajo, la perdió para siempre. Paradójicamente, la mujer conoció a los hombres para los que trabajaría sexualmente en una fiesta en donde Johnefe y Ferney celebraban haber terminado una misión para sus jefes. Según Rosario, ese día cambió su vida para siempre, ya que le permitió salir de la pobreza.
Al retomar la historia sobre el encuentro de Rosario y Ferney en el departamento, el narrador comenta que el hombre se quedó una semana allí. Antonio decidió alejarse un poco de ella, pero la llamaba y la visitaba de vez en cuando. Él tenía el presentimiento de que Ferney estaba atravesando los últimos días de su vida. Efectivamente, el hombre estaba siendo perseguido y querían matarlo. Para prevenir su muerte, Rosario hizo un ritual: hirvió unas balas en agua bendita para que protegieran a Ferney. Sin embargo, las olvidó en el fuego y Antonio corrió a ponerlas en agua fría. Por esto, se llenó de ampollas las manos, y Rosario trató de curarlo, besándole las heridas.
Capítulo 14
El narrador confirma que, finalmente, mataron a Ferney. Luego de que hubiera partido del departamento de Rosario, las vidas de Anotnio, la mujer y Emilio retomaron la normalidad. Una mañana en que estaban los tres juntos en el apartamento, el narrador vio la foto de Ferney en el periódico. La noticia hablaba del muchacho como de un peligroso delincuente que había sido abatido por la policía. Luego de haber leído esto, Antonio corrió a avisarle a Emilio para que pensaran los dos cómo darle la noticia a Rosario. Finalmente, el narrador fue el elegido para comunicar esta desgracia ya que, según Emilio, la mujer confiaba en él. Esto enfureció a Antonio, que le gritó que ya estaba harto de estar en este lugar de amigo y confidente. En ese momento, apareció Rosario preguntando por los gritos, y Emilio le mostró el periódico. Al ver la noticia, la mujer comenzó a llorar, primero bajito y luego con gritos ahogados. Sin levantar la cabeza, Rosario le estiró la mano a Emilio, pero también le pidió al narrador que se la diera.
Luego de este momento de sensibilidad, Rosario juró que mataría a quienes habían asesinado a Ferney y le pidió al narrador y a Emilio que la dejaran sola para que pudiera descansar. Esa misma noche, Antonio la llamó por teléfono, pero la mujer no estaba. Luego de varios días sin noticias, el narrador fue a su edificio a preguntar por ella, pero el portero le informó que no sabía nada de la mujer. Además, comentó que Rosario le había pedido que cuidara el departamento porque iba a ausentarse por unos días.
El narrador fue directo a contarle esta situación a Emilio, que estaba enfurecido con la mujer por haber desaparecido sin avisar.
De regreso en el presente de la narración, ya es de día en el hospital donde está internada Rosario, a pesar de que el reloj sigue indicando que son las cuatro y media. La sala comienza a llenarse de gente, pero el narrador no encuentra a quién preguntarle sobre Rosario. Así, vuelve a cerrar los ojos para volver a pensar en la mujer, a quien no ve desde hace tres años. Recuerda cuando él le preguntó si alguna vez se había enamorado. En vez de responderle directamente, Rosario le preguntó si él lo había estado.
Capítulo 15
Antonio recuerda la última desaparición de Rosario. Tanto Emilio como el narrador estuvieron casi cuatro meses sin noticias de la mujer y pensaron en los peores desenlaces: que había muerto, que se había ido para siempre. Finalmente, el narrador decidió tomar esta ausencia como una oportunidad para sacársela por fin de la cabeza. Sin embargo, esto duró hasta que Rosario lo llamó una madrugada para poder hablar con ambos, especialmente con Emilio, pidiéndole que fueran a su departamento.
Unos pocos días más tarde, ambos la visitaron, atentos a lo importante que Rosario debía decirles. La vieron cansada y, aunque no estaba gorda, se notaba que lo había estado previamente. Rosario comenzó a hablar de pie, con dificultad y con la voz quebrada por la emoción. Rápidamente, comenzó a acelerarse: quería proponerles a Emilio y al narrador un plan para salir definitivamente de la pobreza. Ella ofrecía sus contactos en Medellín y Miami para poder lograr este objetivo. Frente a esta propuesta, Emilio se enfureció, argumentando que ellos eran gente decente. Enojada, Rosario los echó de la casa.
Unos días más tarde, el narrador decidió llamarla para recomponer la relación. La mujer lo invitó a cenar. Si bien ella parecía estar feliz y de buen humor, repentinamente comenzó a lagrimear, pensando en todas las cosas malas de su vida. Rosario se sentía sola y muy angustiada por la muerte de Ferney, a quien habían enterrado cerca de Johnefe. También le mencionó un viaje que debería hacer pronto. El narrador le recordó que él siempre estaría cuando ella lo necesitara.
Esa noche, Antonio no pudo dormir, pensando en que la ausencia de Rosario sería definitiva. Unos días más tarde, decidió llamarla para decirle que había aceptado la propuesta del negocio, que se iría con ella pero como acompañante. Sin embargo, no pudo encontrarla. Por esto, decidió llamar a Emilio para ver si sabía algo de la mujer, pero él le pidió que no le hablara más de ella.
Finalmente, luego de días merodeando sin rumbo fijo, Antonio decidió ir al edificio de la mujer. Allí la encontró y le dijo que la acompañaría en su misión.
Sin embargo, los días siguientes fueron confusos. Una noche, unos soldados armados irrumpieron violentamente en el departamento de Rosario, cuando estaban la mujer y el narrador. Los tiraron al piso y les mostraron fotos de delincuentes buscados por la policía, preguntando cuál era el vínculo que tenían con ellos. En este allanamiento, encontraron la pistola de Rosario, que estaba sin documentos, y decidieron llevarse a los dos.
Si bien el narrador pudo resolver este conflicto gracias a la influencia de su familia, nunca más volvió a ver a Rosario hasta esa noche, en el hospital. De repente, aparece un médico que viene a decirle a Antonio aquello que él no quiere oír: el narrador se tapa las orejas y aprieta los ojos para no enterarse de la terrible noticia.
Capítulo 16
El narrador ve a Rosario, muerta sobre la camilla. Está hermosa, con la apariencia tranquila que no tenía mientras vivía. Él desea besarla, rememorar el sabor de sus besos. Asi, recuerda esa pregunta fatal que le hizo en una ocasión respecto de si alguna vez había estado enamorado. Él le respondió que sí, que estaba enamorado de ella. Frente a esta confesión, Rosario se acercó a él y comenzaron a besarse violentamente hasta que tuvieron relaciones sexuales. Luego del acto, la mujer comenzó a comparar el desempeño en la cama del narrador con el de Emilio; si bien esto le dolió a Antonio, él intentó convencerla de que tuvieran un segundo encuentro sexual. Rosario le dijo que se fueran a dormir y, en ese momento, el narrador se puso a llorar por el desprecio de la mujer.
Con Rosario muerta, Antonio se lamenta por el fatal destino de la mujer, que todavía tiene sus tres escapularios protectores. Alguien le informa que debe salir de la sala. Con dolor, Antonio acepta que debe dejarla, tan hermosa, sobre la camilla.
Análisis
En estos capítulos, Rosario Tijeras muere y, con su desaparición física, concluye también la narración. Las últimas palabras de la novela son “... eso es todo, Rosario Tijeras" (p.198). De esta manera, se refuerza la idea de que, para el narrador, Rosario lo es todo; es decir que sin ella, no hay nada más que valga la pena ser contado.
La muerte de Rosario Tijeras permite también el primer encuentro cara a cara de los protagonistas después de tanto tiempo. Como la estructura de la novela es una serie de recuerdos intercalados en ese presente agónico en el hospital, lo que conocemos de Rosario está atravesado por el paso del tiempo y las reflexiones del narrador. Sin embargo, en este capítulo final el narrador la ve físicamente, luego de tres años de ausencia: “... si no hubiera estado aquí su cara se me habría extraviado en la memoria” (p.193), comenta. En este sentido, el encuentro entre ambos es necesario porque es una forma de conservar el recuerdo, de mantener viva la imagen de Rosario para siempre en el narrador.
Una vez más, la novela traza un paralelismo entre el amor y la muerte en la vida de la protagonista. A propósito de esto, no es casualidad que el capítulo de la muerte de Rosario sea también en el que el narrador describe el único encuentro sexual que mantuvo con la mujer. Luego de haberle confesado que estaba enamorado de ella, los personajes logran un nivel de intimidad que no volverá a repetirse. “Lo que siguió ha sido mi más bello y doloroso secreto, y ahora que ella está muerta, seguirá siendo para siempre más secreto y, mucho más todavía, entrañable y doloroso” (p.195), comenta el protagonista. En relación con esto, podemos observar que el sexo es representado como un espacio que se mantiene oculto a la mirada de los demás, una experiencia única entre Rosario y el narrador.
Este espacio de total confianza es también el momento en el que los lectores conocemos, finalmente, el nombre del narrador: Antonio. Accedemos a la verdadera identidad del hombre cuando ambos se encuentran con la verdad. En este punto, el sexo no es solo una desnudez física, sino que simboliza la conexión emocional entre los dos, la posibilidad de conocerse sin terceros que intercedan.
Esta representación se opone notablemente a la descripción que tiene el sexo en gran parte de la novela. Como ya se mencionó anteriormente, el vínculo de la mujer con los jefes del narcotráfico la obliga a intercambiar sexo por dinero. Por este motivo, para Rosario el acto sexual es un trabajo, que no es independiente del cuerpo. Así, estos hombres pagan el precio de la mujer y adquieren el derecho de usar sexualmente el cuerpo femenino según su voluntad. Esto tiene poco que ver con el encuentro entre Antonio y Rosario, en el que el sexo es una conexión romántica e íntima entre dos personas.
Así y todo, este momento de vulnerabilidad y romance es breve. De alguna manera, Rosario replica la crueldad recibida durante su vida en sus propios actos, por ejemplo, humillando al narrador al comparar su desempeño sexual con el de Emilio: “En lo primero que pensé, antes que me venciera el dolor, fue en esa manía que tienen las mujeres por compararlo todo…” (p.196). Esta acotación revela una mirada reduccionista de las mujeres, a las que se les atribuye el defecto de comparar a los amantes entre sí con el objetivo de menospreciar a los hombres. Sin embargo, el narrador decide contraatacar y responde: “... las tijeras son tu chimba, Rosario Tijeras” (p.197). La palabra “chimba” remite a una forma vulgar de referirse a la vagina. Entonces, esta metáfora asocia el órgano sexual de Rosario con un arma letal. Esto expresa una castración simbólica del hombre, ya que él enuncia esta frase al recibir la indiferencia de Rosario, después de haber tenido contacto sexual con él. En este sentido, la novela muestra que la masculinidad está en peligro luego del encuentro con Rosario; es ella la que domina y conduce a los hombres hasta la perdición más absoluta.
Además de la muerte de Rosario, en estos capítulos se narra también el asesinato de Ferney. Este personaje, mítico rival de Emilio en la lucha por el amor de la mujer, muere en un enfrentamiento con la policía. Si bien los personajes presagiaban que el final de Ferney sería trágico, esto repercute en Rosario tanto física como mentalmente. Aunque al principio se entrega al llanto y la angustia, “Después apareció la que estaba oculta, la que el impacto no había dejado salir, la verdadera Rosario” (p.170). En este punto, la verdadera Rosario es la que jura venganza y promete asesinar a quienes mataron a Ferney. Una vez más, la violencia aparece como la única forma que conoce la mujer para conseguir justicia. Así, no duda en poner en práctica sus conocimientos sobre el tema: desaparece meses, y Antonio sabe que está ocupada, con el claro objetivo de matar a los culpables del asesinato de Ferney.
Si bien la mujer no duda en tomar la decisión de asesinar a los responsables, este hecho tiene consecuencias directas en su imagen corporal. Cuando Antonio la ve meses más tarde, comenta que “... se veía cansada, trajinada, y aunque no estaba gorda, sí se notaba que lo había estado, porque trató de engañarnos metiendo en su ropa de siempre una carne que necesitaba de ropas más holgadas” (p.180). Una vez más, el acto de matar se asocia con la acción de engordar vorazmente. Esta práctica indica una alteración del cuerpo que necesita saciarse, pero que no lo logra del todo. En este sentido, el estado de ansiedad emocional, este hambre descontrolado que experimenta Rosario después de matar es entendido como una forma de lastimarse, de deformarse. La novela problematiza la función del cuerpo de Rosario. Por una parte, es fuente de placer, es la herramienta de trabajo que le permite acceder económicamente a una vida de lujos, pero, por otra parte, también es castigado por la protagonista como manera de liberarse de sus culpas. A propósito de esto, la novela subraya que el acto asesino no es inofensivo: altera a la protagonista, que es consciente de que sus acciones son moralmente repudiables.
Este encuentro será uno de los últimos de los tres protagonistas. En él, Rosario le propone a Emilio y Antonio una estrategia “... para que ahora sí definitivamente salgamos de pobres” (p.181) Esto desorienta al narrador, que no considera que ninguna pertenezca a esa clase social. Sin embargo, la mujer le responde: “todo esto es prestado y el día menos pensado me lo quitan” (p.182). Esta afirmación de Rosario problematiza el tema de las clases sociales en Colombia: el narcotráfico y la delincuencia en Colombia logran conectar a las clases altas y bajas de la sociedad, pero no logra un ascenso económico real para aquellos que provienen de la marginalidad, como Rosario. En relación con esto, la mujer se siente obligada a garantizarse una forma de conseguir este bienestar económico sin depender de nadie.
Sin embargo, la paradoja radica en que este plan incluye, necesariamente, la delincuencia y la violencia. En este sentido, la novela muestra un panorama crítico: para acceder al mundo del progreso material y el consumismo, se debe abandonar la legalidad. No hay alternativa pacífica en la sociedad colombiana que pueda asegurar un ascenso económico y social perdurable. Por eso la respuesta de Emilio solo enfurece a Rosario. El hombre se niega a formar parte de esta estrategia porque ellos son “gente decente” (p.182). Una vez más, reaparece la oposición entre estos dos mundos: la "decencia" de las clases acomodadas se opone al mundo "sucio" de Rosario, marcado por la delincuencia y la violencia.
El desenlace de la novela subraya que, en la sociedad colombiana, estos polos son irreconciliables. La mujer sufre una muerte violenta, producto de una balacera, y Antonio y Emilio siguen vivos. Incluso podemos decir que el final tiene un tono pesimista: Rosario está condenada desde el comienzo de su historia, marcada por su primera violación. Esto transformó a la mujer y la condujo al mundo de la violencia armada, hasta llegar a confirmar este destino trágico como el único posible para su vida. Tal como comienza la novela, a la mujer “... le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso” (p.9). Así, el amor y la violencia siempre la acompañaron hasta el final.