Rosario Tijeras

Rosario Tijeras Símbolos, Alegoría y Motivos

Las tijeras (Símbolo)

En la novela, las tijeras simbolizan la forma de impartir justicia que tiene Rosario. Desde pequeña, la mujer se enfrenta a las crueldades de la vida con las tijeras como un arma. Cuando un vecino suyo abusa sexualmente de ella, Rosario usa las tijeras para castrarlo. En este sentido, las tijeras representan la única posibilidad que encuentra la protagonista de hacerse respetar por su agresor. Además, este objeto termina siendo tan característico de Rosario que desplaza a su apellido real y se afirma como el nombre con el que conocen a la protagonista en toda Medellín.

El acto de engordar (Símbolo)

En la novela, los atracones descontrolados y los cambios corporales de Rosario simbolizan la autodestrucción de la protagonista. Luego de realizar sus crímenes, la mujer comienza a engordar de manera desmesurada. Este vínculo poco saludable con la comida indica una alteración violenta del cuerpo y, a su vez, refleja el estado emocional inestable de Rosario. Además, la protagonista destruye también esa imagen de belleza creada y deseada por los hombres. En este sentido, en Rosario Tijeras, el cuerpo de la protagonista no solo representa un objeto de placer y deseo, sino también un espacio de dolor y flagelación.

Los escapularios (Símbolo)

Rosario y todos los sicarios usan escapularios. Estas medallas son un símbolo de protección divina frente a todos los peligros. Por eso, ellos los utilizan para garantizarse el éxito en el trabajo que van a realizar y también para asegurarse que van a volver con vida luego de la misión. Sin embargo, los escapularios tampoco realizan milagros. Cuando le disparan a Rosario, el narrador comenta “Todavía tiene sus tres escapularios, no le sirvieron para nada, «te gastaste tus siete vidas, Rosario Tijeras»” (p.198). En esta cita, se ve que el trágico final de la protagonista era inevitable; ni siquiera los escapularios pudieron ya salvarla.

Rosario Tijeras (Alegoría)

En la época en que se desarrolla la historia de la novela, Medellín es una ciudad violenta y caótica, en donde existe una clara fragmentación social y política. En este sentido, Rosario funciona como una alegoría que refleja todos los vicios que corrompen la ciudad. Esto, en parte, se debe a que ella es producto de esta ciudad enferma.

Por un lado, la protagonista se presenta como víctima de las desigualdades de la ciudad, por lo que su existencia está limitada a sobrevivir dentro de un mundo corrupto y violento. Pero, además, desde otro punto de vista, en esa lucha violenta cotidiana, ella se vuelve un agente dañino para Medellín, porque sus acciones reproducen esa violencia propia de la ciudad y de la que ella es hija. Por ejemplo, en las múltiples venganzas que lleva a cabo a lo largo de su vida, Rosario sigue la lógica del contexto, que propone que la única forma de conseguir justicia es por mano propia. Esto aumenta el grado de caos y criminalidad que persiste en la ciudad como una constante. En este sentido, Rosario se transforma en un caso ejemplar que representa a todos aquellos que pudieron haber vivido situaciones similares.

Ahora bien, la alegoría se pone aún más de relieve cuando observamos que el autor personifica la ciudad en términos femeninos: “Es una relación de amor y odio, con sentimientos más por una mujer que por una ciudad. Medellín es como esas matronas de antaño, llena de hijos, rezandera, piadosa y posesiva, pero también es madre seductora, puta, exuberante y fulgorosa” (p.73). En este punto, las relaciones que se establecen entre los habitantes y Medellín, y entre los mismos y Rosario, son análogas, ya que ambas producen el mismo efecto de amor y odio. Tanto Medellín como Rosario actúan como una droga que genera la misma necesidad de alejarse, pero también la imposibilidad real de hacerlo. Emilio y Antonio vuelven siempre a ambas: sienten la fascinación que les produce la mujer y también la ciudad. “Algo muy extraño nos sucede con ella, porque a pesar del miedo que nos mete, de las ganas de largarnos que todos alguna vez hemos tenido, a pesar de haberla matado muchas veces, Medellín siempre termina ganando" (p.73).

Además de funcionar alegóricamente, la conexión entre ciudad y mujer muestra una clara interdependencia entre ambas. Como alegoría de Medellín, Rosario es violenta pero también es capaz de amar; es dulce pero mata; intenta conectar las distintas clases sociales de la ciudad pero fracasa.

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