Resumen
El cuento comienza con un embotellamiento de autos en la autopista del sur, que retorna a París, un domingo a la tarde. Seis filas de autos se encuentran detenidas. Se menciona a la chica del Dauphine, al ingeniero del Peugeot 404, a un hombre pálido en un Caravelle, a un matrimonio del Peugeot 203 y a un matrimonio de ancianos en un Citroen. Hace calor; es agosto. Hay un clima enervante y de tedio y encierro.
Piensan que debe haber habido un accidente. Avanzan cincuenta metros en cinco horas. El narrador dice: “había estado en la misma línea que su auto durante tanto tiempo que ya ni valía la pena mirar el reloj pulsera para perderse en cálculos inútiles” (1996:506). El ingeniero baja a estirar las piernas. Se menciona a un campesino en un Ariane y a un soldado y una muchacha recién casados en un Volkswagen.
Algunos comienzan a hipotetizar con las razones del embotellamiento. Circulan rumores o hipótesis falsas de algunos choques y muertes en la ruta. Siguen llegando noticias de mano de “extranjeros” que se califican como “tan contradictorias como las otras ya olvidadas” (1996:510). Comienzan a improvisar modos de organización, de racionalización de comida y agua. Salen a hacer expediciones de exploración por el embotellamiento. Continúan llegando extranjeros con novedades contradictorias y falsas. A ambos lados de la ruta hay campos, granjas y árboles, pero ningún vecino se acerca a ayudar.
El ingeniero sale a caminar por la ruta y descubre que se están constituyendo otras células de organización. Todos intentan conseguir agua. Los niños del Taunus y el 203 se hacen amigos. El ingeniero juega a los dados con los del Taunus y el campesino del Ariane.
La anciana no se siente bien, así que buscan a un médico y transforman el wagon-lit en una ambulancia. Las monjas la cuidan.
Por la radio escuchan de la operación de emergencia para despejar la autopista. Les pesa “un hastío sin nombre” (1996:514) y esperan la noche para que refresque. La muchacha del Dauphine comienza a relacionarse románticamente con el ingeniero.
Una noche, el ingeniero oye un quejido y sale a investigar. Encuentra al hombre del Caravelle suicidado con veneno. En grupo, organizan una especie de “entierro” para el fallecido.
Llega a sentirse el frío durante el día. Pierden la cuenta de cuántos días hace que están allí. A veces, la columna avanza doscientos o trescientos metros y vuelve a quedar inmóvil.
Una monja comienza a delirar. Le dan una inyección calmante y la acuestan en un auto con buena calefacción.
Comienza una época de lluvias y vientos, pero luego el frío comienza a ceder. La muchacha del Dauphine queda embarazada del ingeniero y se lo cuenta. Luego, la anciana muere.
El horizonte cambia, los autos comienzan a moverse, los conductores se van avisando entre sí. Todos vuelven a sus automóviles. El ingeniero toca la mano de la muchacha del Dauphine y comienza a imaginar su retorno juntos a París, su vida como pareja. Sin embargo, la columna comienza avanzar y todos se preparan para retomar sus vidas de antes.
Análisis
El tiempo es un tema importante en este cuento. El narrador omnisciente hace muchas menciones a este tópico, desde el inicio mismo del relato: “Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo” (1996:505). El cuento critica los límites y problemas que tiene el tiempo como unidad que puede describir los acontecimientos. El freno en la ruta representa un paréntesis en la vida de estos ciudadanos, sus vidas productivas y familiares se interrumpen pero, a la vez, nuevas comunidades se empiezan a configurar. En las clases sobre literatura que imparte en la Universidad de Berkeley, Cortázar llama a esta nueva comunidad que genera lazos de solidaridad "célula humana" (2013:90). Un momento importante en la conformación de la comunidad de la ruta llega cuando buscan un consenso y deciden no mover los autos por determinadas horas para poder dormir: es una señal temporal que los mismos ciudadanos crean.
El tiempo en este cuento es fragmentario porque no se desarrolla de manera lineal, sino que se desordena en función de los recuerdos: “Aparte de esas mínimas salidas, era tan poco lo que podía hacerse que las horas acababan por superponerse, por ser siempre la misma en el recuerdo” (1996:509); “Todo sucedía en cualquier momento, sin horarios previsibles” (511). La dificultad que tienen los personajes pero también los lectores para fijar coordenadas temporales en este cuento propicia el caracter fantástico del relato. Cortázar, en la conferencia antes mencionada, aclara:
“Nunca se hace referencia directa a cuánto tiempo ha transcurrido pero si ustedes lo leen verán que pasan muchos, muchos meses. Desde mi punto de vista, hay que aceptar el elemento fantástico porque el embotellamiento se produce en la puerta de la ciudad de París y es absolutamente inconcebible que el gobierno francés, que tiene fama de ser tan eficaz, no resuelva ese problema” (2013:90).
En esa misma conferencia, Cortázar cuenta que algunos meses después de escribir el cuento, se vio metido en un embotellamiento real en Francia. Sobre este suceso comenta: “A lo largo de la primera hora vi claramente que el mecanismo era el que yo había imaginado: la realidad y al ficción no tenían ninguna diferencia” (2013:92). Lo que enuncia el autor es la inverosimilitud de los sucesos que narra en el cuento.
Otro elemento significativo del cuento es que varios personajes no tienen nombre, y son solamente referidos por el auto que manejan. Esta falta de individualidad y de descripción de los personajes supone un anonimato: si los personajes son intercambiables, esto le podría pasar a cualquiera. El cuento pone así en evidencia lo alienadas que viven las personas en la ciudad, y cómo es necesario un hecho casi sobrenatural para que salgan de sus cotidianos estados de anonimato y soledad, rodeados de desconocidos, y empiecen a formar vínculos con ellos.
Respecto de la cuestión espacial, es significativo cómo los personajes comienzan a establecer rutinas en ese estado excepcional de embotellamiento en la ruta. Desde las primeras horas del embotellamiento se mencionan "recursos improvisados para protegerse, para evitar un reflejo chirriante o las bocanadas de los caños de escape a cada avance, [que] se organizaban y perfeccionaban, eran objeto de comunicación y comentario" (2013:93). Los personajes lanifican en conjunto maneras para resistir. Aunque hay momentos de movilidad de la columna de vehículos, se configuran espacios de cuidado, como el auto en el que atienden a la monja cuando delira, que tienen que ver con la confianza en cierto sedentarismo. La vida en la ruta funciona como una excepción en el viaje de retorno a sus casas, que les muestra a los ciudadanos la importancia de los lazos comunitarios, incluso entre desconocidos anónimos.