Todos los Fuegos el Fuego

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Los espacios

Según Beatriz Sarlo, una crítica argentina, los espacios son fundamentales en la literatura de Cortázar. Los espacios aparecen superpuestos, conectados y dejando fisuras: Sarlo entiende que “si los espacios permanecen cerrados son nuestra condena, pero cuando se comunican dejan abierta la posibilidad de lo siniestro” (1994:2). La conexión entre dos espacios abre la puerta a lo siniestro, que aparece de la mano con la fantasía.

Lo fantástico en Cortázar aparece cuando los personajes circulan entre distintos espacios oníricos, asfixiantes, virtuales e incluso mentales. Para Sarlo, la ficción cortazariana “muestra las consecuencias del pasaje entre espacios que la percepción normalizada mantiene escindidos” (1994:2). Por ejemplo, en “La isla al mediodía”, la isla se configura como un espacio de deseo y libertad para Marini, el protagonista. La fantasía se acentúa cuando renuncia a su trabajo y viaja finalmente a habitarla. El final del cuento pone en cuestión si este viaje ha sido real o no: quizás la isla es un espacio mental e idílico que Marini solo visita segundos antes de morir. El protagonista está a la vez en la isla y en ese avión que se cae: los espacios se desbordan y generan así componentes fantásticos.

En el caso de “El otro cielo”, desde la primera oración se plantea que el tránsito entre los distintos espacios es fluido: “Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra” (1996:590). El protagonista viaja de la Ciudad de Buenos Aires, donde vive con su novia Irma y trabaja en la bolsa, a las galerías parisinas de otra época, en donde sale de fiesta con Josiane, una prostituta. Los límites espaciales en los cuentos fantásticos de Cortázar son difusos y muy importantes para la irrupción de los elementos fantásticos.

Los viajes

Los relatos de Todos los fuegos el fuego presentan varios cuentos con viajes, desplazamientos y travesías por distintos espacios. Como se expuso en el tema anterior, Cortázar espacializó la ficción fantástica en relatos con pasajes entre unos y otros espacios. Estos desplazamientos generan en los personajes un clima de incertidumbre e indecisión que da lugar a la tensión fantástica. Según Todorov, un rasgo importante del género fantástico es la vacilación y la duda sobre las propias percepciones (1980).

La falta de movimiento es el tema central de “La autopista del sur”. Muchas personas desconocidas deben organizarse y soportar una larga temporada de freno en la ruta. Alternan entre períodos de movilidad e inmovilidad. Una situación fortuita, una excepción, un viaje, se convierte en la costumbre, en un modo de vida, en un paréntesis con distintas reglas. Por ejemplo, el ingeniero, cuando el embotellamiento se desanuda, no quiere romper con ese tipo de vida impuesto por casualidad, no quiere dejar de vivir el viaje. Llega incluso a imaginar su vida en pareja con la muchacha del Dauphine y su retorno juntos a París. Hay un elemento fantástico en este embotellamiento que parece ser perpetuo: una ruta, que es simplemente un lugar de paso entre un espacio y otro, se transforma en el hábitat que debe ocupar una comunidad.

Los viajes también funcionan como coartadas para justificar ausencias, como en “La salud de los enfermos” donde la familia le miente a “mamá” sobre que Alejandro y la tía Clelia están de viaje para no comunicarle sus muertes. El viaje aparece además en “Reunión”, con el desembarco a la isla de Cuba durante la revolución. El viaje supone una salida del espacio y la rutina familiar hacia nuevos descubrimientos, y esta situación es aprovechada por Cortázar para la irrupción de lo fantástico, pero también para el avance de las tramas.

Lo insular

Las islas son superficies alejadas de lo continental que, en la historia de la literatura, fueron conceptualizadas como espacios de excepción, como si las reglas del continente no estuviesen vigentes en estos terrenos rodeados de agua. Las pequeñas dimensiones y el aislamiento del continente vuelven a las islas espacios propicios para la inversión de las reglas del mundo conocido y cotidiano. Esta subversión de lo que es considerado “normal” genera que las islas sean espacios donde suele filtrarse el fantástico. Como entiende Jackson, el fantástico supone una salida de la comodidad y un cuestionamiento sobre la naturaleza de lo que se ve y registra como real (1986).

Hay dos islas en Todos los fuegos el fuego: Cuba, donde el narrador de “Reunión” desembarca durante la revolución, y Xiros, una pequeña isla griega que se consolida como una obsesión vital del protagonista de “La isla al mediodía”. Es interesante analizar las dos llegadas de Marini a la isla en este último cuento. Primeramente llega con mucha ilusión, habiendo renunciado a su trabajo y fantaseando con meterse desnudo al mar y pescar. Luego llega herido en el cuello, tras un accidente aéreo. El tiempo y el personaje se desdoblan: ambas llegadas a la isla suceden en simultáneo pero con distinta velocidad. En la primera, Marini cumple su deseo de habitar y explorar la isla y, en la segunda, solo alcanza la orilla para morir. En ambos casos, llega a la isla para un mismo desenlace: terminar su vida.

La puesta en abismo

El abismo es una gran profundidad peligrosa que se encuentra, por ejemplo, al lado del filo de una montaña. Se utiliza este concepto para caracterizar un procedimiento narrativo que consiste en incluir, dentro de una narración, otra narración similar o del mismo tema, como si fuese un juego de cajas o de muñecas rusas. Cuando dentro de un cuento -u otro soporte artístico como una foto, película u obra de teatro-, se reproduce una puesta en escena, se habla de la puesta en abismo. Los distintos niveles narrativos dan la sensación de que no hay “fondo”, como si hubiese un nivel de representación dentro de otro hasta el infinito. Este recurso motiva una reflexión sobre la representación y los límites entre la ficción y la realidad.

Este tema es fundamental en “La salud de los enfermos”, porque luego de llevar adelante una puesta en escena familiar para encubrir la muerte de Alejandro -definida por la tía Clelia como a una “comedia piadosa” (1996:530)-, ellos mismos terminan cayendo en su propia mentira. Cuando Rosa recibe la última carta de Alejandro, posterior a la muerte de “mamá”, “se dio cuenta de que mientras la leía había estado pensando en cómo habría que darle a Alejandro la noticia de la muerte de mamá” (536). Aparece aquí cierta circularidad que tiene que ver con la puesta en abismo: la “realidad” de las muertes pierde consistencia si la familia vive en negación.

En “Instrucciones para John Howell” se pone en escena la obra de teatro que Rice va a mirar una tarde en Londres. Los límites de la ficción se trastocan cuando él es incorporado al elenco con la instrucción de que improvise y “sea” John Howell. De nuevo, se genera la sensación de que los niveles de representación se suceden de manera infinita, como si la performance de los actores fuera similar a la vida de los seres anónimos.

Lo onírico

Lo onírico se relaciona con las imágenes o sucesos que se imaginan durante el sueño. En sus clases en la Universidad de Berkeley, Cortázar relata cómo lo onírico ha sido muchas veces inspiración para sus relatos. Confiesa que “tengo la impresión de que soy un poco un médium que transmite o recibe otra cosa” (2013:65).

Varios personajes de los relatos de Todos los fuegos el fuego tienen sueños significativos o entran en estados de somnolencia entre el sueño y la vigilia. Nuevamente, este elemento le permite a Cortázar salir del realismo. Según Jackson, el fantástico tiene que ver con una inestabilidad narrativa en la que “constantemente se cuestiona la naturaleza de lo que ve y registra como real” (1986). La irrupción de lo onírico tiene esta capacidad de poner en cuestión las certezas del mundo.

En “La señorita Cora”, Pablo se encuentra anestesiado y, por lo tanto, no completamente consciente, lo que quizás motive la obsesión exagerada que siente por Cora. En “Reunión”, por su parte, los sueños del narrador protagonista sugieren que no quiere aceptar el lugar de mando que ocupaba Luis. En “La isla al mediodía”, toda la isla puede ser considerada como un deseo vital del protagonista que se vuelve realidad en ese viaje. Por último, en “El otro cielo”, el deseo del narrador de evadirse de su monótona vida porteña lo lleva a vivir historias de aventura y descontrol en una París del siglo XIX. En los últimos dos ejemplos, el componente onírico está íntimamente relacionado con el viaje.

El tiempo

La mayoría de los cuentos de Todos los fuegos el fuego no respeta la idea aristotélica de la unidad de tiempo, es decir, que el tiempo tiene que avanzar de manera lineal y cronológica, sin saltos, alteraciones o yuxtaposiciones. En cambio, los cuentos de Cortázar suelen presentar el tiempo como algo fragmentario, con rupturas, cambios de ritmo, frenos y aceleraciones.

En el caso de “La autopista del sur”, el tiempo se fragmenta por la inmovilidad espacio-temporal que deben enfrentar las personas en los automóviles. El narrador da cuenta de cómo dejan de guiarse por las horas del reloj: “Ya nadie llevaba la cuenta de lo que se había avanzado ese día o esos días” (1996:505) y “todo sucedía en cualquier momento, sin horarios previsibles” (510). También aparece una prolepsis, es decir, un anticipo de lo que podría suceder en el futuro cuando el ingeniero piensa en cómo sería su retorno a París con la muchacha del Dauphine.

Sobre “La isla al mediodía” hay dos hipótesis: un estiramiento del tiempo que generaría que en los pocos minutos que tarda el avión en estrellarse contra el mar y matar a Marini, él pudiera cumplir su sueño de abandonar todo y migrar a la isla, o el desdoblamiento del tiempo que daría lugar a “el hombre viejo, el que no puede cambiar, que está atado por este tiempo nuestro, sigue en el avión. Pero ese hombre nuevo que quiere acabar con todo lo que le parece trivial, estúpido y artificial, que abandona todo — su trabajo, el dinero que pueda tener, las personas que conocía— y se embarca para ir a vivir primitivamente en esa islita que se ha convertido en el centro de su propia vida, ése también es él pero en un desdoblamiento que sólo dura el tiempo que le es dado vivir esa felicidad” (Cortázar, 2013:55).

El doble

La idea del doble en la literatura gira en torno a la dualidad, los gemelos y el binarismo. Este tema se manifiesta en personajes que se disocian en dos o en dos personajes que cumplen el mismo rol. El primer caso se corresponde con “La isla al mediodía”, cuando Marini saca del agua a un hombre malherido que podría ser él, un steward trabajando en la ruta Roma-Teherán. El segundo remite a Rice, de “Instrucciones para John Howell”, ya que el protagonista se encuentra, escapando del teatro, con un hombre que le dice llamarse Howell, el mismo personaje que él estaba interpretando.

Los dobles ponen en tensión la unidad de las identidades de los hombres y ponen en crisis la excepcionalidad de los individuos. Otro ejemplo es el narrador de “El otro cielo” que, disociado, vive en dos estados: aburrido, casado con su novia Irma, trabajando en la bolsa de Buenos Aires y también viviendo libres y apasionadas aventuras bohemias en los barrios parisinos.

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