Resumen
El cuento comienza con la muerte de Alejandro y la puesta en escena que realiza toda la familia para evitar que la madre de él se entere. Como ella tiene un estado de salud delicado, el doctor Bonifaz ha recomendado que no la informen sobre la tragedia automovilística que ha sufrido su hijo. Se describe que, cuando alguna vez la tía Clelia se sintió mal, toda la familia entró en pánico; incluso, “tía Clelia se preocupó más por mamá que por ella misma” (1996:533).
Le inventan entonces a la madre de Alejandro que este ha sido contratado por una empresa en Recife, Brasil, y ha tenido que viajar con urgencia para instalar una fábrica de cemento. La madre nota que algo sucede y pregunta por qué están tan nerviosos. María Laura, la novia de Alejandro, es incluida en el plan y va a visitar a su suegra para tranquilizarla. Rosa y Pepa, hermanas de Alejandro, cuidan a la madre y organizan la mentira con Carlos, otro hermano, y los tíos Roque y Clelia.
El tío organiza, con un amigo de Recife, un modo de enviar y recibir cartas como si fueran de Alejando. Un día llega la primera carta de parte de Alejandro. Carlos la lee en voz alta al pie de la cama de “mamá”.
La correspondencia continúa y, a los cuatro o cinco meses, una carta de Alejandro explica lo atareado que está, justificando así que no puede viajar a Buenos Aires. La madre se enfada y le pide a María Laura que lo convenza de viajar por una semana al menos. La familia decide contarle entonces una primera noticia desagradable: le informan que Alejandro le ha dicho a María Laura que se ha fracturado el tobillo y no podrá viajar. La salud de la madre tambalea. Cuando Rosa se acerca a la cama para recibir el dictado de la carta, ella le dice que la escriba sola, y que le diga que se cuide. La respuesta de Alejandro dice que no le ha contado lo de la pierna para no afligirla. Cuando Carlos lee la carta, en el cuarto de su madre, tiene la impresión de que ella no le presta atención.
María Laura le dice a Rosa que no puede entrar más a la pieza de la madre. Clelia insiste pero, cuando Rosa va a buscar a María Laura, esta tiene un llanto histérico y la familia tiene que acatar su decisión. Las hijas le dicen a la madre que María Laura está con mucho estudio, y por eso no puede visitarla. La madre le pide a Pepa que escriba la carta para Alejandro. La correspondencia continúa. Mientras, tía Clelia empeora y el médico decide internarla. Le dicen a la madre que la tía está con una jaqueca, y que se va a la quinta de una amiga a descansar y tomar aire. La tía tiene un síncope en el sanatorio y días después, muere. La madre pregunta cuándo va a volver su hermana, y pide que llamen a la quinta para averiguarlo. Mientras, velan a la tía en la funeraria. La madre, sintiendo que su hermana está frágil, sugiere escribirle a Alejandro para que vaya a visitar a la tía. Escriben esa carta y la envían. Inventan un conflicto diplomático entre Argentina y Brasil para justificar la ausencia de Alejandro.
Rosa convence a María Laura de que vuelva a hablar con la madre de Alejandro, para explicarle por qué no viaja de vuelta a Buenos Aires. La madre pregunta todos los días si tienen novedades de la quinta en donde está su hermana, pero no pide hablar telefónicamente con ella.
El doctor Bonifaz les informa que la madre morirá; no sufrirá, dice, pero se apagará. Se mantiene lúcida hasta el final. Les agradece por haberla cuidado tanto y por el “trabajo que se tomaron para que no sufriera” (1996:535), insinuando así que conoce las mentiras.
Tres días después llega la última carta de Alejandro, y cuando Rosa la recibe y la lee, se pregunta cómo podrá contarle a Alejandro que su madre ha muerto.
Análisis
El narrador de este cuento es una figura que genera confusión en el lector. En primera medida, porque la protagonista es llamada “mamá”, y esto genera la idea de que quien cuenta la historia es hijo o hija de esa mujer. Sin embargo, el relato luego frustra esa idea. El cuento deja claro que el personaje llamado "mamá" tiene 4 hijos: Alejandro, Pepa, Rosa y Carlos, y ninguno de ellos es el narrador testigo del relato. Del mismo modo, se llama "tía Clelia" y "tío Roque" a estos personajes, con los que la voz narradora no tiene un vínculo familiar.
El narrador, de acuerdo a su punto de vista, dosifica la información de distintas maneras. Cortázar aprovecha las posibilidades de un narrador omnisciente, pero también la cercanía de un narrador testigo, y utiliza un narrador intermedio con focalización cero. Cuando la focalización es cero, el narrador se ubica por encima del mundo que narra y conoce todo lo que sienten y desean los personajes. Por ejemplo: "A Rosa, que escribía la respuesta de mamá, le pareció que dictaba más lentamente, como si hubiera estado pensando mucho cada frase" (1996:525). El narrador conoce las sn este fragmento pueden conocerse las sensaciones de Rosa, aunque ella no ha expresado su parecer. Este es un rasgo de la omnisciencia del narrador.
Sin embargo, si la historia fuese contada por un narrador omnisciente tradicional, tendríamos acceso a los pensamientos de cada personaje, pero con una distancia emotiva mucho mayor entre el narrador y los personajes. O sea, el narrador de este cuento incluye comentarios y juicios de valor que lo asemejan a un narrador testigo, pero este recurso convive con su omniscencia: "Frente a cosas así no quedaba más remedio que hacer un gesto y seguir leyendo el diario" (1996:535). La relación cercana del narrador con los personajes genera una prosa más inmediata y verosímil, mientras que los rasgos omniscientes nos permiten acceder a la interioridad de los personajes con una cercanía imposible de conseguir de otra manera.
El cuento tiene como protagonista a una mujer que es llamada, simplemente, “mamá”. No conocemos su nombre, sino el vínculo de parentesco que tiene con Alejandro, Rosa, Pepa y Carlos. Es interesante cómo este personaje neurótico logra pasar la vida en la cama reclamando la atención y el cuidado de su familia: “el tiempo parecía medirse por dosis de remedios y tazas de tisana” (1996:525). La medida del tiempo se determina por sus deseos y reclamos, y todos a su alrededor la atienden y, de algún modo, la subestiman. Ella, por su parte, parece aprovecharse de esta dinámica para causar lástima con su actitud de sufrimiento.
El plan de la familia de no informarle sobre la muerte de Alejandro, su hijo, implica una minusvaloración de su capacidad de sufrimiento. La tratan como si fuera una niña. La tía Clelia califica la mentira como a una “comedia piadosa” (1996:530). Se destaca así que la puesta en escena que realizan para “mamá” está motivada por la piedad.
Esta farsa involucra el envío y la recepción de cartas, pero también la tergiversación de las noticias del diario y la televisión. Aíslan a “mamá” del mundo para sostener un relato que llega a lo inverosímil y a lo grotesco. El final del cuento es significativo en tanto la protagonista, en su lecho de muerte, sugiere que ella sabía que tanto Alejandro como Clelia estaban muertos. Lo dice de una manera sutil pero evidencia que toda la familia se reconfortaba manteniendo a Alejandro “vivo”, y que no lo hacían solo por piedad con ella. En el último párrafo, Rosa lee la última carta de Alejandro y se pregunta cómo le contará a Alejandro que su madre ha muerto. Es decir, los mismos personajes que inventan esas mentiras las terminan creyendo. Aparece así la puesta en abismo como un tema de este relato, en tanto la representación no parece tener fin: todos los miembros de la familia continúan la puesta en escena hasta no poder distinguir la realidad de la ficción, como si fuesen los mismo.
El tema del viaje también se manifiesta en este cuento. El viaje a Recife de Alejandro es la fachada para la "comedia piadosa" (1996:530) que pone en escena la familia. Luego, le dicen a "mamá" que la tía Clelia ha viajado a "la quinta de Manolita Valle" (1996:532) para tomar aire puro y recuperarse de una jaqueca cuando en verdad ha tenido un síncope y muere finalmente en el hospital. El tío Roque, por su parte, inventa problemas diplomáticos con Brasil, para agrandar la distancia que separaba a Alejandro de Buenos Aires y justificar su ausencia. Estos espacios alejados son coartadas para la mentira familiar.
Finalmente, Cortázar explora en este relato los límites de las costumbres y los relatos familiares, y la distancia variante con la realidad. En este sentido, el título del cuento interroga sobre quiénes son los personajes sanos o los que gozan de buena salud. En esta dinámica familiar, basada en mentiras y simulaciones, la madre no parece ser la única enferma o alejada de la realidad.