Resumen:
El octavo poema se titula "Venecia". Adelanta con este título el nuevo destino, la ubicación geográfica del espacio que escribe, y también ubica, como tema central del poema, la ciudad. Se trata de otro poema en prosa, fechado en Venecia en 1921. El poeta hace un recorrido por los personajes principales que aparecen en la ciudad: los dandys, las mujeres, los gondoleros, y el propio yo poético, que mencionándose a sí mismo cierra el poema.
Análisis:
Se trata de otro poema con foco en la enumeración de elementos que hacen a la imagen de una ciudad. En este caso, incluye varias señas particulares de la ciudad italiana: los gondoleros, la plaza San Marcos, las góndolas. El poeta incluye algunas frases exclamativas que parecen enunciar su entusiasmo: "¡Terrazas!" y luego: "¡Cuando el sol incendia la ciudad, es obligatorio ponerse un alma de Nerón!". Aquí introduce nuevamente el tópico de los elementos naturales en su relación con los urbanos: el sol en la ciudad, al igual que ocurría en el poema sobre Río de Janeiro. Elige el verbo "incendiar", que, lejos de remitir a un contexto apaciguado y placentero, trae una sensación inquietante.
El poema abre con la frase "Se respira una brisa de tarjeta postal". Esta apertura enfatiza aún más la noción de que podemos leer estos poemas en prosa como la presentación y descripción de lugares, precisamente, como si fueran una suerte de folleto turístico, o como un menú de destinos. El texto incluye términos en italiano ("pizzicato", "piccoli canili", "campanile") y también en inglés ("dandys"), lo que le aporta un aire de cosmopolitismo, acorde al resto del poemario.
Aparece, también, el tópico del silencio como una presencia, como algo que se oculta, en los rincones de la ciudad, como algo propio de los espacios urbanos: antes, en la iglesia (en "Douarnenez"); ahora, "en los umbrales". En este caso el silencio aparece, además, personificado, realizando "gárgaras".
El erotismo es otro tópico muy marcado en este texto: hacia el cierre, el poeta se sirve de la imagen del falo para describir o representar los "badajos del campanile de San Marcos", que son protuberantes piezas que, al moverse, chocan y producen el sonido de las campanas). En dos instancias antes de este final hay dos alusiones más o menos directas al universo erótico: "mujeres que han traído sus labios de Viena y de Berlín para saborear una carne de color aceituna, y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa". Ambas expresiones contienen términos típicamente asociados al sensualismo (los labios y los pétalos de rosa). Luego dice: "En los piccoli canali los gondoleros fornican con la noche, anunciando su espasmo con un triste cantar". Mediante esta imagen describe la intimidad de los recovecos escondidos en los canales, además del silencio de la noche, y acaso la soledad de los gondoleros.
Con el cierre del poema, el yo lírico está jugando una vez más con los opuestos, al seleccionar la imagen de la campana del edificio religioso como "la figura más fálica" que puede encontrar en la ciudad. Con esta imagen, contrapone el universo religioso y el erótico, generando una colisión disruptiva para los códigos sociales del momento.