“No andes mucho y cuando respires respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes” (p.35). (Símil)
Yerma le aconseja a María que, mientras esté embarazada, debe cuidar del hijo que lleva dentro como si fuera una flor delicada y frágil, acudiendo a las imágenes de las flores que representan la fecundidad en la obra. La analogía sirve de contraste con otra frase que Yerma le dice a María, más adelante en la misma conversación: “Tener un hijo no es tener un ramo de rosas” (p.37), sostiene, haciendo referencia al sacrificio materno que implica el cuidado del hijo (ver sección Citas). Si bien se refiere a dos cosas distintas –a la fragilidad del bebé dentro del útero, por un lado, y al desgaste físico y emocional de la madre, por el otro– estas dos frases en principio opuestas podrían ser tomadas como una señal de que Yerma, de a poco, va perdiendo la cordura a medida que se acrecienta su obsesión.
“Son como esas hojas grandes que nacen de pronto sobre los sepulcros” (p.50). (Símil)
La Lavandera 4ª se refiere de este modo a las cuñadas de Yerma, a quienes se caracteriza como mujeres silenciosas, que realizan los quehaceres del hogar sin decir una palabra. Su presencia en el hogar de Juan y Yerma solo logra acentuar la idea de que su casa es una tumba, a la que Yerma hace referencia en su conversación con Juan del siguiente cuadro. Las cuñadas acompañan esta sensación de muerte en vida con su silencio, lo que se figura en este símil con la imagen de las plantas que nacen de los sepulcros; como dice la expresión, las cuñadas de Yerma son una tumba, capaces de guardar los secretos de la familia, aunque no puedan controlar el deseo de Yerma de salir en búsqueda de su niño ausente.
“La mujer del campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos” (p.61) (Símil)
En Yerma abundan las comparaciones con imágenes naturales porque la naturaleza es el mundo de referencia compartido por las personas que viven en el campo. En esta metáfora, Yerma compara a las mujeres que no pueden concebir con espinos, plantas que lastiman y que están asociadas con climas áridos y desiertos, donde hay poca fertilidad. No por nada Yerma particulariza en las mujeres del campo, con conocimiento del rol que les toca a las mujeres de su entorno rural: ser madres.
“¡Está escrito y no me voy a poner a luchar a brazo partido con los mares!” (p.72). (Metáfora)
En este momento del drama, Yerma empieza a percibir su conflicto personal, el de no poder tener hijos, como un destino que le ha tocado en suerte. Por eso compara sus esfuerzos por quedar embarazada mediante conjuros con luchar contra una fuerza imbatible. En esta metáfora los mares representan el sino de Yerma, quien concibe su tragedia como una fatalidad que ya está escrita y que no puede modificar.
“Las cenizas de tu colcha se te volverá pan y sal para las crías” (p.79). (Metáfora)
La Vieja Pagana incita a Yerma a irse con su hijo a su casa, en donde “todavía queda olor de cunas” (p.79), es decir, donde ya hubo niños y podrá haber más. Recurre entonces a la imagen de la vida que surge de las cenizas, diciendo que, de la destrucción de su colcha, que refiere a ese espacio compartido con Juan que solo le traía infertilidad, Yerma podrá encontrar el alimento necesario para la vida de sus futuros hijos. De esta forma, aquello que representa algo muerto como las cenizas, puede convertirse en el fertilizante simbólico que Yerma necesita para poder procrear y obtener lo que siempre quiso: un hijo.