Resumen
La escena transcurre dentro de la casa de Yerma. Juan le pregunta a sus hermanas por su esposa, que ha salido. Vuelve a decir que no le gusta que Yerma salga sola y reprende a sus hermanas por no haberla acompañado.
Entra Yerma, que regresa trayendo agua de la fuente. Ella le pregunta a Juan si se quedará, pero él le dice que tiene que cuidar del ganado, porque las ovejas tienen que estar en el redil, “y las mujeres en su casa”. Yerma le pide que no hablen más, que ella no lo ha ofendido en nada y que sabe llevar su cruz en silencio. Juan le reprocha que ella no se contente con todas las cosas que él le da y dice que lo único que quiere es tener paz y sosiego: “Quiero dormir fuera y pensar que tú duermes también” (p.58).
Entonces Juan le pregunta a Yerma si le falta algo, y ella responde que sí. Él entonces le dice que ya han pasado más de cinco años y que debería olvidar el asunto. Yerma le contesta diciendo que los hombres tienen su vida en el campo pero que las mujeres solo tienen la vida “de la cría y del cuidado de la cría” (p.59). Mientras dialogan, las hermanas se mueven en escena, realizando quehaceres del hogar.
Juan le sugiere a Yerma que cuide al hijo de su hermano, pero Yerma no quiere hacerse cargo de hijos de otras. Él le pide que se resigne y le dice que la honra es algo que tienen que cuidar entre todos. Luego le dice que debería obligarla a estar encerrada, “porque para eso soy el marido” (p.60).
Yerma le ruega que no hable más. Luego se pone a recitar un canto en el que vuelve a invocar al niño que ha de venir. Juan se va a comer y Yerma se encuentra con María en la puerta, que viene con su hijo. María no quiere que Yerma le tenga envidia y trata de consolarla, pero es en vano. Yerma le confiesa que está harta y ofendida, porque en el campo todo se reproduce, los animales tienen sus crías y la naturaleza sus frutos, mientras ella no tiene hijos. Cuando María le pregunta qué piensan su marido y sus cuñadas, Yerma le dice que se engañan creyendo que a ella le puede gustar otro hombre, porque para Yerma “lo primero de [su] casta es la honradez” (p.62).
El niño de María se despierta y Yerma le dice que tiene los mismos ojos que ella. Luego María sale con su hijo y entra sigilosa la Muchacha 2ª. Esta le dice a Yerma que su madre la está esperando junto con dos vecinas. Yerma le pide que la esperen un poco, que pronto irá. Llega Víctor y la Muchacha 2ª se despide.
Víctor pregunta por Juan y Yerma lo llama para que se acerque. Mientras esperan, Víctor le cuenta que viene a despedirse. Se irá a otro campo con sus hermanos porque así lo quiere su padre. Yerma le dice que le hará bien el cambio, pero para Víctor es todo lo mismo. Luego Yerma le pregunta si recuerda que una vez él la llevó a ella en brazos. Víctor responde diciendo que todo cambia, pero Yerma le dice que algunas cosas no cambian. Entra Juan y le pregunta a Víctor si tiene alguna queja de él; Víctor responde que no, que Juan ha sido un buen pagador. Juan le cuenta a Yerma que le compró los rebaños a Víctor, y éste le dice a Yerma que ahora son de ella.
Víctor se despide deseándoles felicidad para su casa. Juan decide acompañarlo hasta el arroyo y ambos salen. Vuelve la Muchacha 2ª y Yerma se va con ella sigilosamente. La escena termina con las cuñadas que buscan a Yerma, gritando su nombre.
Análisis
Según se desprende del diálogo entre Juan y Yerma, ambos llevan más de cinco años de casados, por lo que han pasado por lo menos tres años desde el primer cuadro de la obra. El tiempo transcurre, pero las cosas siguen igual. Lo único que ha cambiado, para peor, es la relación entre ambos. Juan dice que está “harto” (p.57), porque Yerma no cumple con las órdenes de quedarse en la casa, lo que lo mantiene siempre en constante preocupación y vigilia. Yerma usa la misma expresión, dice que está “harta” (p.61), porque nada le queda por hacer a la mujer de campo si no tiene hijos.
Juan y Yerma conversan, pero no se comprenden. “Hablas de una manera que yo no te entiendo”, le dice Juan, pero Yerma no quiere hacerse entender y en cambio pide que abandonen la charla: “Vamos a callarnos”, le dice (p.58). A pesar de que ellos no se comprendan, en su conversación se plantea de forma muy clara el tema de los roles que les fueran asignados por su género. Para Juan, la vida del hombre está en el exterior, en el campo, pero su honra está en el hogar, al cuidado de su mujer, que debe preservarla quedándose en la casa. Para él, “las familias tienen honra y la honra es una carga que se lleva entre todos” (p.60). Juan sostiene que como marido tiene el derecho de obligar a su mujer a estar encerrada, lo que trae a colación el tema de la represión: Juan hace cumplir el mandato patriarcal reprimiendo los deseos de la protagonista. Yerma quiere obedecerle y afirma que las mujeres deben estar dentro de sus casas, pero “cuando las casas no son tumbas” (p.58).
Para Yerma, una vida encerrada y sin hijos, es lo mismo que estar muerta en vida. "Ser una tumba" también hace alusión al silencio, motivo que indica la falta de pasión entre Juan y Yerma. No tener hijos le quita a Yerma condición de mujer y la hace perder su identidad: “Yo no sé quién soy”, le dice a Juan, cuando este la acusa de no ser una mujer verdadera porque “[busca] la ruina de un hombre” (p.59). Esa pérdida de identidad, que se da al mismo tiempo que aumenta su obsesión –“cada vez tengo más deseos y menos esperanzas” – la lleva incluso a decir que pronto se confundirá con el niño que no tiene: “Acabaré creyendo que yo misma soy mi hijo” (p.62). Esta distorsión de la identidad de Yerma, mediante la cual su yo se superpone con el objeto de su deseo, anticipa lo que sucederá al final del drama, cuando Yerma, después de asesinar a Juan, exclame que ha matado a su propio hijo.
En su charla con María, Yerma desmiente las sospechas de que le ha sido infiel a su marido: dice que lo primero de su casta es la honradez, lo que nos demuestra que ella comparte la misma preocupación de Juan por la honra. Pero también le dice que, si ella quiere, puede “ser agua de arroyo”, aludiendo a la simbología del agua que representa su deseo. De esta manera, aunque Yerma reprime el deseo que siente por Víctor, no se reprime de hacer algo por su condición infértil, aunque eso implique descuidar su honra. Yerma tiene un plan, aunque por ahora no sabemos de qué se trata: la Muchacha 2ª viene a buscarla para llevarla con su madre –Dolores, la conjuradora– y ambas se van juntas, y por la lógica del drama, cuando Yerma sale de la casa, su honra y la de su marido corren peligro.
Víctor entra en escena por última vez, para despedirse. El diálogo entre él y Yerma deja entrever un anhelo de que las cosas hayan sido distintas. Yerma le pregunta por qué se va si aquí lo quieren, y le recuerda aquella vez que él la llevó en sus brazos. Pero Víctor tiene otro camino, “todo cambia”, le dice a Yerma, y para él todo cambio es indiferente; es lo mismo en qué campo está, siempre que esté trabajando, cumpliendo su rol de hombre. El rebaño que tenía Víctor ahora es de Juan, que tal vez ha comprado el rebaño del otro en un intento desesperado de mejorar su relación con Yerma, teniendo algo que le pertenecía a Víctor. Esto, sin embargo, no cambiará mucho su situación: Yerma, como veremos, hará un intento, aunque frustrado, de llevar su dolor fuera de la casa, para hacerse oír, y revertir su mala estrella. Cuando se escapa, las cuñadas pronuncian su nombre, como invocando su condición infértil.