Aura es una novela corta del escritor mexicano Carlos Fuentes. Con su historia centrada en la Ciudad de México a principios de la década de 1960, la novela es considerada una de las obras más importantes de la narrativa mexicana del siglo XX. Fue publicada el mismo año que otra novela muy popular de Fuentes, La muerte de Artemio Cruz (1962), y ambas obras forman parte del fenómeno literario conocido como boom latinoamericano. Dicho fenómeno tiene lugar entre las décadas de 1950 y 1970 en toda América Latina, y sus principales exponentes son el colombiano Gabriel García Márquez, el argentino Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa y, precisamente, el mexicano Carlos Fuentes. Muchas de las características que suelen atribuirse al boom latinoamericano las podemos encontrar en Aura: se trata de un texto vanguardista que trata al tiempo de una manera no lineal, juega con la perspectiva en la voz narrativa, cuestiona la idea del tiempo y el progreso lineales, y trabaja un cuestionamiento sobre el concepto de identidad. Además, como en otras obras importantes del boom, en Aura se rompen las barreras entre lo natural y lo sobrenatural.
La popularidad de Aura es inmediata, tanto en su propio país como en el extranjero. Tres años después de su publicación, la novela ya es traducida al inglés, y en 1966 se estrena su versión fílmica, realizada por el director italiano Damiano Damiani, La strega in amore (en español: La bruja en amor). En 1989, el compositor Mario Lavista crea su notable ópera Aura.
De aires góticos y fantásticos, Aura se abre con un epígrafe en que el historiador Jules Michelet afirma: “Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer” (p.3). La novela se compone de juegos de dobles, de espejos, de apariciones confusas, contradictorias, que se suceden en el opresivo encierro de una casona antigua. Allí, un joven historiador necesitado de trabajo, Felipe Montero, tiene la misión de completar las memorias de un general difunto mientras cae ante los encantos de Aura, una bella y triste joven que parece vivir a merced de su tía Consuelo. En una atmósfera enrarecida, se entrelazan interrogantes, misterios y hasta tiempos históricos.
La novela posee la peculiaridad de estar narrada en segunda persona. Fuentes explicó que el efecto que esto produce, de espejos, miradas, e identidades dobles, se encuentra ya en el famoso cuadro Las meninas: “Eso lo inventó Velázquez”, dijo en una entrevista para la TV española en 1977.