Carlos Fuentes publica La muerte de Artemio Cruz en 1962, y presenta en ella una visión de la historia de México del siglo XX a través de los ojos de un político y empresario agonizante. En su lecho de muerte, Cruz recuerda de forma desordenada y fragmentada algunas etapas importantes de su vida, desde la Revolución mexicana hasta una fiesta de fin de año en 1955. En ese vaivén temporal, Cruz presenta al lector un relato de cómo fue perdiendo sus ideales hasta convertirse en un oportunista corrupto y explotador. La vida de Cruz (revisada por sí mismo) representa las contradicciones de la historia de México, su sistema político marcado por la corrupción y el arribismo y las diferencias de clase entre los diferentes sustratos que componen la sociedad.
Se ha considerado muchas veces a La muerte de Artemio Cruz como una obra maestra de la posmodernidad latinoamericana, principalmente por lo novedoso de su estructura narrativa y el tratamiento de la identidad mexicana, aunque, en verdad, sus temas principales ya se encuentran trabajados en novelas anteriores, como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y en importantes ensayos, como El laberinto de la soledad, de Octavio Paz. El tratamiento del tiempo que propone esta novela también es una técnica que muchos escritores de la época estaban desarrollando: fragmentación de la estructura narrativa tradicional, superposición de escenas y estética del collage; en esta novela las capas del pasado se ordenan respondiendo principalmente al vaivén caótico de la mente de un agonizante. Por todas estas características, es innegable que La muerte de Artemio Cruz se ha transformado en una obra fundamental dentro del Boom latinoamericano y ha sido considerada como una novela típicamente mexicana que conjuga con maestría temas universales de la literatura con temas específicamente mexicanos.
El Boom latinoamericano dentro del que se inscribe esta novela puede pensarse como un fenómeno de circulación y consumo masivos de la literatura latinoamericana que se produjo entre 1959, tras el éxito de la Revolución cubana, y los inicios de la década de 1970. El fenómeno del Boom es promovido por editoriales europeas (en sus inicios, españolas principalmente) que colocaron a la literatura latinoamericana, históricamente relegada a la periferia, en el centro del sistema de consumo literario y cultural. Las novelas del Boom están caracterizadas -a grandes rasgos -por la importancia que adquieren en ella el uso del lenguaje y la estructura narrativa. En general, son novelas en las que el tiempo no es lineal, sino que avanza y retrocede o se fragmenta y superpone; el lugar del narrado también se cuestiona y se desdibuja, la persona de la enunciación es lábil y la focalización suele alternarse entre varios focos diversos. En ese sentido, La muerte de Artemio Cruz es un excelente ejemplo de este tipo de procedimientos literarios, y eso la ha convertido en una obra paradigmática dentro de la literatura latinoamericana.
Desde esta perspectiva, puede considerarse a Carlos Fuentes como uno de los más importantes gestores de la transformación sufrida por la novela hispanoamericana en las últimas décadas del siglo XX, y La muerte de Artemio Cruz un claro ejemplo de las mutaciones del género narrativo y de la necesidad de explorar el lenguaje para encontrar en él lo que constituye la identidad de los pueblos latinoamericanos; en este sentido, la novela logra representar una realidad compleja que no es aprehensible en su totalidad por el individuo y cuya causalidad también es cuestionada. En La muerte de Artemio Cruz, se le presenta al lector el esfuerzo de una mente tratando de organizar los estratos de su memoria y darle coherencia a una vida que está hecha de una sucesión de elecciones; así, la novela se presenta como un gran intento fallido de reconquistar, por medio de la memoria, la experiencia de toda una vida.