La muerte de Artemio Cruz, publicada en 1962, puede considerarse como una obra bisagra en la narrativa de Carlos Fuentes. El plan general para la novela, la biografía de Artemio Cruz, la vincula a la tradición realista y, especialmente, a la novela realista del siglo XIX, que se basa en el desarrollo de la historia de una vida.
Como se comprueba fácilmente, la "biografía" de Artemio Cruz no está narrada según las reglas estructurales de la novela tradicional, sino que los episodios que conforman el pasado de Cruz se presentan fragmentados, y su ordenamiento responde más al estado emocional de Cruz en su lecho de muerte que a su organización causal. Si la innovación de la novela fuera tan solo la alteración de su ordenamiento cronológico, el lector no dejaría de estar frente a una novela biográfica que solo varía en el ordenamiento de los capítulos, y bastaría hacer una lectura cronológica para devolverle su carácter realista.
Sin embargo, La muerte de Artemio Cruz va mucho más allá del simple desorden temporal y presenta rasgos de un género novelístico que la crítica literaria europea denominó Noveau Roman (es decir, "Novela Nueva"). Concebido en contraposición a los esquemas narrativos de la novela tradicional decimonónica, el Noveau Roman cuestiona la unidad narrativa y sistematiza la deconstrucción de la novela, interroga la posición del narrador y rompe con la unidad espacio temporal del relato. En el Noveau Roman predomina una estética del collage que presenta una cronología violentada, imposible de reconstruir, y produce discursos fragmentarios, incapaces de ser comprendidos como un todo coherente. Ese “magma de palabras y emociones”, como Claude Simon lo ha llamado en su discurso al recibir el premio Nobel en 1985, destruye la narración lineal y la progresión temática, proponiendo en reemplazo una serie de procedimientos que hacen avanzar el relato mediante la evocación de imágenes que afloran de las capas de la memoria, confusas y superpuestas. La técnica de descripción naturalista del Noveau Roman es análoga a criterios estéticos del neo-realismo cinematográfico que proponen una nueva forma de realidad, errante, elíptica, fragmentada y, por sobre todo, ambigua.
La muerte de Artemio Cruz presenta muchos de estos criterios estéticos: la fragmentación temporal en chispas de recuerdos está acompañada por la fragmentación de la figura monolítica del narrador omnisciente, que ahora se enuncia desde las tres personas gramaticales: un yo, que se corresponde con el presente de Cruz que agoniza, un él que revisa los recuerdos del pasado y un tú que se articula como la voz del destino y dialoga con las otras voces. Lo que estas tres voces narrativas destacan es la imposibilidad de aprehender la realidad como un todo coherente y la necesidad de recuperar una serie de escenas o imágenes que sirven para hacer una lectura particular del pasado.
A partir de La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes se aparta decididamente del realismo y abandona la pretensión de verosimilitud en la ilación de las escenas de sus novelas en pos del libre juego de posibilidades combinatorias. Así, novelas como Zona sagrada (1967), Cambio de piel (1967) o Terra nostra (1975) trabajan sobre la superposición de recuerdos y sobre una compleja trama de alusiones intertextuales a otras novelas y otros autores. Esto último se observa ya en su germen en La muerte de Artemio Cruz: hay capítulos que evocan a Hemingway y su tematización de la Guerra Civil Española (el capítulo 1939: 3 de febrero, dedicado a Lorenzo, el hijo de Cruz, es un ejemplo de ello) y otros en los que resuena Faulkner, como sucede con 1903: 18 de enero, cuyos personajes recuerdan a los de Mientras agonizo, de dicho escritor norteamericano.
Dados todos los elementos mencionados anteriormente, es claro que esta novela pone en evidencia la transición de la obra de Fuentes: La muerte de Artemio Cruz no deja de presentar un argumento propio de las novelas realistas -la biografía de un personaje- pero la fragmentación de la estructura narrativa puede asociarse al neorrealismo o al Noveau Roman, un género que Fuentes seguirá explorando en obras posteriores.