"Pero los párpados me pesan: dos plomos, cobres en la lengua, martillos en el oído, una... una como plata oxidada en la respiración" (p. 11). (Metáfora)
De esta manera describe Artemio Cruz sus percepciones al inicio de la novela, en el primer párrafo de la introducción. Artemio se encuentra postrado, agonizante, y apenas puede utilizar sus sentidos, que aparecen todos embotados. Distintos metales son utilizados para describir la pesadez de su cabeza: el plomo para los párpados (que le pesan y no es capaz de abrirlos), el mal sabor del cobre y el ruido estridente de martillazos que perturba su audición. Los elementos metálicos embotando los sentidos se usarán como figuraciones a lo largo de toda la obra.
"... tu existencia será fabricada con todos los hilos del telar, como las vidas de todos los hombres" (p. 42). (Metáfora)
En este pasaje, Cruz contempla la profunda ambigüedad que lo ha marcado desde siempre y piensa su vida como un cruce de todos los hilos posibles, es decir, como un gran entramado de complejidades e incluso de contradicciones que forja su personalidad.
"¿Te acuerdas de aquella roca que se metía al mar como un barco de piedra" (p. 92). (Símil)
Este símil es utilizado por Cruz cuando construye junto a Regina el mito de cómo se conocieron: según repiten los dos hasta convencerse, Regina esperaba sobre una roca que se metía en el mar desde la costa, y Cruz llegó junto a ella por detrás y se vio reflejado en el agua. En verdad, esta es una fantasía que construye la pareja para olvidar la verdadera forma en que se conocieron: Cruz violó a Regina cuando entró en su pueblo junto al batallón revolucionario.
"Joyas negras, hondo mar quieto bajo el sol, fondo de arena mecida en el tiempo, cerezas oscuras del árbol de carne y entrañas calientes" (p. 102). (Metáfora)
Con estas metáforas Artemio expresa el amor que sentía por Regina. Sin embargo, nunca llegó a decírselo a ella personalmente, puesto que los federales la asesinaron y la colgaron junto a otros civiles cuando invadieron el pueblo en el que se encontraba el batallón de Cruz. Así, las palabras de amor son pronunciadas fuera de tiempo, y a Cruz le queda solo el recuerdo de su amada, que lo perseguirá durante toda su vida.
"Lunero se resistió a pensar en lo que debía pensar; el filo de la amargura cortaba su felicidad, perdida ya" (p. 376). (Metáfora)
Este pasaje corresponde al momento en que a Lunero lo viene a buscar un delegado del patrón de la hacienda para ponerlo a trabajar junto a otros campesinos. Durante catorce años, Lunero había logrado pasar desapercibido, pero finalmente el nuevo cacique de la tierra lo manda a buscar. Lunero debe abandonar a Cruz, el sobrino que ha criado, y eso lo pone todavía más triste.