Wall Street
Wall Street es el escenario de fondo donde se desarrolla la trama. Presenta un paisaje antinatural que se ve por la ventana de la oficina, que da a una “muerta pared de ladrillos” (p.54). Wall Street es bulliciosa y también es desértica; no es solo “el alboroto de la calle” (p.63), de la gente excitada apostando entre Broadway y Canal Street; es también el edificio de oficinas que de noche “retumba de puro vacío” (p.52). Como imagen paradigmática del mundo empresarial y laboral, Wall Street representa el carácter deshumanizante del capitalismo y la vida moderna.
Figuras de soledad
El narrador construye la figura de Bartleby a través de imágenes que dan cuenta de la soledad y el desamparo que le transmite el extraño escribiente. Así lo describe como un “centinela perpetuo en el rincón” (p.44), como “un resto de naufragio en medio del Atlántico” (p.61) y como “la última columna de un templo en ruinas” (p.62). Estas imágenes son elocuentes respecto a cómo el narrador percibe a Bartleby, como si su soledad le permitiera reconocer la miseria de la condición humana.
Espacios de muerte
La compasión que siente el narrador por Bartleby lo hace pensar en el destino que le depara a quien ve como un ser desdichado. En sus cavilaciones, se imagina “la pálida figura del escribiente […] envuelta, entre extraños indiferentes, en su estremecida mortaja” (p.53). Hacia el final, cuando Bartleby está en la prisión que será su lecho de muerte –prisión a la que llaman “las Tumbas”– las imágenes de muerte se intensifican; allí, el “carácter egipcio” del recinto, que al narrador le parece como “el corazón de las pirámides eternas” (p.80), alude al hecho de que la prisión se asemeja a una construcción fúnebre, cuyas paredes gruesas apenas dejan pasar pequeñas señales de vida.