El mundo laboral y empresarial
“Barlteby, el escribiente” es una de las primeras grandes historias sobre el descontento laboral y empresarial. Wall Street y la oficina del abogado se describen como escenarios sombríos y antinaturales, y el ambiente de trabajo parece estéril y triste. Sin embargo, la mayoría se adapta a este ambiente, con mayor o menor grado de éxito. Aunque el narrador es un hombre exitoso, en algún sentido también es una víctima del progreso. Ha perdido el puesto que ocupaba durante los eventos centrales de la historia como Asistente de los Tribunales de Equidad cuando el cargo fue considerado innecesario y eliminado. Nos enteramos también de que Bartleby ha perdido su anterior empleo por un motivo burocrático similar. Estos hechos dan cuenta de que la economía moderna cambia de forma constante e insensiblemente, a costo humano.
Melville construye el mundo de sus relatos a través de descripciones concisas y contundentes del entorno. De esta manera, el carácter del mundo laboral y empresarial suele evocarse por medio de imágenes de soledad y muerte. En la escena final de la prisión, la descripción del ambiente extiende la historia más allá del entorno laboral hacia una preocupación por la condición humana en general. Bartleby no puede fingir entusiasmo por este mundo sombrío, por lo que se desconecta de él por etapas, hasta que muere.
El doble
El desdoblamiento es un dispositivo temático importante de la trama. El doble es un tema muy recurrente de la literatura fantástica, en aquellas historias donde un “otro yo” acecha a un personaje poniendo en crisis su identidad. Si bien “Bartleby, el escribiente” no es, estrictamente hablando, un relato fantástico, Bartleby es evocado constantemente como una especie de doble fantasmal del abogado, lo que produce una inquietud extraña que se relaciona con la atmósfera de dicho género literario.
A través de los dobles, Melville sugiere que los seres humanos están conectados entre sí. Nippers y Turkey son como dos caras de una misma moneda, como también lo son, finalmente, Bartleby y el narrador. En algún punto, podríamos afirmar que la historia trata más sobre la injerencia que tiene Bartleby en la vida del narrador que de Bartleby en sí mismo, lo que convierte al abogado en el protagonista oculto de la trama. No obstante, al final de la historia, lo que significa Bartleby se expande y se convierte en un comentario sobre la existencia humana, lo que hace que Bartleby sea visto, en un sentido más abstracto, como un doble de la humanidad.
La responsabilidad y la compasión
¿Cuán responsable es el narrador de la salvación de Bartleby? El abogado le falla al escribiente, a quien ve como alguien que necesita ayuda, pero esto no significa necesariamente que Melville demonice a su narrador. De hecho, este parece ir más allá de lo que la mayoría de las personas harían para ayudar a Bartleby. Sin embargo, sus esfuerzos no llegan a ser suficientes, y el abogado tal vez podría haber hecho algo más por el escribiente. ¿Debería haber un límite a nuestra voluntad de ayudar a una persona, si su vida está en juego? Descartar a un hombre que sufre diciendo que cada uno es responsable de sí mismo, ¿no es solo una forma de excusar nuestra propia falta de compasión?
La responsabilidad que siente el abogado por Bartleby tiene para aquel un sentido moral y espiritual, relacionado con los valores cristianos. El narrador siente compasión por Bartleby en cuanto los dos son “hijos de Adán” (p.53) y quiere ayudarlo siguiendo el mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo. En este sentido, cuando el narrador deja de sentir piedad por Bartleby, su cristianismo se extravía. No por nada aquel domingo que lo encuentra en su oficina, y su lástima se convierte en repulsión, el abogado abandona su plan de ir a misa.
El aislamiento y la soledad
Bartleby es uno de los personajes más aislados de toda la literatura. Durante el día, permanece inmóvil observando una pared blanca que representa el paisaje sombrío y antinatural de Wall Street. Bartleby también permanece en la oficina de noche, cuando el bullicio humano desaparece y las calles quedan vacías y desoladas. Por un lado, podemos ver que es el ambiente el que lo sustrae a Bartleby de la naturaleza y del resto de las personas. Pero también, por otro lado, vemos que es la propia interacción de Bartleby con el espacio lo que enrarece el entorno. En este sentido, es Bartleby quien revela, con su actitud apagada e impasible, la posibilidad de que uno pueda sentirse solo en el medio de una ciudad llena de gente.
El narrador intenta conocer y ayudar a Bartleby, pero todos los intentos de comunicación terminan en fracaso, y eventualmente el abogado se rinde. Desde esta perspectiva, “Bartleby, el escribiente” es un relato desesperanzador sobre la imposibilidad de tener una conexión genuina con nuestros semejantes, lo que convierte al aislamiento en una condición inherente del ser humano.
La muerte
La muerte juega un papel en “Bartleby” en un sentido poco habitual. La muerte cala en la historia, no como el evento que termina una vida, sino como una especie de veneno que impregna cada aspecto del mundo en el que vivimos. El acto de vivir es la verdadera muerte, es un proceso arduo y agotador, lleno de compromisos vacíos y de sumisiones a tareas insignificantes. En el final, la imagen de la Oficina de Cartas Muertas, donde se queman las cartas que nunca llegaron a su destino, entristece al narrador, porque comprende que allí van a morir las cartas que llevan “recados de vida” (p.82) –mensajes de esperanza– para quienes murieron esperándolos. Las mejores intenciones –como las que tiene el abogado con Bartleby– a veces no llegan; lo único que llega, siempre, es la muerte.
El sinsentido
La frase incesante de Bartleby, “preferiría no hacerlo”, desconcierta al abogado y no lo deja actuar. Bartleby no rechaza una orden, sino que prefiere no acatarla, y por medio de ese acto inmoviliza también al narrador, que no puede aceptar o negar una preferencia. En última instancia, la actitud de Bartleby, su constante inclinación hacia el no hacer que lo lleva hasta la muerte, puede ser interpretado como una manifestación del sinsentido del mundo. Desde esta perspectiva, no hay forma posible de que el narrador o el lector comprendan a Bartleby; este permanece en un estado de completa ambigüedad que suspende cualquier tipo de interpretación.
La falta de sentido en “Bartleby”, que se proyecta no solo en el protagonista, sino también en la estructura burocrática empresarial de su entorno, sitúa a la obra como precursora del existencialismo, una corriente filosófica surgida a finales del siglo XIX y cuyos principales exponentes son Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre y Albert Camus, entre otros. El existencialismo se pregunta por el significado de la vida y por el lugar que tiene el individuo en el mundo. Para esta corriente, los actos de cada ser humano dan una imagen de toda la humanidad, lo que de algún modo cree también el narrador, que al final arroja un lamento por Bartleby que también es un lamento por la humanidad entera. Bartleby, con su preferencia a la nada, parece responder esta pregunta sobre la condición existencial del ser humano afirmando que su vida no tiene sentido.
El efecto deshumanizante de la vida moderna
Bartleby es un hombre que parece haber sido extenuado por la vida, al punto de decidir renunciar completamente a ella. Su actitud apática, desprovista de emociones, parece ser producto de esta extenuación, que solo podemos suponer, porque Bartleby no nos cuenta nada de cómo ha llegado hasta este punto. No obstante, su sola presencia logra enrarecer el entorno y revelarnos el costado deshumanizante del mundo moderno.
El narrador hace un intento por humanizar a Bartleby, imaginando los motivos de su comportamiento. Pero este solo le devuelve una imagen desoladora, de alguien que vive aislado de todos y de todo en el medio del bullicio moderno. Su permanencia en un rincón de la oficina incluso los días que Wall Street es un desierto le revela al narrador el aspecto deshumanizante de ese espacio, donde cree que una persona sería capaz de cometer un asesinato al estar desprovista de “domésticas asociaciones humanizantes” (p. 66). Asimismo, la respuesta de Bartleby a todo –“preferiría no hacerlo”– hace que el narrador se cuestione la lógica del capitalismo moderno, donde sería normal que una persona fuera despedida por no cumplir con su trabajo, o encarcelada por ocupar un lugar ajeno. Mirando el mundo desde los ojos de Bartleby, el narrador descubre aquel aspecto sórdido y cruel del mundo en el que se sentía a gusto antes de conocer al extraño copista.