"Como si hubiera estado largamente hambriento de algo que copiar, parecía darse un atracón con mis documentos" (p.39) (Símil y metáfora)
Bartleby, al principio, hace la única tarea para la que fue contratado: copiar. Tan eficiente es en esta labor que realiza las copias como si aquellas fueran su alimento. Pero Bartleby se excede, como si se diera “un atracón”; algo que nos sugiere que el acto de copiar, para el escribiente, es un acto mecánico y repetitivo, que deja de ser alimento para convertirse en un exceso innecesario. Si copiar documentos es equivalente a darse un atracón, la tarea de Bartleby en su rutina de copista funciona como un comentario sobre el sinsentido del mundo laboral y empresarial moderno. Eventualmente, Bartleby deja de copiar… y de comer.
La cuestión de qué come Bartleby es algo que le preocupa al narrador. Nota que vive a base de los bizcochos de jengibre que le trae Ginger Nut y, cuando Bartleby termina en prisión, el abogado quiere asegurarse de que se alimente bien. Para ello, soborna al guisador. No obstante, cuando el carcelero le pregunta a Bartleby qué quiere comer, este le responde: “Prefiero no comer hoy […] Me caería mal; no estoy habituado a las comidas” (p.79). En este sentido, la metáfora de las copias como alimento funciona como un anticipo de que Bartleby, así como ha renunciado a copiar, renunciará también a comer, lo que lo conduce hacia la muerte.
“Entretanto Bartleby se hallaba sentado en su ermita, olvidado de todo salvo su propia ocupación particular allí” (p.44) (Metáfora)
El lugar que el escribiente ocupa en la oficina, en el mismo ambiente en el que se encuentra el narrador pero oculto detrás de un bimbo, es descrito varias veces como una ermita, como si aquel espacio fuera un punto alejado y despoblado, un santuario aislado en el medio de Wall Street. Recordemos que el narrador considera que los domingos y durante las noches su oficina es un escenario triste y desolador, porque Wall Street sin el bullicio del horario laboral presenta un paisaje antinatural y sin vida. Irónicamente, Bartleby logra que su rincón detrás del biombo replique esa sensación deshumanizante que genera Wall Street cuando está despoblada. Se la pasa todo el día mirando por la ventana hacia una pared que simboliza el sinsentido de la vida de oficina. La ermita de Bartleby es, al mismo tiempo, un refugio del mundo empresarial y laboral y una expresión del vacío existencial que general aquel mundo.
"Yo podía dar limosnas a su cuerpo, pero su cuerpo no le dolía: era su alma la que sufría, y a su alma no podía llegar yo" (p.55) (Metáfora)
El sentido de responsabilidad y la compasión que siente el narrador por Bartleby están relacionados con sus valores cristianos. Por eso piensa que sus intentos de ayudar a Bartleby equivalen al acto de dar limosna por caridad. Sin embargo, así como la limosna es muchas veces una ayuda insuficiente, un acto de piedad que solo sirve para tranquilizar la conciencia del benefactor, el narrador se da cuenta de que nada que pueda hacer por Bartleby podría aliviar el sufrimiento de su alma. En un sentido irónico, esta aseveración también tranquiliza su conciencia, porque lo libera de culpas. El narrador pone límites a lo que puede hacer por el escribiente, y en esta metáfora el límite que no puede superar es la salvación espiritual de Bartleby.
"Pero parecía solo, absolutamente solo en el universo. Un resto de naufragio en medio del Atlántico" (pp.60-61) (Metáfora)
Cuando Bartleby renuncia a copiar, el narrador no sabe qué hacer con él. Siente que se ha vuelto “una piedra de molino” (p.60) para él, inútil y difícil de soportar. Sin embargo, la soledad de Bartleby le parece tan extrema, que al principio no puede decidirse en deshacerse de él. Para el narrador, Bartleby representa el desamparo de un barco naufragado que no puede pedir socorro, porque se encuentra solo en el medio del océano, alejado de cualquier contacto humano. Esta metáfora trae a colación el tema del aislamiento y la falta de conexión que caracterizan a Bartleby, uno de los personajes más aislados de la literatura.
"Como la última columna de un templo en ruinas, siguió en pie mudo y solitario en medio de la sala por lo demás desierta" (p.62) (Símil)
Cuando el narrador finalmente decide despedir a Bartleby, el último día que dispuso para su retirada le dice adiós y le pide que cierre la oficina cuando se vaya. La imagen que entonces presenta Bartleby parado en el medio de la oficina es la del último bastión de un edificio espiritual que se ha venido abajo; Bartleby es el remanente ruinoso de humanidad que ha quedado en pie en medio de un espacio deshumanizante. El símil sugiere que, al despedir de este modo a Bartleby, el narrador siente que ha destruido una parte de su humanidad.