Resumen
El narrador, que se presenta a sí mismo como “un hombre más bien mayor” (p.27), promete relatar lo que sabe de Bartleby, un escribiente peculiar que trabajó para él hace un tiempo. Antes de adentrarse en la historia de Bartleby, repone para el lector algunos datos de su vida y de los otros empleados de su oficina: es un hombre que siempre ha tenido la convicción de que el modo de vida más fácil es el mejor. Si bien es un abogado, nunca se dirige ante jurados y jueces; más bien, se dedica a hacer negocios con los títulos de propiedad, los pagarés y las hipotecas de hombres ricos. Él es una persona que no toma riesgos, a quien todos consideran “un hombre eminentemente fiable” (p.28). Poco antes de los sucesos centrales de la historia, el narrador fue designado como Asistente de los Tribunales de Equidad, cargo que, al momento de la narración, ha sido eliminado. De paso, el narrador agrega que la eliminación de dicho puesto ha sido un acto prematuro, sobre todo porque contaba con el usufructo vitalicio que le garantizaba este trabajo.
La oficina donde transcurre la mayor parte de los sucesos de la historia se ubica en Wall Street. En un extremo de la oficina, las ventanas dan al espacio hueco del tragaluz, frente a una pared blanca. En el otro extremo, la vista da a una pared de ladrillos ennegrecida por el tiempo y la sombra. Dos copistas y un muchacho de los mandados trabajan para el narrador al momento en que llega Bartleby. El primero de los copistas es Turkey, un hombre productivo por las mañanas y borracho por las tardes. Después del mediodía, Turkey no es solo improductivo, sino también torpe e innecesario. El narrador ha intentado varias veces que Turkey se vaya a su casa temprano, sin éxito. Cuando está ebrio, Turkey es descarado y demasiado entusiasta.
Nippers, el segundo copista, es “víctima de dos poderes malignos: la ambición y la indigestión” (p.33). Aunque no es un bebedor, el temperamento natural de Nippers es muy irritable. Dado que la indigestión es la causa de su mal carácter, a medida que pasa el día y su malestar mengua, su irritabilidad disminuye. De esta manera, Turkey es productivo cuando Nippers tiene mal genio, y Nippers es productivo mientras Turkey está borracho. Ginger Nut, el mandadero, es un muchacho de doce años cuyo apodo proviene de los bizcochos de jengibre que les lleva a los empleados.
Bartleby llega a la oficina en respuesta a un aviso que el narrador publicó en el periódico. Es un hombre pálido y de aspecto miserable: “Puedo ver ahora esa figura: ¡pálidamente pulcra, lastimosamente respetable, incurablemente desamparada!” (p.38). También es descrito como un “joven inmóvil” (p.38). El narrador espera que la quietud de Bartleby calme los temperamentos fuertes de sus otros copistas.
La oficina está dividida en dos partes, una ocupada por Nippers, Turkey y Ginger Nut, y la otra, por el abogado. Detrás del escritorio del narrador hay un busto de Cicerón, el gran escritor y orador romano. El narrador decide instalar a Bartleby de su lado de la oficina, en un escritorio junto a la ventana que da a una pared. Para separar los lugares de trabajo, el abogado ubica a Bartleby detrás de un biombo verde, dejándolo de este modo fuera de su vista, pero al alcance de su voz.
Parte del trabajo del escribiente es la tediosa labor de verificar dos veces la fidelidad de una copia. Un copista lee la copia, mientras los otros confrontan el documento original. Un día, cuando el narrador llama a Bartleby para que lo asista confrontando documentos, este le responde simplemente: “Preferiría no hacerlo” (p.40). Aunque el narrador al principio se enoja, la negativa de Bartleby es tan apática, sin violencia ni mala voluntad, que el abogado deja pasar el asunto y llama a otro empleado para hacer la corrección.
Análisis
La caracterización que de sí mismo hace el narrador es importante para la historia. Dice que es un hombre “fiable” y prudente, que se arriesga poco y que trata de conformarse. Sus prioridades son la seguridad financiera y llevar una vida confortable y tranquila. Se ha adecuado perfectamente a la economía moderna con su trabajo de abogado a cargo de los documentos legales de personas adineradas. En este sentido, parece una persona preocupada por su propio bienestar, a la que no convendría confiarle la salvación de otra.
La descripción de la oficina del abogado da cuenta de un lugar increíblemente sombrío: en un extremo, las ventanas dan a un tragaluz, y en el otro, a una pared de ladrillos. Este es el paisaje completamente artificial y apagado de Wall Street, donde uno está separado de la naturaleza y de casi todos los seres vivos. El narrador nos cuenta que aquella vista desde sus despachos, la del intervalo entre la ventana y la pared que le hace frente, se asemeja “a un inmenso tanque cuadrado” (p.29), lo que refuerza la sensación de encierro y de desconexión que caracteriza a Wall Street. La pared blanca y la de ladrillo, único panorama visual de la oficina, simbolizan el vacío de la vida moderna en el mundo empresarial y laboral, tema central de “Bartleby, el escribiente”.
El carácter doble, que más adelante caracterizará la relación entre Bartleby y el narrador, aparece en esta sección a través de las descripciones de Turkey y Nippers. Los copistas son dobles el uno del otro. Nippers es inútil por las mañanas y productivo por las tardes y Turkey, al revés: productivo por las mañanas e inútil por las tardes. La ambición de Nippers refleja, en un sentido inverso, el conformismo de Turkey. Nippers, el más joven, muestra disconformidad con los deberes de mero copista, y no se siente nunca cómodo con su mesa de escribiente; el abogado también nos cuenta que tiene “negocitos en los tribunales de Justicia” (p.34). Turkey, un hombre cercano a los sesenta años, se ha resignado a tener una carrera triste y sin incidentes, y le suplica constantemente al narrador que considere su vejez al evaluar su productividad. Sus vicios también son paralelos, en el modo en que son apropiados para la edad respectiva de cada uno. El alcoholismo, que caracteriza a Turkey, es una adicción que se desarrolla con el tiempo, y podría decirse que la ambición, el mal de Nippers, es más volátil cuando todavía se es joven. Estos dos personajes carecen de profundidad; son, claramente, caricaturas de personalidades del mundo empresarial, y su estupidez se extiende más allá del verosímil realista. Nippers y Turkey proveen alivio cómico en lo que, de otro modo, sería una historia sombría y perturbadora.
Desde el inicio, la caracterización de Bartleby impresiona. Se lo describe alternativamente como se describiría un cadáver o un fantasma: pálido por trabajar en el interior, inmóvil, sin ninguna expresión o evidencia de que hubiera alguna pasión humana en él. Bartleby aparece como una persona ya derrotada. Incluso su famosa frase de incumplimiento, “preferiría no hacerlo”, es un acto de extenuación más que una confrontación activa. El éxito de Bartleby en salirse con la suya proviene de aquella pasividad que lo define y que parece hechizar al narrador, quien se siente descolocado ante una actitud completamente inesperada. Bartleby no dice “no lo haré” sino “preferiría no hacerlo”, frase que indica que actúa más por un reflejo emocional que por una elección filosófica o ética, aunque algunos críticos han visto en su actitud un acto más o menos delibrado de resistencia pasiva contra el mundo empresarial y laboral (ver sección “Bartleby y la resistencia pasiva”). Paradójicamente, esta respuesta emocional, por su indiferencia y apatía, muestra una falta de emoción, porque nos habla de una persona sin motivaciones ni aspiraciones, una persona que pone de manifiesto el sinsentido del mundo y el efecto deshumanizante de la vida moderna.
Bartleby se va separando de su entorno por etapas, comenzando por esta primera declaración. Cada vez que repite la frase, renuncia a una parte más del mundo y sus deberes. La última renuncia será a la vida misma, a la que llega de forma indirecta al preferir no comer.