Resumen
En Zapotlán, una mujer llega a una plaza a cargar un cántaro con el agua de una pileta de piedra. Por el camino se aproximan dos hombres que siguen a la muchacha, cada uno con las mismas intenciones. Cuando se encuentran, los dos se increpan y comienzan a llenarse de ganas de pelear por la muchacha. Esta, mientras tanto, se da cuenta de su situación, se apresura a cargar el cántaro y se aleja de la plaza, aunque en su apuro tropieza y el cántaro se hace pedazos contra el piso. Esto parece darle a los hombres la señal para que comience la batalla. Uno con una daga y el otro con un machete, los dos arremeten y pelean hasta herirse de muerte. Los dos quedan tendidos en la plaza hasta que la gente se acerca mucho tiempo después y se lleva los cadáveres. Todos echan la culpa a la jovencita, a quien terminan haciéndole tanta mala fama que no puede casarse, y dicen que si se hubiera ido del pueblo, las habladurías habrían llegado a todas partes antes que ella y le habrían arruinado sus posibilidades, dándole el mal nombre de mancornadora.
Análisis
Este breve cuento está destinado a la historia de dos hombres atraídos por la misma muchacha que se encuentran en una plaza cuando ella va a llenar su cántaro con agua en la pileta de piedra. La muchacha, al percatarse de la presencia de los hombres, rivales en el amor, trata de escapar a toda prisa del lugar, se tropieza y rompe el cántaro contra el piso. Ante aquella señal, los hombres se increpan y comienzan a pelear.
El relato finaliza con la muerte de ambos y el repudio del pueblo a la muchacha, a quien acusan de haber provocado la rencilla y el derramamiento de sangre. Nuevamente, el tema del machismo está presente en este relato de Arreola: frente a la muerte de los dos varones pendencieros, la culpa se le echa a la mujer, cuyo nombre queda mancillado y hasta la tildan de "mancornadora", es decir, de ser una mujer que tiene muchos amantes.
"Corrido" es un cuento breve que apenas esboza la acción, aunque lo hace acudiendo a imágenes y recursos propios de las epopeyas épicas y, especialmente, de la épica homérica. En primera instancia, la pelea comienza, como los cantos homéricos, con la descripción de las armas: “Uno con daga, pero así de grande, y otro con machete costeño” (p. 107). A continuación siguen los detalles de la pelea: “se dieron de cuchillazos, sacándose el golpe un poco con el sarape (…) Los dos eran buenos y los dos se dieron en la madre” (p. 107). En estos pasajes, puede notarse que uno de los recursos humorísticos que despliega Arreola es el contraste entre los recursos de la epopeya épica y el uso de un lenguaje vulgar y coloquial en lugar de las elaboradas descripciones de la épica clásica: la daga es "así de grande" (p. 107), y la descripción del combate se limita a que "los dos se dieron en la madre" (p. 107) que remite más a una charla informal entre vecinos que a la épica clásica.
Llegado este momento, un evento extraordinario irrumpe en el relato y revelan la naturaleza épica del relato: “En aquella tarde que se iba y se detuvo. Los dos se quedaron allí bocarriba, quién degollado y quién con la cabeza partida” (p. 107). Esta alteración divina del paso del tiempo, la tarde que se detiene frente a la muerte de los contrincantes es un recurso propio de los relatos épicos que se concentran en las grandes hazañas de héroes y dioses. Con tal presentación, la rencilla diminuta de estos dos habitantes de Zapotlán se magnifica hasta alcanzar proporciones universales y representar las rencillas de todos los hombres y todas las épocas. Finalmente, otro procedimiento análogo es el de dar a los muertos un último aliento, tras la muerte, para que puedan proferir sus últimas palabras: “Uno de los muertos todavía alcanzó a decir algo: preguntó que si también al otro se lo había llevado la tiznada” (p. 107).
La fama de los muertos se hace monumental y se expande por todas partes, con lo que la muchacha “aunque se hubiera ido hasta Jilotlán de los Dolores, allá habría llegado con ella, a lo mejor antes que ella, su mal nombre de mancornadora” (p. 107). Esto también remeda a la fama de los héroes épicos, que siempre los precede y se expande -hasta llegar incluso a nuestros días.
Por otra parte, el cuento también guarda ciertas reminiscencias con los romances tradicionales, ya que se limita a desarrollar una escena a partir de la cual el lector debe reconstruir la serie completa de sucesos que la rodean. En este sentido, el texto de Arreola dialoga con toda una tradición de romances y de peleas a muerte en torno a una mujer, tradición en la que se inscribe a sí mismo con su cuento.