Resumen
El narrador indica que la cortesía no es su fuerte, pero cuenta una situación vivida en un autobús, totalmente anómala: un día se levanta de su asiento y lo cede a una mujer que estaba de pie. La dama se lo agradece, y esto atrae la atención del público. Poco después, se desocupa el asiento de al lado de la mujer, quien se lo ofrece a él. El narrador se sienta, pero de pronto sube otra mujer y siente que debe cederle su lugar. Así lo hace, ante la sorpresa de la mujer, quien se lo agradece y toma el asiento. Tantas fueron sus palabras de reconocimiento, que la mitad de los pasajeros ponen sus ojos aprobadores sobre él. Dos calles después se baja un pasajero, y desde el otro extremo del autobús una señora lo designa a él para que ocupe el asiento vacío. Así lo hace, aunque algunos hombres sonríen con desprecio ante su accionar, pero las mujeres parecen protegerlo con su aprobación silenciosa.
Más tarde sube otra mujer, con dos niños y un montón de paquetes. El hombre, impelido por su nueva condición de caballero, la ayuda a subir al autobús, gestiona el pasaje de los niños con el conductor y acomoda los paquetes de la mujer cuando esta se sienta. Entonces, se da cuenta de que personifica la caballerosidad y la protección de los más débiles, y cuando llega a su casa, no puede bajarse del autobús, pues siente que dejaría desamparadas a aquellas mujeres, por lo que sigue el viaje, aunque no le corresponda. Una a una, las mujeres se bajan y lo saludan por su amabilidad. Al final, el autobús se detiene definitivamente cuando termina su trayecto, y el hombre se baja en una esquina remota, sintiendo en su espíritu que se ha consagrado como un caballero.
Análisis
Este cuento está dedicado a la caricaturización de las convenciones sociales y cómo las personas se sienten comprometidas en cumplir con los estándares y estereotipos impuestos por la sociedad con el fin de ser aceptados o de complacer al resto.
La acción tiene lugar en un autobús y es simple: el narrador cede su asiento a una mujer, quien agradece su acción. Tras esta acción, el hombre parece haberse ganado cierta reputación dentro del autobús, por lo que cuando sube una segunda mujer también se ve impelido a cederle el asiento. Esta acción se repite en dos ocasiones más, y todo el autobús termina percatándose del accionar “caballeresco” del narrador. Las mujeres lo festejan y algunos hombres lo contemplan con desdén y burla.
El tema principal que se aborda con este argumento es la caballerosidad. Las convenciones sociales imperantes en la sociedad mexicana del siglo XX indican que los hombres, por ser “el sexo fuerte”, deben ceder su asiento a las mujeres, consideradas como “el sexo débil”. En este contexto, el narrador se comporta de forma caballeresca para que todos los pasajeros lo consideren bondadoso y amable y, en definitiva, piensen bien de él.
El texto está lleno de exageraciones y caricaturiza toda la convención social en torno a ceder el asiento en el autobús. Cada vez que el hombre tiene que dejar su asiento, la situación escala en sus niveles de exageración; el último caso es un claro ejemplo de ello:
“na nueva prueba, mucho más importante que las anteriores, me aguardaba en la esquina siguiente: subió al camión una señora con dos niños pequeños. Un angelito en brazos y otro que apenas caminaba (…) La señora venía complicada con dos o tres paquetes, tuvo que recorrer media cuadra por lo menos, y no lograba abrir su gran bolso de mano. La ayudé eficazmente en todo lo posible, la desembaracé de nenes y envoltorios, gestioné con el chófer la extención de pago para los niños, y la señora quedó instalada finalmente en mi asiento, que la custodia femenina había conservado libre de intrusos. Guardé la manita del niño mayor entre las mías (p. 104).
En este pasaje, la exageración es clara: el narrador parece volverse el ayudante de la mujer recién llegada y no solo le cede el asiento, sino que la ayuda a subir al vehículo y hasta gestiona los pasajes por ella. A continuación, el texto también profundiza en la dimensión de lo absurdo: una vez que el narrador ha ayudado a las mujeres, siente cierta obligación para con ellas, y no se atreve a bajar del colectivo en su parada y dejarlas allí a merced del resto de los pasajeros. Entonces, no se baja en la esquina que le corresponde y continúa su viaje hasta que las mujeres que él ha ayudado descienden del vehículo. Solo en ese momento se siente liberado de sus responsabilidades contraídas y se dispone a bajar, aunque se da cuenta de que se encuentra en un descampado muy lejos de su casa.
De esta forma, Arreola caricaturiza en “Una reputación” el espacio social del autobús y las relaciones que se establecen sobre él entre hombres y mujeres. El tema toca nuevamente la cuestión de la sociedad patriarcal y los roles masculinos y femeninos en ella y se burla de las convenciones en torno a la caballerosidad masculina. En este sentido, la crítica se hace directamente hacia la convención y el texto no presenta el tono misógino que sí se ha detectado en otros cuentos, como “Anuncio”, “Una mujer amaestrada” o “Parábola del trueque”.