Resumen
Una hormiga regresa al hormiguero llevando consigo lo que el narrador llama “un prodigioso miligramo”. En la entrada, las hormigas inspectoras no la dejan pasar, puesto que la todas las hormigas deben llevar hojas, y no aquella extraña carga. La inspectora en jefe la revisa y la felicita por el miligramo que ha conseguido, pero no la deja pasar y llama a la policía.
Los funcionarios públicos confiscan el miligramo y a la hormiga que lo había portado. Mientras se procede con su juicio, la hormiga es encerrada en una celda con su miligramo. A medida que el tiempo pasa, la hormiga presa comienza a mostrarse arrogante y acusa a sus captores, llegando a proferir quejas contra un hormiguero tan imbécil. Esto último impulsa al fiscal a pedir su pena de muerte. Sin embargo, un “alienista” revisa a la presa e indica que padece un desequilibrio mental, por lo que la hormiga termina siendo perdonada. En su celda, la prisionera se pasa el día arrastrando su miligramo de un lado a otro y puliéndolo con sus patas. Tres veces pide una enfermera que la cambien a salas más espaciosas, y con cada cambio la hormiga se muestra más agitada y frenética en sus paseos.
Un día, la carcelera halla a la hormiga muerta, y a su miligramo brillando prodigiosamente. La noticia de la muerte y el prodigio del miligramo se expande por todo el hormiguero, y caravanas de visitantes comienzan a llegar a la celda, donde la hormiga muerta se transforma en una reliquia santa a la que todos ofrendan con flores y alimentos.
El hormiguero construye un santuario para el miligramo y pronto se instaura una religión oficial —no sin que antes se realicen fusilamientos masivos para ordenar la vida en el hormiguero— con sus guardianas y oficiantes. Toda una burocracia nace en torno a la religión y comienza a llenar el hormiguero. Sin embargo, un grupo de hormigas ve la posibilidad de que los homenajes tributados a la muerta les fueran hechos a ellas en vida, y comienzan a actuar de forma extraña: andan extraviadas en sus tareas y contestan a las inspectoras con arrogancia, mientras que anuncian un próximo hallazgo sensacional.
Un día, 6 hormigas diferentes llegan al hormiguero con objetos extraños que hicieron pasar por miligramos prodigiosos y, aunque no obtienen los honores que habían imaginado, sí se les otorga el derecho a una renta vitalicia. Los supuestos miligramos se entregan a la observación pública en vitrinas de un recinto y cada hormiga puede opinar sobre ellos. Finalmente, se determina que lo prodigioso del primer miligramo no debe ser impuesto como una condición para los nuevos miligramos encontrados, por lo que todas las hormigas quieren abandonar sus tareas para entregarse a la búsqueda de más miligramos.
Así, el depósito para estos objetos termina ocupando las dos terceras partes del hormiguero y se deriva en colecciones particulares, y los precios de los nuevos miligramos bajan rotundamente. En la desesperación por encontrar miligramos auténticos, muchas hormigas comienzan a acarrear cualquier inmundicia. Frente a tal situación, las responsables del culto abandonan su oficio y también se disuelve el cuerpo de policía, por lo que las disputas entre coleccionistas se transforman en violentos enfrentamientos campales. Entre tanta riña, el hormiguero comienza a ser descuidado, y las larvas de nuevas hormigas mueren por centenares al no recibir comida.
Así, el hormiguero llega al invierno sin ninguna preparación para sobrevivirlo. Entonces, las hormigas acuden a un hormiguero vecino en busca de ayuda. Sus vecinas ofrecen entregarles comida para sobrevivir toda la temporada a cambio del miligramo prodigioso original. Finalmente, se llega a un pacto: el hormiguero vecino proveería comida suficiente hasta que todas las hormigas dueñas del miligramo murieran de vejez. Llegado ese momento, el miligramo prodigioso sería trasladado al nuevo hormiguero.
Así se hizo, y ese fue el comienzo de una crisis universal que se contagió de hormiguero a hormiguero alrededor de todo el mundo. Actualmente, las hormigas, entregadas a la búsqueda desesperada de miligramos, presentan una conducta desesperada y errática que, probablemente, las empuje a la extinción.
Análisis
Este cuento puede interpretarse como una fábula que analiza al hombre —sustituido por las hormigas— en la modernidad. El relato presenta la historia de un hormiguero cuyo funcionamiento se ve alterado cuando una de las hormigas encuentra un “prodigioso miligramo”. Si bien el texto no indica qué es exactamente ese miligramo, se comprende que se trata de un pequeño objeto redondeando que pesa exactamente un miligramo, y por eso llama la atención de las hormigas. Los representantes del hormiguero apresan a la trabajadora e intentan ocultar la noticia de que ha traído un objeto prodigioso, pero esta se difunde rápidamente. La hormiga del hallazgo muere en la cárcel, con el miligramo brillando a su lado, y se convierte en una mártir para el hormiguero. El resto de hormigas abandona su trabajo y se entrega a la búsqueda de más miligramos, con lo que el hormiguero se arruina gradualmente y las hormigas entran en decadencia.
Como los críticos han señalado, este cuento funciona como una sátira —es decir, como una crítica figurada— en la que se le atribuye un valor negativo a la idea de posesión, en una clara referencia a la cultura moderna.
Por cómo reaccionan las hormigas ante él, el miligramo podría ser una moneda, o una piedra preciosa o, incluso, un fragmento de resina cristalizada. Aunque el cuento no lo especifica, las hormigas saben muy bien lo que significa el miligramo, e incluso la inspectora que apresa a su portadora lo indica: “la inspectora en jefe, sentada con gravedad ante una mesa impotente, se atrevió a unirlas diciendo con sorna a la hormiga confundida: –'Probablemente nos ha traído un prodigioso miligramo. Le felicito a todo corazón, pero mi deber es dar parte a la policía'” (p. 49).
Como puede verse, el miligramo presenta una gran contradicción: es algo bueno pero a su vez desconocido, y al principio su presencia es vista como una amenaza que puede alterar el orden del hormiguero, por lo que la hormiga portadora se convierte en un enemigo y se organiza un tribunal en su contra.
Durante el proceso, el rol subversivo de la hormiga aumenta, y durante la defensa llega a decir “Que lamentaba formar parte de un hormiguero tan imbécil” (p. 49). Gracias a la intervención de una profesional llamada “alienista”, que sería una suerte de psiquiatra, la hormiga es tomada por loca y se la apresa, en vez de condenársela a muerte. Sin embargo, en su celda actúa de forma errática: “se pasaba largas horas en una especie de éxtasis contemplativo (…) dejó de comer, se negó a recibir a los periodistas y guardó un mutismo absoluto” (pp. 49-50). Tras su muerte, la hormiga se convierte en una mártir y el prodigioso miligramo se transforma en un objeto de culto. Alrededor de él se establece todo un sistema religioso y algunas hormigas viejas se adjudican el rol de matriarcas de la nueva fe.
Mientras tanto, las hormigas enloquecen y se entregan a la búsqueda de nuevos miligramos. Aprovechándose del nuevo sistema —el hallazgo de un miligramo vale por una pensión vitalicia— salen a recorrer la tierra y abandonan sus funciones en el hormiguero:
Las burócratas y las responsables del culto, no contentas con su holgada situación, abandonaron el templo y las oficinas para echarse a la busca de miligramos, tratando de aumentar gajes y honores. La policía dejó prácticamente de existir, y los motines y las revoluciones eran cotidianos. (…) El índice de la mortalidad alcanzó una cifra pavorosa. Los nacimientos disminuyeron de manera alarmante, y las criaturas, faltas de atención adecuada, morían por centenares (p. 53).
El nuevo orden, caracterizado por la acumulación de miligramos y por su comercialización, deriva en una verdadera obsesión con efectos destructivos, y el hormiguero llega a una bancarrota; las hormigas que quedan se ven salvadas solo gracias a una intervención de un hormiguero rico que compra el miligramo original. Así, la sátira expresada por Arreola sobre la organización humana golpea a todas las instituciones: las fuerzas de la ley están parodiadas en el proceso en contra de la pobre hormiga que se presenta con el miligramo prodigioso, la religión luego es criticada cuando se establece el culto en torno a la figura de la hormiga mártir y sus oficiantes tratan de sacar rédito para sus propias vidas y, finalmente, toda la sociedad experimenta un fenómeno de enajenación de masas cuando se arroja a la búsqueda de más miligramos. La fábula arreoliana pareciera entonces ilustrar con mucho humor, grandes tendencias en la historia de occidente (como el surgimiento y la corrupción de las religiones cristianas, por ejemplo) y, al mismo tiempo, denunciar la tendencia a la corrupción de los individuos dentro de las instituciones sociales (las oficiantes del culto que buscan su propio rédito, las hormigas trabajadoras que presentan miligramos falsos con el objetivo de obtener pensiones vitalicias e, incluso, toda la estructura de poder que juzga de manera ridícula a la hormiga del prodigioso miligramo).
La parte final del texto refleja muy bien la relación entre "El prodigioso miligramo" y el género fabulístico. Sus rasgos se manifiestan, en primer lugar, en el uso de los animales como protagonistas y, en segundo, en la presencia de una moraleja a modo de conclusión:
Actualmente las hormigas afrontan una crisis universal. Olvidando sus costumbres, tradicionalmente prácticas y utilitarias, se entregan en todas partes a una desenfrenada búsqueda de miligramos. Comen fuera del hormiguero, y sólo se almacenan sutiles y deslumbrantes objetos. Tal vez muy pronto desaparezcan como especie zoológica y solamente nos quedará, encerrado en dos o tres fábulas ineficaces, el recuerdo de sus antiguas virtudes (pp. 54-55).
Las hormigas, animales que en la tradición fabulística siempre se han presentado como trabajadores y prácticos, son muy útiles al momento de presentar de forma satírica el comportamiento de una sociedad que pierde la voluntad de trabajar y se convierte en parásito de su propia especie. La hormiga es un buen representante de un grupo de animales conocidos por su alto nivel de organización social —los animales eusociales— y es por eso que sirve para representar, en sentido figurado, el comportamiento humano. Las hormigas trabajadoras se aprovechan del sistema que les ayuda convertirse en rentistas y dejar de trabajar.
El cambio que narra el cuento puede causar el fin de la especie: “Tal vez muy pronto desaparezcan como especie zoológica y solamente nos quedará, encerrado en dos o tres fábulas ineficaces, el recuerdo de sus antiguas virtudes” (p. 55). Con este final, se revela también el propósito de Arreola de elegir un insecto cuyas “antiguas virtudes” fueron utilizadas a lo largo de los siglos en diversas fábulas, para proponer una fábula nueva, moderna, que presente su decadencia y su posible extinción. Y esa es, justamente, su mayor crítica a la sociedad moderna: la nueva conducta del ser humano podría acarrear su propia ruina.